Pedro Abad - Cordoba

Crónicas liberales


¡Que vengan los loqueros!

Manuel Martín Ferrand




Cuando los “indignados” no acampan antidemocráticamente, con perjuicio para terceros, en el centro de las ciudades, tal que si quisieran conquistarlas, integran un movimiento que no se puede dejar de considerar. Los cuarenta mil “indignados” que ayer, cívicamente, se manifestaron en Madrid y fueron a pedir la protección de dios Neptuno no se pueden pasar por alto. Quienes son capaces de protestar, desde dentro o desde fuera del sistema, contra las imperfecciones del ordenamiento que nos hemos dado saben, por lo menos, lo que no quieren. Eso no es poco en tiempos de tribulación en los que la partitocracia pone por delante los intereses de sus siglas a los de toda la Nación.

Mientras Mariano Rajoy juega a ser astuto y prepara con su pasividad presente graves problemas de futuro – obsérvese el desarrollo de los acontecimientos postelectorales en Asturias –, José Luis Rodríguez Zapatero se ha entregado a la canción mexicana. Como Alfredo Jiménez espera alcanzar la gloria con “No me amenaces” y está que se va, que se va, que se va… y no se ha ido. De hecho su disimulado dedazo ya ha hecho los efectos debidos y Alfredo Pérez Rubalcaba es ya, de hecho y de derecho, el candidato del PSOE para las próximas legislativas.

En su debut como aspirante, el cántabro astuto, discípulo aventajado de Emilio Botín en el arte de mirar hacia otra parte, ha sacado del baúl de los recuerdos alguna de sus viejas frustraciones de cuando fue ministro de Educación, entre Javier Solana y Gustavo Suárez Pertierra, hace cerca de veinte años. Cierto es que la Educación es, multiplicada por diecisiete, el primero de los problemas de España; pero, contra lo que apunta Rubalcaba, uno de los responsables del lamentable estado docente de la Nación, su principal problema no se centra en los docentes que, por lo general, están bien preparados y dispuestos.

Nos hemos instalado, como siempre, en el método Ollendorff, aquel sistema de enseñanza de idiomas del XIX, introducido en España por el ilustre gaditano Eduardo Benot, en el que el profesor preguntaba – en inglés, francés, alemán o lo que correspondiera –, “¿Está el libro sobre la mesa”? y el alumno respondía, si era aventajado y había estudiado la lección: “No, en el jardín de mi primo florecen los lirios”.

Así, cuando cada cual atiende a su juego, España se arruina en lo económico mientras se destruye en lo político. Se está siguiendo para el total de los problemas del país el procedimiento infructuoso con el que se pretende arreglar el sistema financiero, especialmente la mitad que representan las Cajas de Ahorro – la otra mitad, tal que Botín, campa por sus respetos –. Lejos de separar las manzanas podridas de las sanas, como haría con su cesto el más inútil de los ciudadanos, se las ha mezclado en sacos bien promediados entre podredumbre y medianeja salud. A mayor abundamiento, se les ha encomendado a los mismos consejeros y responsables de que las podridas llegaran a ser tantas que vigilen la privatización y nuevo orden del invento. Es la pretensión del milagro laico.

El caldo de cultivo es ideal para los “indignados” verdaderos, los espontáneos del movimiento 15-M, y para quienes, pudiendo estar a su sombra, pueden querer utilizarles como pieles de cordero para esconder su naturaleza de lobeznos. Cuando la astucia, eso de que presumen Rajoy y Rubalcaba para ver quién la tiene más larga, se enseñorea del proyecto político nacional cualquier desconfianza es escasa. La situación requiere limpieza, definición de proyectos, disposición para llevarlos a cabo, renuncia a su beneficio electoral posible y sacrificio para que España no siga marchando hacia atrás y llegue a lucir el farolillo rojo del fracasado convoy europeo.

De hecho, la iniciativa política la marca el confuso paisaje de los “indignados”. Los demás, como decía don Wenceslao, “hacen bodoque”. Rajoy centra su acción en el difícil fracaso asturiano de Francisco Álvarez Cascos – “Todos a tierra, que vienen los nuestros”, como decía Pío Cabanillas – y el heredero de Zapatero, Dios le bendiga, anda como su mentor tratando de enmendar su propio pasado. ¡Que vengan los loqueros!

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