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02-06-11 13:41 #8034241
Por:ortsac

Quimeras Europeas (I)
https://ww.elconfidencial.com/tribuna/2011/quimjeras-europeas-20110602-7475.html


OPINIÓN

TRIBUNA, Luis Riestra

Quimeras Europeas (I)

Luis Riestra - 02/06/2011

La impresión de que el proyecto europeo hace aguas, de que su viabilidad es más que dudosa, es un temor que se ha vuelto más común tras turbulencias recientes. La gran apuesta de las naciones europeas que en otro tiempo fueron, prácticamente, las dueñas del planeta, parece haberse vuelto disfuncional y amenaza con destruir incluso los avances económicos y sociales conseguidos antes de que nuestros líderes se empeñaran en su particular idea de nuestros deseos comunes. Casos como la quiebra irlandesa, la de Portugal o la de Grecia, el drama español, la crisis norteafricana y el peculiar caso libio, el cambio de turno en el sucesor del presidente del BCE o Schengen son solo algunos ejemplos en los que la realidad se impone a las promesas imposibles por la simple razón de que la idea inicial era pésima.

Si uno pone la lupa sobre algunas de las últimas instituciones creadas por la élite europea, que nos fueron vendidas a bombo y platillo como proyecto de futuro, se da cuenta de que su principal característica es que son la excusa perfecta para grandes cumbres en palacios de cuentos de hadas, con mucha limusina y mucho boato, pero que cuando vienen mal dadas son puro humo que se desvanece con la primera tormenta. Ejemplos de esto serían la Eufor, o el interminable caso del espectral “Euro-ejército” con su supuesta fuerza de intervención rápida, que periódicamente se aparece cual ectoplasma y que ni tiene fuerza, ni interviene, ni es rápida; o mister PESC, que no deja de ser otro engendro burocrático similar a los anteriores y que hoy está en manos de la baronesa de Upholand.

Veamos el caso de Lady Ashton (hagan clic en el enlace) porque es interesante y un ejemplo paradigmático de la élite europea. Becada por sus conciudadanos, terminó siendo tesorera de una de esas organizaciones financiadas de forma oscura por la Unión Soviética y que fue muy activa en debilitar al Reino Unido, clave para Occidente en la lucha contra la tiranía comunista; a eso en mi pueblo lo llamamos traición a la patria. Desde allí fue trepando empujada por su afán y por sus colegas y hoy, se supone, nos representa y nos compromete a todos en el mundo; está casada con el dueño una multinacional dedicada al análisis de estadísticas. Visto el descontrol con que ciertas personas llegan o son llevadas a la cúspide de la UE, podría creerse que tal vez tengamos suerte de que no sean operativos, pero pienso lo contrario. El caso de esta señora doña, que en términos diplomáticos no le hace sombra (ni de lejos) a un inexistente embajador de España en Tombuctú, debería alertar a nuestras autoridades, si no fueran unos acomplejados de su país y de su historia, para que habilitaran planes alternativos de control de daños de las acciones que pudieran tomar ella y su equipo.

Los orígenes de la pesadilla europea

La señora Ashton es solo otro agente tardío al servicio de un proyecto agotado, pero que es una hidra que sigue creciendo; un episodio tardío de una cadena de acciones que empezaron a principios de los 90 tras el desplome de la Unión Soviética (la otra “unión”), de la reunificación alemana y del anuncio de Bush padre de un Nuevo Orden Mundial, del que hablamos al tratar la Pax Americana. Aquel anuncio de Bush padre, luego repetido en Naciones Unidas, lo dejaba bastante claro: la organización del comercio mundial ya no seguiría los parámetros estratégicos anteriores y ahora tocaba una globalización más liberal: fair game, se acabaron los bloques, barra libre. Fue entonces cuando los europeos decidimos expandirnos y profundizar el proyecto europeo de una forma muy particular.

El mayor impulsor de la expansión y profundización de la unión europea fue el eje franco-alemán, que empieza entonces una campaña acelerada de iniciativas o reformas sobre lo existente, cuyas características principales fueron las buenas intenciones, la continua aplicación de analogías a la americana (sueño europeo, Unión Europea, Constitución Europea, Banco Central Europeo, bandera, himno, “nuevo” Parlamento, etc.) y unos políticos europeos, que en su megalomanía, construyeron unas mega-burocracias sin control ciudadano y/o sin sustancia competencial; mientras, sus promotores cabalgaban sobre los unicornios de las mega-cumbres y se las veían felices e ilusionados con pasar a la historia como padres de la patria a lo George Washington. Algo rocambolesco cuando no imposible.

El Nuevo Orden Mundial llevó al eje franco-alemán a determinar un Nuevo Orden Europeo según su particular concepción de Europa y se consiguieron éxitos notables, como su ampliación, la ciudadanía europea, con toda la legislación común que la soporta, o el euro, aunque este último descansa sobre un engendro disfuncional que atiende al nombre de Eurosistema y que no preparó a sus miembros para lo que significaba tener una moneda seria. En política exterior, como no se podía ir con una rama de olivo en la mano derecha y un arma en la izquierda, se optó por una descoordinada forma sibilina de coerción diplomática que vendieron como Soft Power, y que al final, como demostró el caso libio, saltó por los aires, como saltarán por los aires todas las construcciones imposibles hechas bajo el paraguas europeo que se han inventado. Como resultado el eje franco-alemán está casi muerto.

Quien mal empieza…

El eje franco-alemán actuó como el águila bicéfala de los Austrias, que se interpretaba de este modo: la luz venía de Oriente (Jerusalén) pero la fuerza de Occidente; en este caso, la luz (y la burocracia) venía de Paris y la pasta de Berlín; hasta que se acabara, claro. De esa forma se comenzó sobrevalorando la potencia económica (y la pericia gerencial) del eje franco-alemán y no se consideró que, en sí misma, dicha “fuerza” era en buena parte resultado de la política comercial estratégica aplicada por la Angloesfera y sus aliados en Europa para contener a la Unión Soviética; aquello significó que los primeros renunciaban a la supremacía industrial en distintos sectores en pos de la fortaleza aliada. Pues bien, esa estrategia comercial angloamericana se acabó en 1990 y, consecuentemente, ¿pensaba el eje franco-alemán, con su analogía a conveniencia, hacer algo similar en los países del área a desarrollar? No, eso se dejaría al mercado puro y duro. ¿Cuál ha sido el resultado? Creo que la siguiente gráfica, de deuda pública respecto al PIB, ilustra bastante bien lo que le ha ocurrido al eje franco-alemán.

Cualquier analista técnico que estudiara ese gráfico les diría que hace máximos (Ms) y mínimos (ms) crecientes y que la tendencia de largo plazo es alcista; o sea, que la deuda pública crecerá más rápidamente que el Producto Interior Bruto. En otras palabras, el eje franco-alemán va camino de la insolvencia por mala gestión pública, que es como decir que su proyecto europeo es una ruina; esto ya era así antes de la crisis, cuando hubo ciclos de los negocios con bonanzas históricas y se tuvo, además, el efecto inflacionario del Euro, que incluso sin inflación, ya significaba mayor y mejor recaudación fiscal, con que ahora, con la crisis encima, más los desequilibrios demográficos que tienen ambos, y que harán más pequeñas sus respectivas economías y más altos sus gastos sanitarios, ya me dirán como saldrán de su trampa fiscal.




El mismo analista técnico les diría que hasta que las curvas no salgan por debajo del canal de tendencias (líneas punteadas) no se habrá salido de su ruinoso camino, pero que para estar seguro de la solvencia futura habrá que hacer un mínimo menor que el anterior, en este caso menor que las m3; algo que veo muy difícil, si no imposible, en al menos una generación. Tal vez los historiadores del futuro dirán: esa elite hizo su Unión y tuvo éxitos interesantes en su afán, pero terminaron quebrando. Esperemos que no.

Hay un aspecto de la parte alemana del eje que habría que señalar. Tras ser vencida en la Segunda Guerra Mundial, Alemania perdió gran parte de su capacidad de acción exterior propia, que tampoco era muy buena y, además, se le impuso un sistema federal que, sin ser tan perverso como el napoleónico, iba en la misma línea, de forma que no volviera a levantar cabeza como superpotencia. De esta forma, Alemania queda como socio débil del eje y, nublados por su potencia económica, se la imita analógicamente en la arquitectura europea sin contar con que detrás del milagro alemán estaban también el viejo Orden Mundial y el apoyo de la angloesfera y sus aliados y, lo que es peor para nosotros, en nuestro país se usa analógicamente dicha arquitectura alemana de posguerra en nuestro destrozo autonómico.

Dejemos para la próxima semana otros aspectos de la gestión pública europea y los peligros de su pensamiento analógico, terminando con una recomendación para España en su cambio de Era.
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