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El subsuelo de Ulía. D. Pablo Moyano

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El subsuelo de Ulía. D. Pablo Moyano
En Montemayor es descubierta una urna cineraria de la primera
época romana
Don Juan Bernier suele decir con frecuencia que la
antigüedad histórica de Córdoba está aún por estudiar. Los
historiadores ha hecho hincapié en el estudio de la Córdoba
romana y mora, pero no han profundizado tanto, ni con idéntico
empeño, en las raíces más hondas, más lejanas de nuestras
primitivas civilizaciones. Este error de perspectiva histórica se
ha intentado subsanar en parte en los últimos treinta o cuarenta
años. En este sentido los trabajos de don Manuel de los Santos,
de José María Luzón, de Bernier y Fortes, han supuesto una
soberbia aportación en este desvelo de nuestro pasado más
primitivo.
Quien dice esto a escala provincial lo puede afirmar con
particular acento de este pequeño trozo de nuestra historia
provinciana, que se llama Ulía. De ella casi no sabíamos otra
cosa que la secular disputa entre vecinos para disputarse la
propiedad sobre ella. Y también cuanto nos dicen los pocos textos
que hasta nosotros han llegado y en los cuales han bebido todos
los historiadores, desde Alfonso X el Sabio hasta la gran obra de
Menéndez Pidal y su equipo de colaboradores, donde también he
visto tratado el tema. Pero el silencio de los siglos y de los
investigadores se va empeñado en desvelarlo la búsqueda callada y
paciente de los vestigios sepultados bajo tierra. Así por
ejemplo, en la reciente visita de Amigos de los Castillos, un
profesor de la Universidad de Navarra, ante un trozo de cerámica
del modesto Museo de Ulía, dijo que se trataba de un barro cocido
en la época del hierro. Un auténtico descubrimiento, que unido a
otros anteriores viene a confirmar que sobre los campos de esta
campiña fecunda ya existieron civilizaciones hace tres mil años
mal contados. Y en esa línea, no es infrecuente el hallazgo de
cerámicas incisas, de restos de urnas campaniformes como la
hallada en el Cerro de la Horca, de hachas de piedras o pequeñas
figuras de bronce. Las azadas de los labradores, y hasta las
rejas de los tractores se convierten así en aliados de la
Historia, aunque con gran frecuencia sólo nos dan motivo de pena
al romper en mil pedazos vasijas o esculturas.
Una de esas vasijas -urna cineraria- fue descubierta la
semana pasada. Unos obreros que abrían aun camino, al mismo borde
del pueblo, dieron de pronto con algo que ellos juzgaron ser un
cántaro enterrado, o como dijo uno "un botijo de La Rambla". Este
error supuso para la hermosa vasija la ruptura en casi dos
mitades. Y la otra mitad quedó sepultada en el paredón. Pero un
aviso oportuno de uno de los mismos obreros nos puso en camino
hasta el lugar indicado. Con paciencia de ermitaños fuimos un
grupo de amigos -con la valiosa ayuda de los obreros- removiendo
tierra lentamente hasta poder reunir gran parte de los trozos,
que en número de más de treinta se habían desprendido a golpes de
pico. Reunimos también los huesos, que resultaron ser de un niño
muy pequeño. Más tarde vendría una labor, más paciente todavía,
de recomponer un auténtico rompecabezas, porque había pedazos
imposibles de colocar. En esta labor no puedo silenciar el nombre
de don Francisco Crespín Cuesta, cuya ayuda ha sido inapreciable.
Tras muchos días de trabajo, la urna ha sido prácticamente
recompuesta y otra vasija viene a sumarse a la ya nada
despreciable colección del Museo de Ulía, donde la Historia de
Montemayor se va mostrando más abierta a los ojos de todos lo
visitantes. Por su traza, la urna descubierta parece situarse en
la primera época romana o en el entronque de los iberos con los
conquistadores. Es la clásica vasija e forma de cántaro achatado,
con dos asas, una de las cuales ha sido de todo punto imposible
encontrar bajo la tierra movida. Los más viejos del pueblo hacen
memoria y algunos me dicen que en ese mismo lugar ha sido
frecuente encontrar vasijas de ese tipo, que ellos rompían. Y es
verdad por que el suelo aparece lleno de cerámicas, no sólo de
ese tipo, sino de las típicas ibéricas en bandas, o la llamada
"sigilata" romana. casi al mismo pie de la urna aparece tierra
calcinada, signo indudable de incineración. Y todo ello -como
digo al principio- al mismo filo de las casas del pueblo, a unos
pocos metros de donde la Ulía primitiva tuvo sus murallas. Esta
urna cineraria es al fin y al cabo una muestra más -una sola- de
esta fecunda Ulía cuyo suelo nos depara con alta frecuencia un
sobresalto gozoso.
Enviado por: chaparral-TV | Ultima modificacion:18-03-2011 18:50
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