Bajo la tierra la historia

Más de una vez hemos dicho que la Historia no está sólo en
los libros. La Historia está en las piedras, en esas piedras que
tal vez nadie mira, en esos trozos de piedra o de barro que uno
lanza con un puntapié cuando se nos ponen delante en el camino.
Afortunadamente aquí -y en todas partes- estamos en obras.
Eso es señal del buen nivel de vida que alcanzan los pueblos,
porque para hacer una obra sólo quedan dos caminos: o contar con
dinero suficiente o entramparse mucho. En Montemayor se da más el
primer caso que el segundo. Y uno, honradamente, se alegra en el
alma de que estas buenas gentes puedan hacer esas obras, que hoy
es el pan nuestro de cada día... Rara es la calle donde no se
levantan a la vez, dos o tres casas nuevas.
Pero junto a este gozo por el nivel social de los buenos
vecinos, uno se alegra por otros motivos más egoístas. Las obras
suelen dar algo de luz sobre la vieja historia de la ciudad de
Ulía. Personalmente me alegran más las obras, mientras más cerca
se hayan de nuestra plaza. De día en día me convenzo de que el
centro de la vida de Ulía giraba también en torno al castillo, a
la iglesia mayor y a la plaza. Si esto es verdad, es lógico que
los mejores vestigios de aquella civilización aparezcan en este
perímetro. Así en excavaciones dentro del jardín del castillo se
han encontrado restos de muralla romana e ibérica. En el centro
del mismo paseo surgió el pedestal de homenaje a Quinto Casio y
restos de esculturas.
En estos días se ha derribado una casa vieja frente a la
plaza de abastos. Su proximidad a la plaza y a la iglesia ha
hecho que durante su derribo no hayamos quitado los ojos para
intentar descubrir en el subsuelo algún resto que nos diera luz.
No ha habido fortuna en el sentido de encontrar restos valiosos.
Pero esos, solos, no hacen la Historia, como ya quedó apuntado.
No obstante no han sido estériles nuestras esperanzas. El
subsuelo de ese edificio no nos ha defraudado del todo. Casi a
flor de piel nos hemos encontrado con una roca enorme, tallada,
pero partida. Es una piedra inconfundible. Semejante a ella
existen dos o tres en la explanada de nuestro castillo ducal de
Frías. Se trata de una enorme lápida de varios cientos de kilos
de peso, tallada en honor de algún emperador romano. En las del
castillo una pertenece a Nerón y otra a Agripa. Nunca sabremos a
quién perteneció esta, porque la parte de la inscripción no
estaba bajo este derribo. Había sido partida por medio, tal vez
hace muchos siglos. Pero aún así es un testimonio indudable de
que esa enorme masa pétrea perteneció al centro de Ulía; nadie
entierra en lo alto de un cerro tal piedra, trayéndola de lejos
sin más objeto.
No lejos de esta piedra cárdena, ha aparecido la base de una
columna, también partida y que es similar a otros restos
aparecidos dentro del casco urbano. Carece de importancia pero es
también un dato. En uno de los pozos para cimientos los albañiles
han encontrado una solería del llamado cemento romano, una gran
capa de arena y cal, de enorme dureza. Pero quizá el más curioso
hallazgo sea una especie de desagüe, construido con unas tejas
muy gruesas y largas. Estos restos aparecen nada menos a más de
un metro bajo el nivel actual de la plaza. Dos de esos ejemplares
han pasado al pequeño Museo de Ulía. Es una verdadera pena que no
se puedan realizar excavaciones a fondo en el centro del casco
urbano: habría que tirar las casas y el remedio sería peor que la
enfermedad. Lo que no cabe ya la menor duda es que estamos sobre
un subsuelo de una gran riqueza arqueológica. Y que lentamente,
pero no menos decididamente, ese subsuelo se viene empeñando en
demostrar que la Ulía ibero-romana tuvo su centro en el centro
del Montemayor actual. Y que esos restos, realmente soberbios,
demuestran a las claras, hasta donde brilló con luz propia en la
antigüedad una de las ciudades más importantes de nuestra
provincia cordobesa.
¿Ojalá en pocos años, todas las casas del centro sean
reconstruidas! El subsuelo acabará desvelando el secreto de la
vieja y entrañable Ulía.