Una colección de lucernas que alumbraban hace miles de años. D. Pablo Moyano.

Constituyen una de las más bonitas colecciones que posee el
Museo de Ulía. Concretamente son diecinueve. Pero antes de su
descripción detallada hagamos algunas puntualizaciones sobre
ellas.
La lucerna -vulgo candil- es uno de los medios más
primitivos que existen para alumbrarse. Su origen se remonta a
muchos cientos de años antes de Jesucristo. Aparecen lucernas en
las antiquísimas civilizaciones de Asia y de Egipto. Incluso el
hombre de las cavernas utiliza -entre otros utensilios de barro
cocido-, los candiles para iluminar su vivienda rudimentaria.
Conforme se generalizan las técnicas para la extracción del
aceite los pueblos primitivos -comenzando por los ribereños del
Mediterraneo- crean junto a la industria de los vasos, la
fabricación en serie de lucernas, primero de simples líneas tocas
y más tardíamente como auténticas obras de arte. La misma Biblia,
desde el Libro de los Salmos hasta el Apocalipsis de San Juan,
nos va dejando una amplia literatura sobre esas pequeñas lámparas
de aceite, de las que saca todo un simbolismo precioso sobre la
presencia de Dios en el mundo. La Sagrada Escritura es para mí el
salmista como una lámpara que brilla en lugar oscuro hasta que
comience a despuntar el día y salga en nuestros corazones el
astro de la mañana. Más tarde Jesús dejaría constancia de la
costumbre israelita según la cual las vírgenes esperaban la
llegada del esposo, con las lámparas encendidas, o el servidor la
llegada del dueño.
Más tarde aquellas lámparas de barro suelen dar al uso del
bronce, sobre todo en Grecia y Roma.
En una ciudad tan antigua como la ibera Ulía, no podían
faltar los descubrimientos ocasionales de lucernas. Sobre todo de
barro cocido. Difícilmente aparecen completos. Son muchos los
siglos pasados y muchas también las vueltas que los arados han
dado sobre ellas. Con todo, el Museo cuenta con algunos
ejemplares bellísimos. Sobre todo uno que se conserva intacto. Se
trata de una lucerna, en barro rojizo, preciosamente adornada con
racimos de uvas en su parte alta. Bajo su fondo tiene dibujadas
la misma espiga que las monedas de Ulía, lo cual nos da el tiempo
para su hechura unos trescientos años antes de Cristo, poco más o
menos. No es la lucerna más antigua del Museo. Existen algunas
otras, en muy buena conservación, cuya vida es aún más alta. Una
de ellas es la segunda a la derecha de la foto que acompaña este
artículo, por la parte más alta (???????????). La mayoría de las
mismas son lucernas árabes y romanas. Una de ellas se da el caso
sumamente curioso de que la familia que me la entregó la venía
usando -¡todavía!- cuando se iba la luz, por una tormenta o
avería. Una casa del siglo XX usando una lucerna de hace dos mil
años. Es todo un simbolismo y un contraste.
Dentro de las lucernas árabes que conserva nuestro Museo, la
más interesante es una, vidriada, que pone esta inscripción: "El
Impero para Dios". Tampoco está completa.
Añadamos a esta breve disquisición sobre lucernas
ibero-romano-árabes que el aceite que alimentaba a las mismas
aparece también en el anverso de las monedas de Ulía. Tradición
esta recogida un poco más tarde en algunos monedas imperiales.
Estrabón narra que el mejor aceite del Imperio se sacaba de la
Bética y por eso Marcial tejió para el Guadalquivir -Betis para
los romanos- una corona de olivo. Plinio afirma que entre los
olivos los hijos de la Bética cosechaban abundantísimas mieses,
costumbre esta casi desterrada, tal vez por el cansancio de
nuestras tierras.
Hoy las lucernas de barro, bronce o hierro son sólo objetos
de museo, al menos aquí. En otros incontables sitios de Africa,
ASia y América, los hombres del 1973 siguen alumbrándose como
hace tres mil años. Añadamos que entre nosotros, sólo se usan en
algún que otro cortijo cuando la necesidad obliga. Pero de todos
modos el candil, en sus distintos estilos ha venido prestando al
hombre un servicio impagable. En el pequeño Museo de Ulía
diecinueve lucernas nada menos son testigos mudos de ese servicio
y de esa historia. Bien merecen este breve comentario.