El Museo de Ulia: Detalles de su riqueza numismática (I). D.Pablo Moyano

Comencemos hoy por afirmar que el estudio de la
numismática es importantísimo para el conocimiento de la
historia antigua. Así lo comprendieron historiadores de la
talla de Hubner, Heis, Zobel, etc. Para Julio Ortega
Galindo el estudio de la
numismática es la fuente principal de esa historia. Según
este autor el afán por coleccionar monedas arranca ya del
Renacimiento, aunque ya Alfonso V de Aragón se preocupó de
reunir monedas romanas, enviando buscadores a Italia.
Siempre las llevaba en una arquita para que "la vista
de las imágenes grabadas en ellas le excitasen a imitar
las virtudes de aquellos que representaban".
Otro español, Carlos III de Navarra,
anteriormente, sintió la misma pasión por esta materia, según
se puede constatar por las
cédulas de su padre, urgiendo a sus
tesoreros para que facilitasen al príncipe Carlos
cuantos ejemplares pidiera. Pero ninguno de ellos se dedicó
al estudio de los ejemplares antiguos que caían en sus manos.
les movía sólo el afán de complacerse con ellas, no un
deseo de investigación científica. Ese estudio en
profundidad se reserva al siglo XVIII,
sobresaliendo el P. Flores autor de una obra publicada en
Madrid en 1757. De ahí nace el estudio de la numismática
como ciencia. Una ciencia que hoy es asignatura obligatoria
en Filosofía y Letras, pero que
indudablemente no cuenta con amplia y
modernizada bibliografía. Incluso no se han reeditado obras
tan fundamentales como la de "Prensa Española" y
resulta extraordinariamente difícil encontrar tratados
completos de
numismática ibérica. Tengo ante mis ojos un buen libro,
publicado en 1947 por el autor inicialmente citado. Es
un libro de divulgación, no demasiado profundo, pero que
me ha prestado un buen servicio, sobre todo por el fin con
que ha sido escrito. "Un coleccionista de monedas no debe
bastarle conseguir y conseguir ejemplares. Debe convertirse
en un estudioso de las mismas". "El coleccionista ha de
salir a la naturaleza, conocer los sitios, los momentos y
las condiciones propias, seguir los surcos del pesado
arado, entre centenarios olivares, bajo el intenso sol de
Andalucía y de Levante". Estas palabras de Ortega Galindo
creo deberían ser meditadas por cuantos hoy se interesan por
coleccionar monedas antiguas. No basta coleccionar monedas.
Sería una labor truncada a mitad de camino. Se impone el
estudio. Con este fin de animar a otros hoy quiero
detenerme un poco más en estas ideas, dejando para la
próxima semana una descripción más detallada de la colección
de nuestro Museo.
¿Cómo comienzan a circular las monedas en España? Es
lógico pensar que los cambios primitivos no se hicieron con
monedas. Ni el metal fue la primera expresión del
valor de un objeto determinado. Aquellos pueblos vivían
de la agricultura y el pastoreo. Al comienzo sería un
buey, una cabra, una oveja, un caballo la unidad de
referencia para valorar una cosa concreta. El mismo nombre
de "pecúnia" viene claramente a significarlo. "Pecus" en
latín significa ganado. En otros pueblos el talento
equivalía al peso y precio de un buey. Más aún: la
inmensa mayoría de las monedas ibéricas tienen esculpidas
efigies de toros y de caballos. ¿Por qué? Porque ese
hombre ibero, analfabeto, sin otro libro que el de la
naturaleza, hubo de mostrarle en imágenes visibles los
valores tradicionales a los que estaba acostumbrado.
Poco a poco la vida, nómada, se va haciendo sedentaria.
EL hombre se aclimata a una tierra determinada. Entonces el
ganado cobra doble valor.
El buey, el mulo, el burro son no sólo consumidos
sino utilizados. Aumentan las transacciones, la vida se
hace más cómoda. La riqueza por antonomasia es el trigo. Y
con trigo se paga, costumbre esta que ha perdurado casi
hasta nuestros días, en las ofrendas de los fieles a la
Iglesia.
¿Cómo se explica el salto del cambio de animales o
cosas al de la moneda? Muy sencillo. Esos valores, todos, son
deteriorables. Con el trasiego el trigo se pudre, los
animales pueden enfermar. ¿Cómo expresar en algo más simple
ese valor? Por un trozo de metal. Por eso, al principio los
intercambios no se hacen con monedas, tal como hoy las
entendemos. Estrabón nos dice que en el Norte de España,
no daban monedas sino pequeñas barritas de plata. Y esta
práctica debió ser general. Los celtas utilizaban como
monedas anillos de plata y de bronce. En excavaciones
arqueológicas han sido halladas no pocas de estas barritas.
Es en el siglo V antes de Cristo cuando España fabrica
sus primeras monedas. Su cuna parece ser Ampurias, que
imitas las griegas de Masilia. Pero cuando estas
acuñaciones alcanzan caracteres casi universales es en el
siglo IV y III.
De aquí arrancan las monedas encontradas en Ulía, con
una proliferación gratamente consoladora para este
modesto coleccionista.
Pero ya es hora de cortar el hilo.