El Museo de Ulía va a convertirse en Casa de Cultura. D. Pablo Moyano

Voy a intentar, por fin, cumplir una promesa de hace
algún tiempo: escribir algunos artículos sobre el Museo de
Ulía. Sobre el pequeño Museo de Ulía. Y quiero ante todo
resaltar el adjetivo de pequeño. No se trata de ningún
palacio, ni siquiera de una casa grande con salas y
dependencias. Nuestros afanes, hasta ahora, han sido más
modestos. Y digo hasta ahora porque, si Dios quiere, en
este mismo verano intentamos hacer realidad lo que hasta
hoy ha sido no sólo un sueño, sino una promesa mantenida. La
que fue durante varios siglos, "Casa del Corregidor" unida al
Castillo Ducal de Frías, se convertirá en una espléndida Casa
de Cultura, de la cual Montemayor se beneficiará
grandemente. En Ella intentamos no sólo instalar todas la
piezas que actualmente posee el Museo de Ulía, sino también
crear una gran biblioteca histórica que recoja, en cuanto
sea posible, cuantos documentos tengan relación con la
historia del pueblo e incluso con nuestra geografía
comarcal. Esperamos que esas obras de adaptación, muy
cuantiosas, puedan realizarse en los próximos meses, gracias
al mecenazgo de los señores Duques de Frías, que también han
cedido para ello la citada casa.
Actualmente el Museo de Ulía está instalado en dos
pequeñas salas de la iglesia parroquial, justamente bajo la
capilla de la Inmaculada, donde se venera una admirable
imagen de esa advocación, obra de Bernardo de Mora,
discípulo de Alonso Cano. Como dato anecdótico añadamos que
la escultura fue realizada en 1733 y que costó 900 reales.
Las dos salas donde está instalado el museo
son absolutamente insuficientes para albergar la ingente
cantidad de restos arqueológicos que van apareciendo. No se
trata de un museo privado, ni siquiera de un museo
parroquial. Fue declarado oficialmente Museo de la Iglesia.
El Museo de Ulía, como tal, tiene sólo seis años de
vida. Pero sus fundamentos se remontan algunos años atrás.
Cuando yo me hice cargo de la parroquia ya había algunos
restos arqueológicos en el archivo y sobre todo en la ermita
de la Vera Cruz. Hay que confesar con pena que los buenos
vecinos de Montemayor habían puesto mucho más empeño en
defender sus derechos sobre la vieja ciudad ibero-romana que
en salvar de la destrucción los infinitos vestigios que de
esa civilización iban apareciendo, al ahondar en las
entrañas del terreno. Dentro y fuera del casco urbano eran
frecuentísimos los descubrimientos de objetos, lápidas,
vasijas, etc. Pero a esas cosas nadie, o casi nadie, les
hacía caso. Vasijas romanas sirvieron no pocas veces para
un concurso de buena puntería entre los niños.
Fue preciso ante todo y sobre todo una gran
labor mentalizadora, escuela por escuela y tertulia por
tertulia y casi casa por casa. Todas las ocasiones eran
aprovechadas. Los frutos no se hicieron esperar mucho tiempo.
la primera gran colección con que se enriqueció el
Museo de Ulía fue una serie de más de veinticinco
proyectiles de piedra. Esta abundancia de tales proyectiles
, resultaba ser algo más que un simple dato arqueológico:
era un dato para la historia de la discutida Ulía.
La vieja narración de Quinto Hircio, contemporáneo de
julio César, y compañero suyo en todas sus campañas a lo
largo y ancho del solar hispano, situaba a Ulía en lo alto
de un cerro. Es él quien narra el cerco de
la ciudad bética sometida largos meses
por los partidarios de Pompeyo. Ulía fue la única ciudad
que permaneció fiel a Julio. En el año 45 antes de Cristo
soporta ese asedio y conoce también la liberación, gracias a
una curiosísima estratagema. En un atardecer de niebla y de
tormenta, cuando la espesura era tal que impedía conocerse
a un metro de distancia, los avispados liberadores, engañan
a los soldados de Pompeyo y entran sin dificultad en la
ciudad que los esperaba con los brazos abiertos. Pues
bien: lo que sabíamos por la historia escrita viene
ahora a confirmarlo esta aparición constante de proyectiles
de piedra. Siempre se han encontrado rodeando el castillo
del actual Montemayor. Señal indudable del asedio.
En la foto que ilustra este primer artículo sobre
nuestro Museo de Ulía, pueden
apreciar los lectores, algunos ejemplares
de estos proyectiles. Todos están en una larga mesa, en
la primera de las dos salitas.
En ella se encuentra también un bellísimo ventanal de
piedra labrada. Estaba en uno de los patios interiores
de la casa parroquial. Se aprecia también una lápida
sepulcral romana a la que falta la inscripción. Por el
suelo, varios restos de mosaicos romanos, de los siglos
primero y segundo después de Cristo. Ellos dan fe de la
fastuosidad de aquellas villas romanas, donde se conjugaba
lo práctico y lo productivo con el lujo y la
ostentación de que tanta gala hacían los grandes
patricios, cuando la paz de Augusto les permitió salir
de los muros estrechos que atenazaban ciudades y poblados.
Esta sala conserva también más de seis ruedas de
pequeños molinos, algún capitel, basas y restos de cerámica.
Todo ello muy apretado por la escasez de espacio. Pero, de
todos modos es una prueba bien explícita de cuanto se ha
trabajado.
Y punto final... por hoy. Otro día seguiremos. Porque
hay materia para ello.