La Rambla - Cordoba

Las manifestaciones de protesta vespertinas el día de la huelga general, taparon en parte el fracaso sindical del pasado miércoles. Ha sido más estrepitoso aún que el de la huelga convocada el pasado mes de de marzo, cuando el gobierno apenas llevaba dos meses en el ejercicio de sus funciones. Si los sindicatos, tras años de silencio, percibido por los trabajadores como oprobioso, durante los años del zapaterismo inane continúan por esta senda tienen garantizada su desaparición a medio plazo. Me refiero a los sindicatos que, amarrados a la subvención, emplean formas de protesta manchesterianas, más propias del siglo XIX que del tiempo en que vivimos. La desaparición del sindicalismo sería una catástrofe, no así la de estos sindicatos que actúan como correas de trasmisión política de sus ideologías afines, léase PSOE y PCE.
El alegato del líder de CC.OO. la noche de autos es una prueba palpable del desconcierto sindical ante el nuevo fracaso cosechado en la convocatoria de huelga. Resultan particularmente demoledoras las palabras de Fernández Toxo considerando la austeridad -digo la austeridad que fue a lo que exactamente se refirió el líder sindical- culpable de la depresión que padecemos, y refiriéndose a ella como un mal que hemos de sacudirnos y un problema que sólo genera malestar. Me parecen tan inadecuadas y un dislate de tal calibre que prefiero pensar que fueron producto un lapsus linguae, fruto del desconcierto, y no que formen parte de sus fundamentos ideológicos. Si bien, he de señalar que tengo mis dudas después de que uno de sus correligionarios cordobeses comparase a Cáritas con la mafia.
Rechazar la austeridad y considerarla como una maldad en la que se encuentra el origen de nuestros males presentes, supone tanto como alentar el jolgorio vivido durante años. Un jolgorio del que se derivan los presentes problemas, alentados por un gobierno que no afrontó la crisis a su debido tiempo y que dilapidó en el llamado plan E más dinero del que ahora han supuesto los recortes en sanidad y educación, que tantas ampollas levantan. Jolgorio vivido también por unos bancos codiciosos que, buscando solamente cuentas de resultados y ganancias fáciles, no sólo se involucraron en la burbuja inmobiliaria, sino que concedieron créditos a mansalva; ahora necesitan dinero en cantidades ingentes para salir del marasmo en que encuentran metidos. Jolgorio también -sé que es políticamente muy incorrecto afirmarlo- el vivido por unos ciudadanos que, creyendo que todo el monte era orégano, se lanzaron a un consumismo desaforado y a considerar como derechos inalienables -en medio de la idea del podemos permitírnoslo o del gratis total, difundida desde determinadas ideologías, y que acabó extendida por todas partes-, aspectos de la vida que sólo el esfuerzo permite alcanzar.
La austeridad no es depresión ni hundimiento. Es una virtud que hizo grandes a los pueblos que la tuvieron como referencia en sus costumbres y cuando se olvidaron de ella fue, precisamente, cuando iniciaron su decadencia. Si Fernández Toxo prefiere seguir invitando al jolgorio, debería ser consciente de que ese es el camino seguro para ir al despeñadero. Así parecen haberlo entendido muchos millones de españoles, todos los que no respondieron a su llamada a la huelga.

Según tú lo mejor es trabajar y callar y si como hoy bien y sino mañana será otro día, porque eso de defender los derechos es cosa que solo lleva a que se piense que estamos de jolgorio.