La Montiela - Cordoba

Hay diversas explicaciones posibles, pero creo que la más relevante es el debilitamiento de la división del trabajo en el seno de la familia. En una familia tradicional el marido obtenía una serie de servicios domesticos de su esposa; a cambio la mujer, por su parte, lograba un bienestar económico y una posición social a la que no se le permitía acceder por sus propios medios. Ambos ganaban, por tanto, con el contrato matrimonial. Sin embargo, cuando la sociedad cambia y la mujer tiene muchas más facilidades para conseguir por sí misma dinero y posición, los beneficios de un matrimonio se reducen para ella. Lo que también le ocurre al hombre por motivos diferentes. Si ahora su esposa no le ofrece todos los servicios que antes podía obtener de ella y él mismo tiene que ocuparse de cuestiones domésticas que antes tenía solucionadas, los incentivos para contraer matrimonio disminuyen.La reducción en los costes del divorcio no es sino la otra cara de la misma moneda. Si ahora ganan menos que antes con el matrimonio, es lógico que los cónyuges pierdan menos con su ruptura. Y si a esto añadimos que el incremento mismo de la tasa de divorcio ha eliminado la mayor parte de los prejuicios sociales que contra esa institución existían, se entiende lo que está sucediendo. En realidad no es otra cosa que la aplicación directa del principio básico de la economía: una disminución del precio tiene como resultado un aumento de la cantidad demandada.Cabría, incluso, formular un teorema que correlacionara el número de divorcios con los cambios experimentados por las relaciones en el matrimonio. Es bastante simple: cuanto mayor sea la desigualdad entre los cónyuges, más estable será un matrimonio; y cuanta más igualdad exista entre ellos, menor será, en cambio, su estabilidad y más elevada la probabilidad de que acabe en divorcio.