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Hinojosa del Duque - Cordoba

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España > Cordoba > Hinojosa del Duque
18-03-12 14:30 #9792275
Por:lucio voreno

Atreverse a cambiar andalucia
PEDRO TENA


“Don Alfonso visitó con material velocidad, pero con detenida
inteligencia, una magnífica fábrica de tejidos llamada La Industria,
Malagueña, propiedad de los señores Larios, la cual hace honor á
Málaga; sostiene miles de individuos y se halla perfectamente
organizada hasta en sus menores detalles. Aquel ruido atolondra por
el momento, pero satisface en seguida; es el ruido del trabajo; es la
expresión de la vida que penetra hasta en el hierro, para dársela
después á las naciones simbolizada en el comercio.”
Inocencio Esperanza (José C. Bruna) “Impresiones de un viaje
a Andalucía con S.M el rey don Alfonso XII”
CONCLUSIÓN: ATREVERSE A CAMBIAR ANDALUCÍA
Ha llovido mucho desde aquel sueño ilustrado, reformista y liberal
de una Andalucía próspera que logró ser la primera región de
España en disponer de un alto horno, precisamente en Marbella, o
cuya banca gaditana fue la más importante de la nación.
También ha llovido mucho sobre los programas totalitarios que,
supuestamente fundados en el deseo de libertad y justicia social,
unos y otros, condujeron al abismo a la sociedad española y, muy
especialmente a la sociedad andaluza, que se empobreció como
nunca antes.
Y ya ha llovido demasiado desde la transición política española y el
deseo de autonomía de los andaluces que se aupaba sobre la
reclamación de la equiparación económica, social y cultural con las
mejores regiones de España y Europa.
Ni aquel liberalismo primitivo, ni el régimen de la restauración, ni la
república, ni las dictaduras ni, como se ha demostrado, el
socialismo de Suresnes han logrado dicha equiparación. Andalucía
necesita atreverse a cambiar si quiere ser una gran región europea,
no sólo para vivir en ella, sino para trabajar y prosperar en ella.
El régimen andaluz y cambio como atrevimiento
Cuando el PSOE llegó al poder municipal subida a los hombros de la
izquierda comunista en 1979, no tenía otro discurso que el
generalista del socialismo rampante heredado de un marxismo
nunca bien estudiado en el socialismo español desde los tiempos de
Pablo Iglesias.
Pero aquel grupo de injertados en el tronco socialista llamado
entonces “el clan de la tortilla” demostró su ambición y capacidad
organizativa triunfando en Suresnes y desplazando a todo un
socialismo histórico que, aunque incapaz de oponerse a la dictadura
de Franco, contenía la sabiduría de la experiencia del por qué se
había producido la guerra civil y los errores cometidos.
La ausencia de raíces definidas –en el PSOE la E de español fue sido
siempre natural -, y el desparpajo ético de sus primeros dirigentes
condujeron al PSOE andaluz a abrazar, si se quiere de manera
oportunista, el andalucismo enarbolado por un partido competidor,
por socialista y andaluz. Era el Partido Socialista de Andalucía de
Alejandro Rojas Marcos.
Desde ese andalucismo, táctico y nunca de principios, que les obligó
a aceptar a regañadientes la figura de Blas Infante y otros símbolos
nacionalistas, lograron reeditar en Andalucía lo que el PNV y
Convergencia i Unió hacían ya en el País Vasco y Cataluña: un
régimen cuasi nacionalista fundamentado aquí en el discurso
socialista. La combinación de los símbolos del nacionalismo
andalucista, la creencia en la superioridad intelectual y moral
heredada del marxismo y una idea de la organización más próxima
al leninismo (“el que se mueve no sale en la foto”), estructuró del
discurso del régimen.
Como todos los partidos nacionalistas, el PSOE andaluz no podía
compartir la identidad andaluza que decía representar con nadie.
Por ello, su primer paso hacia un régimen que degeneraba la
democracia constitucional incipiente fue la negación del papel
complementario y enriquecedor de la oposición.
A su alrededor, fue sembrando al contrario de lo que quiso Stuart
Mill, menosprecio por la dignidad democrática de la oposición. La
UCD y el PA fueron, a las primeras de cambio, tildados de traidores
al proceso de establecimiento de la autonomía andaluza,
independientemente de la verdad de los hechos. El PP, entonces AP,
fue identificado con el franquismo y, posteriormente, con el
empresariado explotador. IU, la inteligente aventura
regeneracionista de Julio Anguita, fue calificada de locura
extraterrestre.
El PSOE andaluz ya estaba en condiciones de considerar que lo
público sólo podía ser bendecido y administrado en el altar
socialista, arteramente identificado con “lo andaluz”.
Consecuentemente, que el PSOE ganara las elecciones era el modo
normal de vivirse la democracia en Andalucía y el arrinconamiento,
e incluso ensañamiento con la oposición, era de justicia porque no
ser del PSOE en Andalucía era propio, no de la libertad, sino del
pecado. Es más, se ha llegado a inyectar en la opinión pública
andaluza que sólo las victorias del PSOE son legítimas.
PP, IU y PA eran, esencialmente, transgresores del código nacionalandaluz-
socialista instrumentado por Rafael Escuredo como treta
para ganar unas elecciones y consolidado después como elemento
vertebral del régimen cimentado sobre dicha falacia.
Aquel falso pero insistente pregón del socialismo andaluz, repetido
hasta la saciedad por muchos profesores aupados por el régimen a
una estructura educativa partidista y martilleado de manera
inmisericorde por los medios de comunicación públicos(usados como
si fueran propiedad del PSOE) y los privados afines, llegó a calar en
los ciudadanos andaluces.
Por eso el cambio, que no es otra cosa que el sentido común político
y democrático aplicado a la gestión de un gobierno elegido, se ha
convertido en un atrevimiento, en un esfuerzo moral por superar la
mordaza intelectual aplicada por el PSOE andaluz. Atreverse a
cambiar es como un desafío al dogma socialista según el cual quien
no es socialista es de extrema derecha o loco, pero nunca
demócrata.
La tela de araña socialista y la dificultad de la alternancia
La alternancia democrática que es la regla de oro de toda
democracia que se precie de auténtica, nunca ha sido posible en el
conjunto de Andalucía desde 1979, puesto que ya la Junta
preautonómica fue presidida por socialistas.
Desde 1982, elección tras elección, el PSOE andaluz, usando a su
antojo todos los medios disponibles, fue ganando elecciones. Pero si
la primera de ellas, la que hizo presidente a Rafael Escuredo, fue
ganada legítimamente en las urnas, las demás se vieron
contaminadas por la erección de un régimen que pretendía
consolidar un partido único al frente de Andalucía, parecido al PRI
mejicano y fundamentado en la degeneración democrática del
“despotismo blando”, el régimen ya anticipado por Alexis de
Tocqueville en La Democracia en América. Lo describía el francés de
esta manera:
Sobre éstos [los ciudadanos] se eleva un poder inmenso y tutelar
que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte.
Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al
poder paterno si como él tuviese por objeto preparar a los hombres
para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos
irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen,
con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad,
mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella; provee a
su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus
principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones,
divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de
pensar y la pena de vivir.”
Tal despotismo blando fue posible, asimismo, por la inexistencia de
una oposición de centro derecha articulada en los primeros años. La
desaparición de UCD y la división entre PDP, CDS y AP impidió la
alternancia. Posteriormente, desde 1990 el recién refundado Partido
Popular comenzaba a escalar posiciones a nivel nacional. En
Andalucía, la digna resistencia ante los ataques del régimen
socialista y la nueva dirección encomendada a Javier Arenas
comenzaron a dar frutos.
Pero la tela de araña tejida sobre la sociedad andaluza era tan
densa que parecía imposible el cambio. Sólo en tiempos de
confluencia de crisis y corrupción el PP se acercaba al gobierno. Así
ocurrió en 1994, cuando quedó a cuatro diputados de un PSOE que
perdió la mayoría absoluta por vez primera.
El PSOE, centrado en el gobierno de la Junta y convirtiendo a la
administración autonómica en una especie de “estado” propio desde
el que controlar desde la función pública a la economía andaluza, los
agentes sociales, la comunicación, la educación, la salud, las ONG o
la cultura, por parar ahí, dejó de lado a los Ayuntamientos y a sus
municipios, hueco aprovechado por el PP andaluz para desarrollar
una oposición local y concreta cada vez más eficaz conquistando
desde 1995 los grandes municipios mejor informados y más
desarrollados
Finalmente en 2011, el PP andaluz ganó las elecciones municipales
propiciando con ello el cambio general en una Andalucía cansada ya
del régimen y sus abusos, sorprendida por los niveles de corrupción
alcanzados por unos dirigentes que presumían de honradez y
honorabilidad.
Por tanto, a la pregunta del por qué no ha producido la alternancia
democrática en Andalucía cuando en otras muchas regiones de
España sí se produjo (salvo Extremadura y Castilla la Mancha,
donde el PSOE impulsó regímenes regionales parecidos) hay que
responder que la tela de araña tejida desde el gobierno concebido
como propiedad política, ha sido la principal causa del largo período
de permanencia socialista. Cuando un gobierno ocupa la sociedad
en beneficio de su partido en lugar de gobernar en beneficio de
todos sus ciudadanos, se está ante un obstáculo muy grave para el
desarrollo normal de la democracia.
Pero no debe olvidarse la colaboración de los pequeños partidos en
la perpetuación del régimen socialista. Tanto Izquierda Unida1 como
el Partido Andalucista se han brindado a proporcionar “muletas” al
régimen antes que ayudar a su eliminación.
Muy especialmente el Partido Andalucista contribuyó al
sostenimiento del régimen instalado en el interés propio y en la
fatua creencia de que tal contubernio acabaría beneficiando al
andalucismo. Lamentablemente para ellos, aquella colaboración ha
llevado casi a la desaparición política de andalucismo nacionalista,
fagocitado por la capacidad propagandística del régimen con el que
colaboraron.
Izquierda Unida, colaboradora del régimen en municipios y
Diputaciones, siente ahora la misma tentación. Tras los discursos
de su máximo dirigente actual, Diego Valderas, late cada día más
claramente su decisión, y de la mayoría de la organización,de
apoyar el reflotamiento del régimen del PSOE andaluz a cambio de
parcelas de poder antes que la regeneración de la democracia
andaluza y el desarrollo económico y social.
Sólo UPyD, partido recién llegado con sorprendente fuerza a la
realidad política andaluza, se ha atrevido a decir que si la sociedad
andaluza quiera un cambio, no lo obstaculizarán.
1 Desde la desaparición política de Julio Anguita y Luis Carlos Rejón, firmes creyentes de que, desde la
legalidad democrática, podría desarrollarse una política social amplia y profunda
La responsabilidad histórica del Partido Popular
Fue en las elecciones municipales de 1979 cuando el PSOE de
Andalucía llegó al gobierno de la inmensa mayoría de los municipios
andaluces, aupado por la pinza de izquierdas con los partidos
comunistas, desde el de Carrillo hasta los más radicales. Luego logró
hacerse con la presidencia de la Junta preautonómica y finalmente,
en 1982, tras someter a centristas y andalucistas a un acoso
sectario y a descalificaciones sin precedentes, con la presidencia de
la Junta de Andalucía. 32 años después, el PSOE todavía gobierna
en la Junta de Andalucía con mayoría.
Pero todos los despotismos cometen errores y por ello, pueden ser
derrotados.
El primero de ellos fue traicionar la autonomía querida por los
andaluces desde 1977, que no era sólo la autonomía administrativa
de la Junta de Andalucía, la única importante para el PSOE, sino la
autonomía personal de cada andaluz con base en el trabajo y la
libertad, la autonomía de una sociedad civil postergada y la
autonomía de unos ayuntamientos empobrecidos y marginados.
El segundo error es no haber logrado sacar a Andalucía de los
últimos lugares del desarrollo económico y el bienestar social en
más de un cuarto de siglo y no haberla convertido en una región
próspera, equilibrada y cohesionada. A pesar de la inmensa
maquinaria de propaganda del PSOE y de la Junta de Andalucía, no
podrán cambiar el hecho de que Andalucía está entre las últimas
regiones de España en empleo, PIB, renta disponible, salarios,
pensiones e incluso prestaciones por desempleo. No digamos nada
de educación, la peor de España e incluso de la sanidad. Tampoco
es moco de pavo la división interna de Andalucía entre zonas pobres
y ricas. Que un 90% de sus municipios no llegue a la renta andaluza
media es socialmente inquietante e injusto.
Y el tercero, haber renunciado al mensaje de la España unida y
común, de la España compartida que no partida, y haberse rendido
a los festejos del nacionalismo-socialismo catalán, especialmente,
aceptando las teorías disgregadoras y asimétricas de Maragall ahora
escondidas bajo las faldas de Carme Chacón, aliada policía de José
Antonio Griñán.
El PP, aun careciendo todavía de una estricta igualdad electoral de
oportunidades como reconoce todo el mundo, tiene, a pesar de
todo, una misión histórica: contribuir al enderezamiento del rumbo
de España mediante la consecución del cambio en Andalucía. Tiene
tres banderas básicas: la de las libertades y la autonomía cabal en el
seno del proyecto de España, la del progreso real y la igualdad de
oportunidades frente al progresismo de pacotilla y la de la ética civil
y política en un estado constitucional.
El PP tiene la oportunidad de ennoblecer el debate político andaluz
con una propuesta de potenciación de la autonomía personal, civil y
municipal en el seno de una Andalucía concebida como sociedad
abierta; con un programa de desarrollo económico realista y
acelerado con mucho menor grado de intervencionismo y más vigor
de la competencia y la eficiencia; con un proyecto anclado en la idea
liberal de una Administración Pública de moderado peso,
políticamente neutral, regida por el más estricto derecho
administrativo y capaz de prestar servicios eficaces y de calidad; con
una estrategia de igualdad real de oportunidades –sobre todo
educación de calidad, sanidad y atención social, -, en el marco de
una sociedad dotada de estructuras solidarias2; con un plan fiable
de regeneración ética y democrática de prácticas e instituciones
acostumbradas a servir a un partido antes que a los ciudadanos y
con un proyecto de desarrollo científico y cultural, tanto creativo
como productivo.
2 La palabra “solidaridad” sigue siendo malentendida deliberadamente por muchos prebostes del régimen. Solidaridad
no es sinónimo de caridad cristiana a fondo perdido ni de apuesta por el clientelismo. Solidaridad es un camino de ida
y vuelta entre quien da y quien recibe, ambos socios solidarios de un proyecto común que exige reciprocidad.
No hay otro partido capaz de conseguir el cambio. Toda la
responsabilidad histórica es, pues, del Partido Popular. No es fácil,
pero como le dice el perro al hueso: "Tú eres duro, pero yo no
tengo otra cosa que hacer". Y, además, es urgente si se quiere
evitar la consolidación definitiva de un régimen que ya ha extendido
su tela de araña de manera inmisericorde y si se quiere salir del
sufrimiento social derivado de la pésima labor de gobierno y de la
gestión infame de una crisis económica nunca reconocida.
Las elecciones andaluzas de 2012
La campaña electoral andaluza de 2012, bicentenario de unas
Cortes que se celebraron en Cádiz y dieron a España la buena nueva
de la democracia liberal, única democracia coherente, va a ser la
campaña autonómica más importante de la historia de España
desde la transición. Ni las primeras catalanas y/o vascas tuvieron tal
trascendencia histórica. En ellas se decide el futuro del conjunto de
España por dos grandes razones:
a) El cambio en Andalucía hacia el desarrollo podría traer como
consecuencia un equilibrio regional desconocido hasta ahora
en la España democrática con el consiguiente fortalecimiento
de un gran Sur español desde Madrid a Andalucía incluyendo a
Castilla la Mancha, Extremadura, Murcia y Valencia
b) Como consecuencia de dicho cambio y del naufragio nacional
de un PSOE contaminado por los excesos del radicalismo,
podría producirse la refundación ética y política de la
socialdemocracia española degenerada por la oligarquía filo
totalitaria, nada ejemplar y a-ética consagrada en Suresnes.
En mayo de 1988, hace nada menos que 24 años, se escribía en El
País: "Andalucía está a punto de cumplir nueve años como
comunidad autónoma con los mismos problemas que sirvieron de
argumentos para las ya lejanas elecciones de mayo de 1979: un
desempleo casi 10 puntos por encima de la media nacional y una
infraestructura de servicios públicos y comunicaciones con niveles
más bajos que el conjunto del país. Esta situación se mantiene pese
a que la economía andaluza ha crecido más que la media de España
en los últimos años. Ésta es también la comunidad que maneja un
presupuesto mayor: casi 800.000 millones de pesetas este año".
Treinta y dos años después de 1979, el PSOE ha mantenido a
Andalucía en una situación semejante pero ha dispuesto de
presupuestos altísimos asentados en la solidaridad nacional (más de
32.000 millones de euros este año) y la inmensa ayuda de la Unión
Europea(casi 70.000 millones de euros desde 1986).
Sólo estas circunstancias, el fracaso de este socialismo como factor
de progreso real, harían natural un cambio político en Andalucía.
Pero además, el bendito Sur ha sido escenario de un estallido de
corrupción que ha dejado entrever con claridad la espesa, pegajosa
y terrible tela de araña que se ha extendido sobre la sociedad
andaluza desde 1982.
Si el próximo día 25 de marzo, ambos vectores consiguieran el éxito
electoral del PP andaluz como resultante político, el proyecto político
de reformas que inspira a Javier Arenas podría poner término al
régimen que ha obstaculizado, y de qué modo, el desarrollo de
Andalucía como sociedad abierta y podría poner los cimientos de un
renacimiento económico, social, cultural y político que Andalucía
espera desde la segunda mitad del siglo XIX.
Una Andalucía fuerte en un Sur de España fuerte hará imposible la
hegemonía de los regionalismos separatistas que tan cara cuesta a
los ciudadanos de esta democracia y haría posible que, por fin, los
andaluces, no en la propaganda sino en los hechos, esto es,
empleo, PIB, renta, servicios, etcétera, fueran ciudadanos de
primera en la España común.
Además, el cambio en Andalucía tendría que producir como corolario
el fin de la oligarquía monipodiana gestada en Suresnes que
desplazó a lo más razonable y ético del socialismo español dando
paso a una refundación sólidamente socialdemócrata en la que los
valores democráticos estuvieran por encima del partido como fin en
sí mismo, modelo totalitario propio del leninismo y el nazismo. Cada
persona, cada ciudadano es el fin en sí mismo, como quería Kant y
la mejor socialdemocracia europea y esa asunción es la asignatura
pendiente de un socialismo hispano que predicó el cambio y nos dio
a todos el cambiazo desde 1982, que ese sí que fue un cambiazo.
Si Javier Arenas gana en Andalucía, la izquierda española podrá
tener la esperanza del futuro abierto y Andalucía saboreará la
esperanza de cumplir sus sueños de equiparación con las mejores
regiones de España y de Europa desde la práctica de una
democracia respetuosa con el Estado de Derecho y el control de la
oposición.
Por ello, Andalucía es testigo de una importante batalla. Un PP que
lleva perdiendo elecciones sin levantar la voz ni descalificar a nadie
desde 1982 tendrá oportunidad de demostrar la madera ética y
política de la que está hecho en una región que necesita su impulso
y cumplir con un papel histórico que ningún otro partido puede
cumplir en este momento.
Un PSOE andaluz, carcomido por la herencia de Suresnes y ahogado
en su propia degeneración e ineficacia, buscará en una Izquierda
Unida, que no tiene la talla de la que alumbraron Anguita y Rejón,
perpetuar unos años más su poder y su aparato logístico nacional
que sólo en los fondos andaluces podría encontrar financiación
adecuada.
El 23 de marzo termina una de las campañas más importantes de la
historia democrática de España. La ilusión por unas metas de
desarrollo y dignidad regionales y por la ejemplaridad en el
comportamiento político, podrían terminar el trabajo comenzado
hace años por Javier Arenas.
El día 25 la libertad y la razón pueden lograr que los andaluces se
atrevan a hacer lo que necesitan hacer por sí mismos, por España y
por la Humanidad3.
Contra el fatalismo de cualquier signo, nada está escrito. Lo
escribirá la libertad de cada andaluz y andaluza en la papeleta de
voto.
Puntos:
18-03-12 17:26 #9792778 -> 9792275
Por:Paquito 1976

RE: Atreverse a cambiar andalucia
Me lo he imaginado leido por Paco Balladares y me ha sabido a gloria. Ideologias a parte.
Puntos:
18-03-12 17:28 #9792784 -> 9792778
Por:Paquito 1976

RE: Atreverse a cambiar andalucia
Resulta que se escribe con V.
Puntos:
18-03-12 20:29 #9793509 -> 9792784
Por:KEITEL

RE: Atreverse a cambiar andalucia
Con V de victoria y con M de mayoria absoluta, eso es lo que necesitamos dentro de una semana.Solo falta un peldaño.Un empujoncito mas y del partido de los ERES no quedarà ni el recuerdo.Bueno, el recuerdo si, el triste recuerdo de una economia arruinada, de un pais al borde del abismo, de una comunidad autonoma lider europea de paro,y con los Juzgados colapsados por los casos de robo de dinero publico por parte de los que todos sabemos.Y eso no serà nada, si hay ocasiòn de poder levantar las alfombras, que entoncees ...........
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