LA ENVIDIA
“La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestran cuánto se aburren. El hombre es el lobo del hombre”
Arthur Schopenhauer
La riqueza se desea, la inteligencia se envidia
Dicho popular judío
He estado reflexionando sobre la envidia, y para empezar citaré dos frases que aparecen al principio que son muy apropiadas para comenzar a tratar el tema.
La primera indica que la gente que no tiene nada que hacer, que vive la vida fijándose en lo que hacen los demás son pasto fácil de la envidia, es gente desdichada, que no es feliz ni tampoco quiere que los demás sean felices.
Y en la segunda cita, bien lo expone el dicho hebreo, la inteligencia es lo que se envidia siempre, porque las cosas materiales son más o menos fáciles de obtener, sin embargo la inteligencia es innata. Si alguien muestra su inteligencia, bondad, discreción, honestidad, ética, y todos sus valores, inmediatamente será odiado sin sentido por alguien que desea lo que el otro tiene. El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece lo que tiene. Y ahí tenemos otras actitudes que acompañan la envidia: la mentira, la traición, la intriga, el oportunismo, el resentimiento y el odio.
La RAE, habla de la envidia como “la tristeza o pesar del bien ajeno y la emulación, deseo de algo que no se posee”. Lo primero que pienso al leer la definición es que en vez de tristeza debería ser rabia, furia, irritación y diría que desdicha también. El envidioso no se deprime, se altera ante lo que no tiene y otro posee y él quiere tener. Y más si en realidad no puede tenerlo y sabe que nunca lo conseguirá.
Realmente es tan mala la envidia que llega a matar, porque va minando poco a poco el corazón de quien envidia.
De allí nace el resentimiento, el otro tiene algo que yo no tengo y, por tanto, lo odio. Y además de no sólo desear tener lo que el otro tiene, quiere que el otro deje de tenerlo. Disfrutaría si el otro pierde o deja de tener lo que el envidioso envidia.
La naturaleza destructiva de la envidia, se refleja en que se origina malestar emocional; sentimiento que en lugar de ayudarle a conseguir lo que envidia, se lo dificulta.
El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado, para poder comprender su situación, o de sentir empatía hacia él.
Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus ocupacional, el dinero, el poder o los símbolos y las posesiones materiales.
En los ambientes en los que existe una fuerte tendencia a evaluar el rendimiento de forma individualista y competitiva hay más riesgo de suscitar envidia.
Cuesta creer que la envidia también se dé en ambientes virtuales y en redes sociales como esta. Basta ver que cuando algún amigo nos cae bien y nos ha gustado lo que nos ha comentado, nos deshacemos en alabanzas hacia el comentario dado, analizando una a una la palabra dicha o escrita.
Los psicológos dicen que para que en lugar de producirse envidia surja admiración, es necesario que las cualidades que se observan en el otro no representen una amenaza para la propia valoración y que para prevenir la envidia se debe aprender a relativizar las diferencias sociales y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, para evitar que dicha comparación tenga un efecto destructivo en nuestras a veces mermadas autoestimas.
Realmente cada día me convenzo más que es bueno ser competitivo, pero con uno mismo, tratando de mejorar cada día, ser felices con lo que tenemos y logramos, con nuestros valores, sin sentir envidia ni rencor. Que bonito es no sentirlos nunca, aunque a veces, seamos blanco de la envidia de otros, ¡y eso duele y mucho! Y si se es objeto de la envidia de alguien a quien estimas o te cae bien, más aún.
De mi queridísma amiga Marita.