Fernán-Núñez - Cordoba

Ana Botella y los sucios mendigos

No debería ser así después de tanto tiempo, pero no puedo evitar seguir sorprendiéndome ante la reacción que en este bendito país nuestro siguen provocando las obviedades. La sensata declaración de la esposísima, Ana Botella, sobre el obstáculo que suponen los mendigos para una correcta limpieza de la ciudad ha despertado la ironía de los ingeniosos periodistas de izquierdas, que no pierden oportunidad de meterse con la saga familiar que mayor gloria ha dado a nuestro país desde los tiempos de los Reyes Católicos.

Resulta evidente para cualquiera que los mendigos, a la par que afean nuestras ciudades, hacen su limpieza más complicada. Esa manía de la que hacen gala de esparcir sus escasos bienes por el suelo, ocupando aceras, bancos de parques o puentes, impide que los servicios de limpieza puedan dejar nuestras calles al gusto de la concejala de medio ambiente y del resto de los ciudadanos de bien. Lo que no resulta tan evidente es qué medidas tomar ante semejante problema. Como Ana es muy prudente y no se ha manifestado en este sentido, me permito sugerirle una medida para acabar con el problema.

Le propongo recurrir al método Sarkozy: detener a los mendigos y obligarlos a salir de la ciudad. Reconozco que este método podría crearnos ciertos problemas con los municipios circundantes, así que lo ideal sería pagarles un billete a algún lugar alejado, gobernado por algún ayuntamiento socialista. Sin duda, la llegada de los mendigos a estas ciudades crearía un problema de convivencia, que podría ser aprovechado por el líder de nuestro partido en la zona, para hacer un poco de populismo xenófobo y obtener así una ventaja electoral en los próximos comicios municipales. De esta manera solucionamos dos problemas de una sola tacada.

Lo dejo ahí como idea para que sea recogida por los líderes menos pudorosos de mi partido, con la seguridad de que Ana, aunque sin duda ha llegado a la misma conclusión que yo, no será quien se ponga al frente de la iniciativa. Una vez hayamos solucionado el problema de la suciedad y fealdad de los mendigos, que empiecen a temblar los usuarios de chándal, estamos estudiando impedir el paso a los lugares más emblemáticos de Madrid a todos aquellos que no usen camisa de cuello y puño blanco.

(Recogido del periodico El Plural en la edicion de Hoy)

Pues sí

no estaría mal

un poco de orden

en la ciudad