El Trovador https://rma1987.blogspot.com/ El trovador. Dígalo el buen caballero, que, al quebrar la madrugada, con la luz de la alborada el reino recorrerá entero. La verdad diga el guerrero que defiende a su señor, que es el oficio mejor cantar al amor más cruel, pues es bello siempre en él el sentir del trovador. Si, siendo el amor esquivo caprichoso en quien lo siente, puede turbarse la mente del más sano y reflexivo, mayor disgusto recibo, que es acaso tal amor, el mandado de un dolor, que el alma tiene dichosa, que el espíritu reposa de un cansado trovador. Y la espada he de jurar, obedeciendo a su ley, que, si el amor se hace rey, su mandado he de escuchar. Que, si no puedo trovar, será, en su crueldad, favor decir, como el ruiseñor, no muy lejos de la fuente, el espíritu doliente del callado trovador. Y, entre el hayedo y los pinos, caminar sabré, dichoso, por el bosque silencioso, donde habrá largos caminos. Los mares veré vecinos, cuando, naciendo el albor, una música mejor inspire, con raro encanto, el embrujo del encanto del vencido trovador. Será dejar tanto hayedo mirar, con aire sombrío, el aire que vaga frío, sin sentimientos de miedo. Y, detrás del castañedo, tras mostrar tanto valor, viendo el vuelo del azor donde el alba nace pura, sospechar la pena oscura del rendido trovador. Que no es el amor amigo cuando, con flecha asesina, mira el alba, que imagina desnuda de todo abrigo. Caso ha de hacer cuando digo, viendo el rayo y su color, que la llama del albor, aunque llena de tristeza, suele alumbrar, con dureza, el dolor de un trovador. Que el caballero, vencido, derrotado en los amores, a los tiernos ruiseñores se confesará perdido. Y todo tendrá sentido siendo del hielo el fragor, porque lo pide el fervor que tales dolores sabe porque sus rimas acabe con su genio el trovador. Que, al llegar junto a la orilla del cristalino arroyuelo, halló en él la luz del cielo la dulce pasión sencilla. Que, como la luz que brilla, suele armarse de valor quien se siente delator de un sentimiento perverso el trovador cuando, en verso, canta como trovador. Porque, a partir es dichoso, entre el hayedo y los pinos, quien recorre los caminos por el bosque silencioso. Y porque el mar anchuroso, debe cruzar con valor, por no hacerse desertor del amor y su querella, canta a la dama más bella con dolor el trovador. Que así partió el caballero que, obligado en tal empresa, a buscar fue la princesa, llevando su duro acero. Y en esta empresa yo espero, hombre fiel con mi señor, hacerle mayor favor que obedecer mi mandado, pues galán enamorado, ya lo dijo el trovador. Que si en el bosque, a caballo, recorrió el lugar sombrío supo de aquel amorío alocado como el rayo. Porque ya va para mayo que por sus ojuelos muere, porque sabe que lo hiere, y jamás la podrá alcanzar ese lejano lugar, que triste el amor prefiere. Que, llegado el mediodía, pensando en dulces amores, sabré decir sus dolores, cuando el bosque recorría. Negra es, pues, la suerte mía, si a tales males me obligo, que decir supe enemigo al instinto del amor, y, embargado de dolor, sus dolores también digo. Porque dijo el caballero: “En este bosque perdido habré de quedar dormido antes del primer lucero. Que, mientras el alba espero, será el descanso dichoso, pues parece fatigoso cabalgar, hora tras hora, desde la luz de la aurora, al crepúsculo brumoso. Porque, siendo el día duro, tras tan fuerte cabalgada, se siente el alma cansada y en el sueño me apresuro. Y de soñar tengo apuro, pues del alma es siempre el dueño ese palacio del sueño en que el espíritu espera, porque, si el sueño es quimera, también es firme el empeño. Y el caballero cumplido, a fuerza de caballero, se olvidó de tanto esmero, y quedó pronto dormido. Y, porque al sueño rendido se entregó con la fatiga, en el sueño que lo abriga, advirtió la voz callada de la lejana alborada que los amores mendiga_ “No duermas más, caballero, y, corriendo en tu caballo, ve más rápido que el rayo, y enciende tu horror guerrero. Porque en la mano el acero lucirá de madrugada, que, antes de que la alborada despierte su luz más nueva, que ya conquista la cueva de la negra sombra helada”. Y el caballero, cansado, despertando de su sueño, de su aliento se hizo dueño, y gritó al aire callado: “Si soy caballero honrado, no importará, en la aventura, el dolor, si es que se apura del combate ya el momento”. Y en su caballo, contento, siguió entre la sombra oscura. Desciende, pues, la ladera de la inclinada enriscada que no verá la alborada de la aurora mañanera. Y sigue, de esta manera, el hondo desfiladero, por el que el torpe sendero se adentra como serpiente que ve pasar la corriente sin apuro y sin esmero. Corre cerca de la fuente que mansamente camina donde la luna ilumina su leve llama doliente. Que el arroyo complaciente sepa indicarte el camino, pues conduce a ese destino al que vas con suerte incierta, si la esperanza despierta el triste amor peregrino. Que la has de encontrar espero, pues que no falta agudeza, si entrega su fortaleza, quien de amor muere sincero. Y habrá un dulce cancionero que el arrojo y el amor sabrá cantar, con valor, donde la limpia camisa besa del alba la brisa, cuando escucha al trovador. 2013 © José Ramón Muñiz Álvarez |