Torrenueva - Ciudad Real

El 8 de abril de 2013, todos los medios de comunicación dedicaban un titular anunciando la muerte de María Antonia Abad Fernández, más conocida por SARA MONTIEL. Si bien, la noticia resultó algo ensombrecida, pues coincidió con el también fallecimiento de la que fue primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher.
Me atrevería a decir que después de CERVANTES, nadie como ella ha enarbolado por todo el mundo el nombre de ese territorio manchego, “MONTIEL” y no sólo por elegirlo como parte de su nombre artístico, sino porque allá por donde iba presumía de sus orígenes y de ese pueblo tan manchego que la vio nacer, “Campo de Criptana”. Es por ello, que hoy rememorando un poco lo acontecido en estos días pasados y después de tanto como de ella se ha dicho, quiero dedicarle este recuerdo.
Desde muy joven, sin apenas saber leer y escribir, abandonó España para intentar abrirse paso y desarrollar su carrera en el extranjero.
He de reconocer que sus películas no eran las de mi gusto de cine; sin embargo, admiro la gran actriz y cantante que ha sido y eso es lo que importa. Pues, en su haber tiene el haber sido la primera española que triunfó en Hollywood y la más internacional; la de codearse, además de compartir reparto con los grandes de su época, entre otros, Gary Cooper, Burt Lancaster y Charles Bronson. Además, se relacionó con el gran poeta León Felipe, el dramaturgo Miguel Mihura, el cineasta Mario Camus y con Ernes Hemingway, así como con el nobel de Medicina, Severo Ochoa, del que decía estar terriblemente enamorada.
Amante de la libertad, vivió con intensidad y a su aire, haciendo siempre lo que quería hasta su muerte que acaeció de manera inesperada y silenciosa cuando preparaba su maleta para emprender un viaje a Oviedo, que se tornó en el definitivo.
Por ello, como torreveña y manchega que soy, quiero despedirme de ella con los mismos versos de Ramón Alarcón con los que sus seres queridos la despidieron:
“Llegó por el mar un día y se marchó por el mar
se llevó como recuerdo un beso, no pidió más”.

Mª Reyes Hellín Cruz

Muy bien, Mª Reyes. Felicidades por traernos ilustres paisanos a este foro.
Leí, que Doña Sara decía que la enseño a leer en Méjico este poeta:

León Felipe

Cómo Ha De Ser Tu Voz

Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra…
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera…
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.

Los Dioses griegos eran inmortales aunque tuvieran aspecto humano y todas sus debilidades. Se mezclaban con los mortales en sus peleas, envidias y pasiones, hasta el extremo de tener descendencia con ellos: los Héroes, hijos de Dioses y Diosas con humanos (Hércules, Aquiles, Ulises) adquirían cualidades divinas, pero eran mortales.

Los humanos tenemos la tendencia a idolatrar a las personas o personajes que triunfan, dotándoles de atributos que nos están vedados, pues sólo pertenecen a dioses o de héroes.

Si aplicáramos la mitología griega Antonia Abaz, Sara Montiel, sería humana. Una humana de gran belleza y provista de la gran cualidad que los críticos denominan “comerse la cámara” o “de hacerse querer por la cámara”. Son cualidades de cuna, que se nace con ellas. No nació con cualidades interpretativas de actriz, ni con cualidades de cantante, esas las debió cultivar, aunque el fruto no fuera de gran calidad. Con todo ello llegó a triunfar, pero sus papeles americanos –por falta de registros- estaban encasillados (india, mejicana, y en España entre folclórica y “mala femme”). Triunfó en sus papeles de cine y en sus papeles reales y, también, emborronó algunas hojas, fundamentalmente, las últimas. No era Diosa, ni Heroína, era humana.

Puedes nacer con el don de saber afrontar la decadencia del último tramo de la vida, que no es otro que, el de la discreta inteligencia y elegancia del “savoir-être et savoir-faire” (demasiado francés), saber, saber estar y saber hacer, en todas las etapas vitales o se puede aprender durante la vida (el malogrado Rodríguez sanpedro, lo hizo) o,… qué carajo, puedes meter la pata, sobre todo… en el final. Basta con respetar a los demás y un par de normas más.
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Si pudiéramos borrar nuestra la decadencia, la borraríamos, por no ser capaces de dar el nivel mínimo de dignidad necesaria en la vida o de estar a la altura de las circunstancias. Quien sabe si, ella, tomaría el borrador o la tiza para escribir sus últimas fantasías.

¡Qué gran poeta, León Felipe! y qué olvidado le tenemos.