NACIONALISMO DE CAMISETA DEPORTIVA Y CALZÓN CORTO Ayer (según los medios de comunicación) las calles del estado español estaban abarrotadas de aficionados. Yo que no soy nazionalista, ni lo quiero ser, ante tal “marea humana”, me lancé a la calle (solo un punto de reunión en Terrassa), a fisgonear porque la Consuelo ya sabéis… Os puedo garantizar que el volumen de esa corriente humana no era inmensa. Nada nuevo en cuanto a las características de los aficionados presentes. Eran jóvenes, muy jóvenes, entre los 14 y los 25 años, castellano parlantes. Porque al pasear por allí me saludaron algunos jóvenes a los que he visto crecer, con los que he colaborado y trabajado, que para nada son el ejemplo de patriotero españolista o fascista que algunos puedan pensar, todo lo contrario eran jóvenes de las clases populares, gente amigable, sencilla y cordial. El número de concentrados no alcanzaba las 200 personas, en una ciudad de más de 200.000. Pude observar un ambiente de alegría comedida y como esa masa humana contaba con la presencia de personas inmigrantes, alejando de mi algunos temores y perjuicios. En concreto ese día, dos chicos negros, encaramados sobre otros lucían la bandera española y una copa de plástico que imitaba a la que días más tarde recibiría a la selección española. Me fui después de media hora pensado: que lástima que la Selección Catalana o la de Euskadi, que tanto desean existir y competir no lo puedan hacer por ser privadas de legalidad por parte de los poderes políticos y deportivos. El deporte sin el capitalismo sería un elemento para revalorizar el trabajo colectivo y de lucha por la superación personal y de la cultura del esfuerzo. Hasta aquí todo aparentemente normal, todo “natural”, ciudadanos sometidos a los medios de comunicación y a su poder manipulador, sobre todo los jóvenes, celebran el triunfo de la selección española por la noche y por la mañana seguirán con sus contratos basuras, sus hipotecas los pocos que las tengan y con su vida más o menos feliz. Jóvenes nacidos y criados en el apoliticismo y educados en una sociedad de consumo desaforado. Las cifras que en los medios se han publicado dicen, que por ejemplo en Barcelona, fueron 10.000 personas las que salieron a las calles (en realidad a dos lugares Canaletas y Plaza de España) en una ciudad que tiene 1.600.000 habitantes. Nada creo que se deba añadir, las cifras hablan por si solas, para este y para otros casos, ¡ojo!. Este nacionalismo banal, de bandera, camiseta deportiva y calzón corto, nada más puede perseguir que esa celebración hábilmente azuzada desde la cadena televisiva Cuatro, podemos, podemos…. Pero mientras tanto nos aparece como una cosa natural (así es el capitalismo) un nacionalismo español de estado revitalizado. Representado inicialmente, el jueves en el partido contra Rusia, de la mano de los príncipes de españa besándose acariciándose y alegrándose de los triunfos de nuestra selección, todo esto junto a su pueblo de forma natural como “personas sencillas, como uno más”. Hábilmente enfocados, hábilmente utilizados. Se ha hecho mofa y befa más o menos sutil de los políticos catalanes de ERC, o del PNV y la izquierda abertzale en el caso vasco, y se les ha acusando de antiespañoles en unos casos y esencialitas en otros por simplemente decir, que esa no era su selección o que preferían que ganase el mejor. La discrepancia no era admitida, esa es la raíz de todo nazionalismo excluyente, expansivo y opresor, tipo el nacionalismo español. ¿Fue una casualidad la presencia de banderas con el escudo franquista, que vimos sobretodo el día de celebración del triunfo? Respetar el derecho de cada ciudadano de las naciones existentes en el estado español a decidir que forma de relación quiere tener con el estado español no entra en los planteamientos del nacionalismo español, a pesar de que este respeto al derecho a decidir sería un ejerció de democracia impecable. En resumidas cuentas: El objetivo: nacionalizar una España reaccionaria y neofranquista, revalorizando la bandera y símbolos como la monarquía como ejemplo de modernidad y de gran nación emergente, recuperar el terreno perdido. Que bien les han venido la marea “roja” (que curioso lo de roja) Pero ya se sabe, no hay peor ciego que el que no quiere ver o, lo que es peor, el que quiere mantenernos a todos y todas en la ceguera y en conflicto, en lugar de llevarnos a la democracia real y participativa y a la posible solución. Salud para todos Consuelo.
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