La Lechuza............. Al igual que esta, aquella primavera fue también muy lluviosa y en el mes de Mayo las hierbas que crecían alrededor del castillo estaban muy altas, eso tuvo que ser lo que le salvara la vida. Fue un día del mes de Mayo del 85 ya había anochecido cuando llegó un amigo a casa y me dijo. -Mira lo que acabo de encontrarme. En la mano llevaba un pollo de Lechuza todo de color amarillento del tamaño de una pelota de Tenis. -Se debe de haber caído del castillo, ¿si lo quieres criar te lo doy? Yo acepte encantado. Ya cuando fui niño había criado algunas Tórtolas y me había gustado la experiencia, volver a criar otra vez un ave, aunque fuese una rapaz merecía la pena. El pollo de Lechuza como he dicho antes tenia aproximadamente el tamaño de una pelota de Tenis y la cabeza del tamaño de una pelota de Ping-Pong, se sabía que era una Lechuza por la forma de corazón que tenia su cara y sus grandes ojos redondos. Criarla fue de lo más fácil ya que es un carnívoro y en la casa siempre sobraba carne y desperdicios de pollo y la lechuza os puedo asegurar que tenía buen apetito, a golpes de cabeza se tragaba unos buenos trozos de carne, hasta un dia que se trago el hígado y la piel de un pollo, le sentó mal y lo vomitó todo, lo tuve que lavar ya que se puso perdido de vomito y no podéis imaginar lo mal que olía. Todo era perfecto salvo las noches ya que al ser un animal nocturno por el dia estaba casi todo el tiempo dormido y por las noches se las tiraba cantando, mejor dicho silbando, estaba toda la noche emitiendo un SSSSSSSSSSSS y me despertaba varias veces y aunque estaba lo mas lejos posible de donde dormía, en el silencio de la noche esa especie de silbido llegaba a todos los rincones de la casa. Aquello no podía seguir así tenia que buscar una solución. La noche siguiente me subí a la terraza de mi casa y deposité la Lechuza en el suelo, yo me escondí detrás de una ventana y a través de los cristales me puse a observar lo que ocurría. El pollo empezó como todas las noches a silbar y al cabo de un rato observé como una Lechuza adulta se posaba en la antena de la tele, esta estuvo un ratito observando el panorama hasta que emitió un silbido más agudo y penetrante que el del pollo y se marchó. El pollo al oír este silbido parece ser que lo excitó ya que aumentó la cadencia e intensidad de sus llamadas. Yo seguía observando a través de los cristales, mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad. Con la luz de la Luna todo se ve de color gris y con sombras, pero aun que estaba muy cerca (unos tres o cuatro metros) y lo estaba viendo todo relativamente bien, el pollo se encontraba en una zona de sombra y me era imposible verlo. Al cabo de un ratito nuevamente volvió la Lechuza adulta a posarse en la antena, mientras el pollo seguía con sus llamadas, seguidamente en un planeo silencioso se posó junto al pollo y se marchó. Se hizo el silencio el pollo se quedó mudo y yo me empecé a mosquear. ¿No habrá matado al pollo? Pensaba, decidí salir a la terraza para ver que había pasado, salí y mi sorpresa fue ver que el pollo se estaba tragando un ratón y que además tenía otro para postre. Ya no me preocupé más, dejé el pollo en la terraza y me fui muy contento a acostarme. Al dia siguiente acondicioné una caja de cartón con un agujero para que viviese allí. Todas las mañanas cuando me levantaba subía a hacerle una visita y siempre le tenía que tirar varios ratones que le habían sobrado de la comida, así como unas bolas de pelo y huesecillos que no podía digerir y el animal vomitaba. Su dieta consistía básicamente de ratones y de algún pajarillo y cuando el ratón era grande (casi una rata) este estaba sin cabeza ¿? La Lechuza fue creciendo y el plumón amarillo se trasformó en unas preciosas plumas de un color leonado, y de un blanco inmaculado debajo de las alas y la cara. Llegó un momento en que desde una punta de la terraza hasta la otra, (8 metros) con un silencioso vuelo rasante a unos 30 Cm. del suelo entraba en su caja de cartón. Desde la punta de un ala, hasta la otra media 93 Cm. Tenia unas fuertes uñas oscuras que cuando la cogías y te la ponías en el antebrazo, este te lo tenías que proteger bien ya que estaban muy afiladas y apretaba bastante. Había veces que algún amigo me pedía verla, yo entonces la sacaba de su caja y esta al ver al desconocido ponía las plumas huecas y se inflaba aparentando ser mayor, poniéndose a la defensiva. Aquella tarde fue la última vez que la vi. Subí a la terraza y la lechuza estaba subida el la barandilla. Me imaginé que aquella misma noche se marcharía, así que cogí mi cámara de fotos (una Kodak Instant) le saqué unas cuantas fotos que aun conservo y la volví a dejar en su caja. De aquella experiencia conservo junto con mi mujer un grato recuerdo y cuatro fotos un poco descoloridas ya, por el paso del tiempo. JOSA.
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