NOS VEREMOS EN LOS BARES..... Yo he pasado en los bares horas deliciosas. El bar es para mí un lugar de meditación y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible. Costumbre antigua, robustecida con los años. Al igual que san Simeón «el estilista» que, desde lo alto de su columna, hablaba con su Dios invisible, yo, en los bares, he pasado largos ratos de ensueño, hablando rara vez con el camarero y casi siempre conmigo misma, invadida por cortejos de imágenes a cual más sorprendente. Ahora, a la hora sagrada del aperitivo, a solas en el cuartito en el que guardo mis botellas, me gusta recordar los bares que amé. Ante todo debo puntualizar que para mí no es lo mismo el «bar» que el «café». Por ejemplo, en París nunca pude encontrar un bar cómodo. Por el contrario, es una ciudad abundante en admirables cafés. Dondequiera que uno se encuentre, de Belleville a Auteuil, no debe temer que le falte una mesa a la que sentarse ni un camarero para tomar nota. ¿Se podría imaginar París sin sus cafés, sus maravillosas terrazas, o sin sus estancos? Sería como vivir en una ciudad devastada por una explosión atómica, el Cyrano, el Sélect, la Coupole… Por el contrario el bar es un ejercicio de soledad. Tiene que ser, ante todo, tranquilo, más bien oscuro y muy cómodo. Toda clase de música, incluso música lejana, debe estar absolutamente desterrada (al contrario de la infame costumbre que hoy se extiende por el mundo). Y una docena de mesas a lo sumo, a ser posible, con clientes habituales y poco comunicativos. Salud Para todos. Y la tormenta va pal sur. ¡cuidadin! Consuelo
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