Puebla del Príncipe - Ciudad Real

Aquel año estuve en Cozar vendimiando, además de 5 ó 6 vendimiadores del pueblo la cuadrilla la formábamos otros 10 ó 12 de Cozar. Ya la temporada estaba mediada cuando aquella mañana terminamos la viña que estábamos cogiendo a la hora del almuerzo. En una linde de la viña había un ciruelo cargadito de ciruelas bien maduras y del tamaño y forma de los huevos de gallina y del color del vino tinto, cogimos unas pocas para postre del almuerzo y la verdad es que estaban muy dulces y buenísimas. Terminamos de almorzar y una de las chicas de la cuadrilla (un poco bruta ella) empezó a darle palos al ciruelo derribando un montón, después entre todos las recogimos y llenamos mas de media espuerta de ciruelas. Montamos la cuadrilla en el tractor y nos marchamos a otro viñedo que distaba unos kilómetros del que habíamos terminado.
La Sra. Antonia era una mujer ya entrada en años y en la cuadrilla a escondidas la llamábamos “La Tacher” quizás por un parecido lejano con la primer ministro Británica que por aquellos años gobernaba en el Reino Unido. La Sra. Antonia (al igual que los demás) se subió al remolque del tractor y se sentó junto a la espuerta de ciruelas y durante todo el trayecto del cambio de viñedo solo abría la boca para devorar una ciruela tras otra. Llegamos al nuevo tajo y empezamos a cortar racimos con la rutina habitual (todo aquel que ha estado en la vendimia sabe muy bien como es) unos cantan, otros cuentan chistes, otros hablan sobre cualquier tema…….y el sol calienta y adormece de lo lindo.
Llegó la hora de la comida de medio día y la Sra. Antonia no comió absolutamente nada, se tumbó en la sombra del tractor y allí estuvo tirada hasta que empezamos nuevamente la faena, mientras estuvo tirada los demás nos reíamos y cuchicheábamos por lo bajinis. ¡Como no con la inflá de ciruelas que se ha pegao! ¡Pues como sean ciruelas cagonas ya veras!
Y ya lo creo que lo vimos. La Sra. Antonia durante esa tarde se tubo que ausentar bastantes veces por necesidades corporales y cada vez que lo hacia el cachondeo en la cuadrilla iba en aumento.
Al día siguiente de nuevo otra jornada de vendimia se presentó y el recuerdo de la anterior aun nos dibujaba una sonrisa. Llegó la hora del almuerzo y aun casi media espuerta de ciruelas que quedaba se puso en medio del corro para que cogiese quien quisiera, todos cogimos alguna excepto la Sra. Antonia, entonces alguien de la cuadrilla le dijo. –Sra. Antonia ¿no quiere ciruelas?. -¿Ciruelas? ¡hay que asco de ciruelas!

JOSA.