Puebla del Príncipe - Ciudad Real

Dar un paseo cogido de la mano por la carretera era, la confirmación a todo el pueblo de una relación amorosa, el paso postrero a la petición de mano de la amada. El paseo por la carretera era el escaparate, dejarse ver para ser aprobado por el resto del pueblo observando desde los calares como estatuas pétreas. Y tras los enamorados, llegaban los familiares de la novia casi siempre.

El punto de partida era el pilón del kilómetro enfrente de la casa de Longino , algunos más ansiosos con el deseo de estar mucho más rato con su amada empezaban a pasear desde el “Corral de Clemente” y la meta siempre fue la misma el “Cuco” , allí en aquel cambio de rasante tan raro y donde la vista no era capaz de seguir la carretera, era donde nosotros los más pequeñitos teníamos la frontera, el limite de hasta donde ir , el finisterre de la Puebla hacia el oeste.

Se hacía un pequeño descanso en “Las Cristinas”, por entonces, las sombras de los árboles alineados a ambos lados de la carretera hacían más agradables los descansos de los acalorados novios calentados por otros motivos distintos al calor, que intentaban acelerar e ir más lejos para poderse dar un beso o achuchon sin que la chiquillería siempre alerta incordiásemos con nuestras risas y persecuciones. A pesar de ser una carretera estrecha, era un itinerario muy lindo, y en el mejor de los casos eran dos los coches que por allí pasaban, que casi siempre eran de viajantes que venían a cumplir con las tiendas y bares del pueblo.
“La carretera” no estaba hecha para que pasaran coches, se creó para el disfrute de aquellos corazones sensibilizados por esa torpeza llamada amor. Alejada del (entonces) jolgorio de las calles del pueblo, a cuantas parejas habrá visto cogidos de la mano, y cuantas de ellas unieron su destino. Allí estaba ella cuando oscurecía, esperando a los inquietantes novios que nerviosos se miraban fijamente a los ojos sin ser capaces de sostener esa mirada sustituida primero por una caricia en la mano para luego cerrar los ojos y desear sentir los labios.

Es la única carretera que he visto menguar porque la tierra fértil ganaba la batalla al asfalto hasta convertirse en un pequeño hilo de alquitrán por donde el cruce de dos coches podía convertirse en una aventura.
También vio sus peleas entre adolescentes, muchas parejas eran formadas por una muchacha del pueblo y un zagal del pueblo vecino que siempre acababa pagándose el piso o tirado al pilar. La rivalidad entre poblatos,. villorreños, terrinchosos, y almedinenses, eran mucho mas evidentes y no estaba muy bien visto que una muchacha del pueblo tuviese un novio forastero.

La carretera tenia un destino que era el desafío de algunas parejas no bien vistas por sus familias, pedía ayuda a las flores de la linde para que le prestara el olor, podría contar más historias que nuestros abuelos y siempre estuvo ahí guiando a los huidizos corazones.

LO MISMITO QUE AHORA SI, IGUAL.

Bonito relato, soy de la misma opinion que tu Pedro en lo relativo a la necedad de los escritos y contestaciones sin fundamento.


Saludos,



Isidro