HAMIT EL DE MI BARRIO Dedicado a Juan Villarreal (que me han contado que tiene el santo valor de leerme, y además reconocerlo ...) Aquí está el pan, el vino, la mesa, la morada: el menester del hombre, la mujer y la vida: en este sitio corría la paz vertiginosa (Pablo Neruda) Hamit, lo primero que se encontró en nuestro país fue represión policial, pero aun así pensó que venia al paraíso. Hamit, el de mi barrio, soñó un día, con encontrar trabajo, amor e igualdad. Hamit hoy trabaja en una empresa de persianas de aluminio, esta casado con Puri, y Hamit, dice que cobra como Tomas, su compañero, y que nadie le niega su entrada a un restaurante ni al cine, por la sola diferencia del color. Hamit, es educado, afable, siempre correcto. Y no tiene rabo Hamit, no come cerdo, el dice que “el cerdo tampoco le come a el”, pero hace cola para comprar en la charcutería de la Encarna, “chorizo Revilla” para sus hijos Joan y Paco que les encanta para merendar. Hamit bebe Coca-cola. Y a veces va al “Foster Hollywood” Hamit lee pasajes del Corán, pero todos los domingos compra “El Pais” y lee hasta los pasatiempos, se detiene en las páginas de Internacional, y maldice (en su idioma) hasta que limite están llevando los gobernantes, el problema Oriente-Occidente. Los dos nos miramos sin comprender. Hamit ríe y comenta que los musulmanes pueden tener las mujeres que quieran, pero que “Puri no me deja”, luego más serio reconoce que su padre tuvo 3 mujeres y que era un error, que las mujeres de su padre padecieron, sufrieron y soportaron ese error. Reconoce que está condenado a la persecución. Y en el ojo de mira de todos por culpa del 11 M. Siempre le acompaña el miedo. “Me convierten en plato de su odio”. dice Consuelo le dice a Hamit, que ser catalana hoy en día tampoco es fácil, los políticos nos usan para sus fines . La fuente que lo envenena rebosa con jirones míos, y suyos. Nos confundimos, nos entretejemos, nos intrincamos, sin querer. Hasta nos perdemos de vista, y ya no sabemos quién es el que persigue. Hamit sabe que son pocos los días en que no ha contado con mi apoyo. Nunca en realidad he sido contrapeso para sus demandas. Hamit siempre contó con el respaldo que de mi necesitaba. Mirad: Un moro...» oigo mientras tomamos el café. Hamit es esa extraña mezcla de susto y de alegría, pensando que es distinto al resto de la gente. Hamit creció, soñando, de mapa en mapa, frenéticos azares, y al despertar, a veces, para viajar más lejos, inventaba a su antojo más tierras y más mares, envidiaba, melancólicamente, a aquellos que se iban de verdad, en navíos de casco reluciente, no en viajes de muerte y desespero como el suyo. Hamit tiene los cabellos grises, y todavía escucha a los niños murmurar: «Mira: Un moro...» Hamit t´estimo. Tu amiga Consuelo.
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