Puebla del Príncipe - Ciudad Real

CARTA ABIERTA A UNA MUJER


Aquella tarde de otoño los últimos rayos de sol dejaban una luz tenue en el Campo de Montiel. El día había sido duro para aquellas gentes: la siembra, el ganado, el corral, los hijos… Aquella tarde y no otra quisiste ver el mundo y allí, cuando tu madre empezaba ya a preparar el día siguiente, tus ojos vieron por primera vez aquel atardecer que tantas y tantas veces viste después y tantas y tantas veces echaste también después de menos. En los tiempos de esta historia nacer mujer no era un buen principio; era nacer con una carga añadida de responsabilidad, de sufrimiento y de amarguras.

Creciste bebiendo de los pechos de tu madre y compartiendo teta con tu hermano, poco más pequeño que tú. Tu paso por la escuela fue efímero, aprendiendo las cuatro letras hasta que tu pequeño cuerpo fue capaz de aportar algo a la economía del hogar. Entonces fue cuando sentiste que tu niñez se iba, se escapaba para siempre, que comenzaba un camino duro, escabroso, del que apenas entendías nada pero del que ya participabas plenamente. Siempre buscabas un rato para volver, jugando, a tu niñez perdida de nueve años, con tus hermanos, con tus vecinos.

Tu adolescencia no fue rebelde porque no había lugar a la rebeldía en una situación en la que vivir cada día, superar cada día era un reto nada fácil de conseguir. Tus aspiraciones más hondas no cabían en la sartén con patas que compartía la familia al calor de la lumbre en invierno.

Supiste esperar el momento, supiste llorar para adentro la realidad a la que te enfrentabas, abandonar el pueblo. Supiste resistir la presión de unir tu vida a alguien a quien apenas conocías y te marchaste; no miraste atrás, lloraste y lloraste hasta que tus lágrimas se secaron pero no miraste atrás. De haberlo hecho habrías salido corriendo al calor de la lumbre del hogar y habrías hecho un hueco en aquella sartén con patas a tus anhelos, probablemente aniquilándolos.

Aquella maleta con la que apenas podías la llenaste de ganas e ilusión por ti y los tuyos y de aquel esfuerzo, de aquella renuncia, de aquella abnegación nació una mujer nueva, que hoy, ya sexagenaria, recuerda aquella época, con cariño por el amor recibido y con desdén por las penas soportadas, sin vanagloriarse que ella y otras como ella consiguieron cambiarla y nos han dejado un presente mejor. Ojalá nosotras seamos capaces de dar a las próximas generaciones un futuro mejor, como ellas lo hicieron.

Comparto tu ilusión y disfruto de tus enseñanzas, de tu conversación y sobre todo, intento almacenar en mi memoria para siempre tu valor; ese creo que es el mejor reconocimiento que hoy puedo hacerte.

Gracias.


Alguien me pude decir si las cartas enviadas por el foro entran en concurso o solo las presentadas en el ayuntamiento? gracias