Puebla del Príncipe - Ciudad Real

Aunque por aquellos tiempos la plaza estaba siempre muy concurrida ya que el devenir de transeúntes no cesaba, las mujeres en la compra de las tiendas y en la fuente con cántaros y botijos para abastecer la casa de agua y los hombres a las fraguas y al ayuntamiento y la “sindical”, aquella tarde había mucha mas gente de lo normal, siempre que algún acontecimiento fuera de la rutina llegaba al pueblo se “corría la voz” y las gentes del pueblo se arremolinaban alrededor de dicho acontecimiento.
Aquella tarde lo que nos saco de la rutina, no fue ni mas ni menos que un gran furgón de uno de tantos Múrcianos, que por aquellas fechas recorrían los pueblos de España vendiendo mantas.
Abrieron las puertas traseras del furgón y uno de los dos que iban empezó a viva voz a hablar a los presentes. –Ya se que sois pobres, que os ganáis el pan con vuestro sudor, que tenéis muchos hijos a los que alimentar ¿o no es así?. –¡Si es verdad! exclamó alguien entre los presentes, y un murmullo de asentimiento recorrió entre la inmensa mayoría.
El vendedor en ese momento pregunto a una mujer mayor de las presentes.
¿Mujer cuantos hijos tienes?. –¡Cuatro! Respondió esta. –Pues para ti te voy a regalar esta toalla y para cada uno de tus hijos un peine como este. Dicho esto el compañero del vendedor le dio su regalo y esta mujer casi lloraba de alegría. La caja de peines la repartió de regalo a diestro y siniestro y la aglomeración de público cada vez iba siendo mayor. Después sacando una hermosa manta y ayudado por su compañero la extendió para que todo el mundo pudiera ver su hermosura y otra exclamación salio de la garganta de los presentes. –Ya veis que hermosura de manta para que este invierno no paséis frío, una manta preciosa de pelo y que además no pesa apenas nada y no solamente esa manta si no que además esta otra. Y sacando otra manta la volvió a desplegar y el murmullo fue aun mayor, ya que la nueva manta superaba con creces a la anterior. Volvió a plegar la manta y la coloco encima de la anterior. –Y que me diríais que cuestan estas dos mantas ¿dos mil Pesetas?, pues claro que valen dos mil Pesetas, pero yo por ese dinero y hoy en este pueblo lleno de gente necesitada, no solo les voy ha dar estas dos mantas, sino que además le voy a regalar esta otra, y para el comprador de este lote que supongo será un padre de familia numerosa además,…………… estas otras dos mantas, para que sus hijos no pasen frío, y para el primero que diga ¡para mí! además le voy a meter en al lote estas cuatro toallas. El murmullo de asentimiento y aprobacion cada vez aumentaba mas y mas, y el vendedor muy ducho en su oficio se espaciaba entre frase y frase a sabiendas que tena al público donde el quería. -Y no contento con esto no le cobraré dos mil pesetas, si no que por ser la primera venta le rebajaré cien pesetas. ¿¡Hay alguien que diga para mí!? -¡Para mí! Se oyó una voz al fondo. –Toma el lote y dáselo a aquel matrimonio que este invierno podrá cobijar a sus hijos y no pasarán frío.
El vendedor siguió vendiendo lotes de mantas y todos los que compraron derramaron lágrimas de felicidad y alegría.

Ya no quedan vendedores así, hoy la mayor parte de las compras se hacen en una gran superficie donde el calor humano es inexistente, y reemplazado por la frialdad de un carrito y la antipatía de una cajera y un código de barras.

JOSA.