Puebla del Príncipe - Ciudad Real

En estos tiempos que corren hay que protegerse de los excesos de sinceridad, de esa supuesta virtud sobrevalorada que tenemos que intentar saber manejar.
Hay gente que tiende, tendemos, con la suposición de que se es sincero a amonestar determinadas actitudes que no son de su, nuestro, agrado y muchas veces ni se molesta, molestamos, en fundamentar razonablemente las críticas.
Hay otras personas que SI lo hacen y lo que quieren es llamar la atención, demostrar algo. Unos, tontitos ellos, son ignorantes y otras solo LANZAN PERORATAS SOBRE LO QUE SEGURAMENTE DESCONOCEN.
Esa incontinencia verbal, ese apasionamiento por llamar la atención no suele estar mal visto, incluso siempre hay alguien afín y ese escudo “Yo…” de autoalabanza parece que esta mas próximo a la egolatría que a otra cosa.
Ese arroyar sistemáticamente, mediante verbalización fluida, a todos los que están a su lado no hace mas que significar sus insatisfacciones y ese continuo reproche, que son lanzados en un tono de conmiseración, parece que le esta haciendo un favor a alguien. Aunque intente encubrir su forma de escribir, es hiriente y egoísta, pecando de una sinceridad mal entendida, es un modo de rebajar su infelicidad y su insatisfacción e intenta por todos los medios compartirla con el prójimo mediante ARAÑAZOS EN EL CORAZON.
Opino personalmente que los comentarios verdaderos solo pueden hacerse desde la ironía y el respeto. A lo mejor me equivoco, mas que posible, pero creo que hay alguien que quiere y esta dispuesta a entregar su vida a una causa estúpida (a la sinceridad) pero eso sí, siempre y cuando se crea que es propia, por sincera y autentica. Me río yo cuando hay gente que se le acerca demandando criticas sinceras, y ella henchida de orgullo lo único que pretende es recibir halagos.
Es una evaluadora de conciencias, la que analiza nuestras palabras con técnicas de laboratorio y pese a ser una individua con vocación de coñazo y que teme descubrirse a si misma, por mucho que diga, entraña un valor perfectamente interesante para los demás: al rebatirnos constantemente nos enseña a desconfiar del convencimiento intuitivo de que uno mismo es quien siempre lleva la razón.


Saludos,


Isidro