El día que el presidente dejó de serlo El día que el presidente dejó de serlo Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 09 jun 2012 Salvavidas Rajoy ha evitado nombrar y pedir el rescate. Pero al final se lo han impuesto, aunque De Guindos niegue que lo es. Le han explicado mal la teoría de los marcos mentales. Omitir la palabra sirve –a veces- para impedir un determinado marco de pensamiento, pero cuando éste está muy instalado, el silencio o la ignorancia no sirven para desactivarlo. Todo lo contrario: quedas en evidencia y agudizas la soledad o la desorientación. Y la falta de coraje en las palabras se convierte en un lastre grave para el liderazgo político. El Scrabble es un juego de mesa muy popular en el cual cada jugador intenta ganar más puntos mediante la construcción de palabras. Éstas pueden formarse horizontalmente o verticalmente y se pueden cruzar siempre y cuando aparezcan en el diccionario. Con las mismas letras de la palabra rescate puedes construir la palabra “recetas”. Coincidencias caprichosas… e involuntariamente reveladoras. Este rescate conllevará unas duras recetas. Rajoy, que no pidió lo primero, va a tener que imponer las segundas de manera dolorosa a la sociedad española a través de las condiciones que se van a imponer a sus instituciones financieras. Un triste destino. “Que no paguen justos por pecadores” ha pedido el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero el pecado es, también, un poco de todos. Mariano Rajoy ha decido esconderse en el día más importante de su presidencia. Ha optado por la peor opción posible. No es la primera decisión de comunicación equivocada en esta crisis. Los ciudadanos y ciudadanas no se lo van a perdonar. Tampoco los socios europeos. En cambio parece que, finalmente, va a mantener su viaje al partido inicial de España en la Eurocopa. Hasta la fecha y hasta el momento sigue confirmada su asistencia en la agenda pública de La Moncloa. Su desafío a la razón y a la sensibilidad es impropio de un gobernante. O ha perdido el sentido común, ese del que tanto hacía gala, o su capacidad para insultar a la inteligencia de sus conciudadanos es superior a cualquier pesadilla. Con su arrogancia nos ha perdido el respeto. Recibirá la misma moneda por parte de la ciudadanía. Hay algo peor todavía que esconderse. Es mirar para otro lado y hacerse el despistado. Un líder no se lo puede permitir. Pero Rajoy parece que sí puede. Haciéndolo, renuncia al liderazgo político para refugiarse en su condición natural, la que nunca parece que ha abandonado: la de registrador. Rajoy se convierte, simplemente, en un notario de la crisis y del rescate. Cuando se renuncia a ser presidente, no se puede esperar que nadie te respete como tal. El foso se abre a sus pies. El presidente ha dimitido de su responsabilidad. No podrá mantener la credibilidad. Un día triste para España y para la política. |