La Secta de los Impíos Una historia que se me ocurrió, puede estar basada en la realidad, puede ser ficción, pero eso de que haya más gente con muchísimos millones (no tantos unas decenas más) y tanta gente pasando aprietos, da que pensar. LA SECTA DE LOS IMPÍOS Era una noche de Junio, concretamente la noche de San Juan. En una recóndita aldea de algún lugar se reunía por primera vez la congregación. Acordaron dar un toque de esoterismo a su celebración. Se les fue la mano y acabaron en un festín pagano, digno de las más abyectas bacanales. Pero eso importaba poco, lo realmente esencial era que la nueva organización era un hecho. Antes de darse al desenfreno y al más puro hedonismo, aportaron las normas y la jerarquía de su escalafón. No era una organización al uso, normalmente en esa época solo las formaban hombres. Desde el principio la organización contaba con casi igualdad de mujeres y de hombres. Luego del festín tuvieron la primera reunión. En el atrio de entrada, al pasar todos hacían una reverencia a algo que había parejo a unas cortinas. No debe sorprender que lo que adoraban fuera un espejo, es decir, cada uno adoraba su propia imagen. Pero ¿Quiénes eran estas personas? ¿Qué pretendían? Sus, digamos, estatutos lo dejaban claro. No adorar a ningún Dios, ni a ningún líder, ni a fuerzas naturales. Adorarse a sí mismos y conseguir dominar el mundo sin más poder que el del egoísmo. Aunque a ellos no les gustaba que se le denominara egoísmo, sino “auto fuerza”. Pensaban que nada ni nadie era superior a cada humano por si sólo. Por eso tampoco se consideraban una colectividad, sino una “reunión de egos”. Empezaron a ir controlando poco a poco, todos los ámbitos de las sociedades y de las culturas. Las religiones irían después, se infiltrarían en ellas y, con recetas fanáticas, las conducirían a su autodestrucción. No les importaba pagar por recibir favores, prometer cosas que sabían no cumplirían. Robar para ser más poderosos. Y esto lo hacían cada uno por su cuenta, pero coordinados maléficamente. Eran muy astutos, lo más instruidos, los más productivos en sus oficios, los más hábiles artesanos, los más avezados banqueros, los industriales más competitivos. Y si alguien estaba tentado de no seguirlos, lo hundían sin compasión. Así trazaron imperios económicos, políticos y religiosos. Pero a ellos no les importaba ni el dinero, ni el poder, ni la vida eterna. Su poder era su convencimiento de que eran los mejores y por eso debían gobernar los destinos del mundo. Pasaron algunas décadas y aunque nadie pareció darse cuenta, el mundo estaba controlado de punta a cabo por esta secta. Yo la llamo la secta de los impíos, porque solo se adoraban a sí mismos y no tenían ninguna piedad con sus víctimas. No los consideraban enemigos, porque eso sería tener conciencia de una colectividad. Eran solo “obstáculos” que eliminar de raíz. Si algún día vinieran los Jinetes del Apocalipsis, ellos les prestarían los caballos y las armas para aniquilar la tierra. Y tomarían como mayordomo al Diablo para acabar de arrasar el planeta. Ellos no temían a la muerte, pues sabían que consiguiendo sus objetivos en vida, habrían alimentado su “auto adoración” para siempre. ¿Os suena a algo lo que hacen los “Impíos”? Puede que estemos en sus manos, que las guerras y las crisis sean fruto de ellos para conseguir sólo sus propósitos… Al-Hakam que quiere y a veces no puede |