La Solana - Ciudad Real

Os pongo una historia antigua que se me ocurrió a raíz de una pintada que ví en una Pared en Madrid. Los poderosos solo tienen el poder que TODOS les damos. Sin nosotros son una piltrafa total. No ayudemos a un mundo peor por dejadez. Hasta el dictador más malvado sin ayuda es inofensivo. Ahí os dejo con:


LA GUERRA QUE NUNCA EXISTIÓ

Esto ocurrió hace poco y era poco usual. Normalmente una discusión, tanto si es desigual, como si alguien reivindica la razón y no se le concede, desemboca en una contienda. Ya sea esta verbal o física. Aquí relato la historia de un acontecimiento que surgió de eso, de la discusión de dos gobiernos sobre no sé que yacimientos mineros y unos parajes dotados de agua. El principal problema no eran esos bienes naturales, sino el que unos y otros reivindicaban su explotación y el posterior cobro de su utilización al otro país. Lo más normal, es que siendo en un territorio que realmente abarcaba parte de uno y otro. Hubieran organizado un consorcio y los hubieran gestionado conjuntamente.
Bueno, se reunieron los gobernantes y los empresarios que se lucrarían de estos posibles apetecibles negocios. Ni se plantearon lo de ceder una parte al otro. Y esto ocurrió simultáneamente a ambos lados de la frontera.
De este conciliábulo se paso a llamar a los jefes militares, que estaban ansiosos de cubrirse de gloria conquistando para sus respectivos países esas riquezas. No obstante les convenció más entrar en parte en tan suculento negocio.
Ocultaron el verdadero propósito de tan mezquina contienda. Y prepararon la lucha de inmediato. De una parte el ejército se puso en marcha, en la otra comenzaron a convocarlo. La batalla tendría lugar en un valle precioso, que luego de ella probablemente no lo sería tanto.
Un empleado estaba sirviendo el café a dos de los jefes de gobierno. Bromeaban con el engaño que estaba a punto de costar vida, desgracias, enemistad... y pingües beneficios a los jerarcas y empresarios implicados.
Y reflexionó. ¿Se callaría?, era su deber. Pero cuando pensó en su hijo mayor. Y en el de su amigo. Y en sus jóvenes vecinos. Salió de su trabajo y se dirigió a un Ciber-café. Allí pago generosamente a su dueño. Le dijo que pasaría el resto de la noche enviando mensajes y subiendo un texto a Internet. El encargado pensó que estaba un poco loco, pero le vino muy bien el dinerito extra. Y ese día tuvieron poca clientela. Recopiló contactos de instituciones, amigos, ongs, ayuntamientos etc. Y miró diarios digitales que publicaran textos y los difundieran.
A las cinco de la mañana, con los ojos totalmente enrojecidos apagó el terminal. Dejó una propina generosa al gerente. Y se fue a descansar un rato. Después volvería al palacio presidencial para que todo estuviera en orden. Este hombre hizo algo que solo es posible hoy. Invirtió todo el dinero que tenía ese mes, recién empezado, para poder vivir, en difundir lo que podía convertirse en la mentira más sangrienta de toda la historia.
Cuando llegaron las ocho de la tarde de ese mismo día, todo el país conocía la estratagema. Hasta los propios militares profesionales fueron puestos al tanto. Se desató la cordura. Empezó un movimiento que empezó a decidir que nadie iría a combatir a los enemigos. Cuando llegó a oídos de la cúpula militar-político-económica, se sonrieron todos. Acordaron poner graves castigos a los insumisos, y reprimir toda contestación.
Al llamar a los cuarteles se dieron cuenta de que esto se les había ido de las manos. Los mandos intermedios, pese a ellos, decían que nadie les obedecía. Que ellos juraron defender la patria, no enriquecer a unos cuantos y sembrar el país de miseria y dolor. Y dijeron que si venía el ejército invasor, ellos mismos dialogarían con ellos tranquilamente. Sin que sonaran los fusiles. Así un cuartel, otra división, aquella brigada, el siguiente escuadrón. Dijeron que movilizarían al personal civil, y castigarían duramente a los desertores. Pero este no era su día, todas las organizaciones, humanitarias, vecinales, sindicatos, religiosas, y en fin todo el tejido social les dijeron que de eso nada. Que si querían pelear con alguien que fueran ellos. Estaban arrestados en sus palacios, sin que nadie les hubiera aprehendido. No entendían nada, habían apelado al honor, a la patria, a Dios y a la libertad. Y la respuesta fue contundente. Que siguieran todos en sus labores diarias, construyendo no destruyendo.
El ejército enemigo se aburría en el valle contemplando la gran belleza que tenía, pero sin contrincantes. Decidieron invadir el país contrario y hacerles pagar su osadía al no comparecer en el campo. Pasaron la frontera, y en el territorio no encontraron resistencia, en cada pueblo había soldados desarmados que invitaban a sus enemigos a descansar y reparar fuerzas. Les indicaban que dialogarían con ellos y que nadie les haría daño. Además les dijo que si empleaban la fuerza sería inútil, pues si venían a por los territorios, que se los llevaran.
Los batallones fueron llegando al interior. Pero iban abandonando sus ametralladoras. No las consideraban necesarias. Enviaron mensajes a su origen para que no enviaran los aviones a bombardear. Ni artillería pesada, y que no malgastaran combustible con sus submarinos y naves de guerra. Entonces los jefes militares del otro país ya no entendían nada. Su ejército no era tal, estaba de visita turística en otra nación. Los políticos no sabían que hacer. Ordenar y mandar, sin obediencia y sumisión era baladí. El Poder sin coaccionar a nadie era insulso.
Pasó el tiempo, los gobernantes fueron relevados. Esos dos países convirtieron sus ejércitos en verdaderos y únicos instrumentos de paz. No subestimemos el poder de la masa. En general los poderosos se aprovechan del pueblo. Aún en su nombre.
Una contestación que animó en un primer momento al causante de esta paz sin guerra, fue de un e-mail que decía: “No van a engañarnos, si moragan una guerra no tenemos narices a no ir NADIE”
Pasó a reenviar este mismo mensaje y otros ingeniosos, que colaboraron en la cadena pacífica y solidaria con ellos mismos.
Esto parece un sueño, pero si ponemos en práctica más a menudo nuestros desvaríos oníricos, quizá seamos más felices y hagamos menos daño al prójimo.
“No hay camino para la paz, la paz es el Camino” (Gandhi)

Al-Hakam que solo obedece a su corazón

Me ha encantado Al-Hakan, buenísimo. Yo tengo el convencimiento de que el verdadero poder reside en el pueblo, tu historia aunque fantástica me refuerza en mis convicciones. Son los propios miedos internos de la persona los que la hacen ceder a "ordenes" irracionales y absurdas que muchas veces suelen conducir al cataclismo al ser humano.