La Solana - Ciudad Real

Un relato de un sueño que puede que haya sido realidad.

EL CANTO DEL JILGUERO

Después de un día de tormenta, me decidí a pasear por un campo cercano. Procuré ir por la senda, con calzado adecuado, pues todavía se sentían lo efectos del aguacero. Mientras me adentraba en la campiña noté algo raro. No deseaba mirar atrás, al pueblo. Y el sol, que lucía esplendoroso, pareció tomar otro color.

De pronto sentí como a mi alrededor se empezaban a reunir los animales que puede haber por aquí cerca, conejos, liebres, topos, hurones, ratones y ratas, hasta un zorro, que suele ser esquivo con los humanos se acercó.

Se pusieron como en un desfile y me iban indicando el camino que debía seguir. Yo no entendía nada, ni lo deseaba, solo quería averiguar donde me conducían.

Paramos en la vega de un arroyo que, normalmente seco, ahora corría alegre tras el aguacero. Ahí había unos cuantos árboles y se sumaron a la reunión varios pájaros cantores entre lo que había varios jilgueros. Porque me refiero a ellos en especial. Pues no sé, pero según se colocaban, parecía que los que iban a llevar el “pico cantante” eran ellos.

Pues esa era la razón de esa reunión, agradecer al cielo el agua recibida y llamar a la madre naturaleza a que la administrara en consecuencia.

Oí el concierto más sublime que ningún compositor hubiera podido componer. Luego, para mi sorpresa una liebre me habló: -Te hemos observado algunos días, y vemos que te dedicas a pasear, pero no a romper nuestro entorno, ni a cazar salvajemente, y sabemos que te gusta andar y disfrutar de la naturaleza. Por eso te hemos invitado, antes, dijo, habíamos invitado a otros y otras, pero la única condición es que no lo digas hasta que pase la próxima luna llena.

Yo la agradecía que hubieran contado conmigo, y pasada la última luna llena de agosto, os cuento lo que pasó. Tras el concierto me llevaron a parajes, que, aunque cercanos, no me eran conocidos y me enseñaron sus guaridas, incluso algunos, a sus crías.

Volví al pueblo y comencé a silbar una de las melodías que había escuchado en el campo, de pico de los jilgueros, era una melodía pegadiza, que ahora recuerdo como si la estuviera oyendo.

Algún día, tras otro aguacero iré al campo a otro sitio, y, aunque esto que viví fuera un sueño, trataré de silbar las melodías que escuché desde mi corazón.

Al-Hakam siempre con la naturaleza
13/08/09

Muy bonito Al-Hakam,yo estoy segura que la naturaleza nos ofrece sus melodias,siempre que sepamos escucharlas.

Es sorprendente si nos fijamos un poquito mientras paseamos (no necesariamente lejos del pueblo), las bandadas de jilgueros y verderones que revolotean cerca de nosotr@s, yo los veo a menudo.