La Solana - Ciudad Real

Los actuales máximos dirigentes del PP no han hecho bien las cosas hasta llegar a este desfile judicial agosteño con la cruz a cuestas.

Debo confesar la pena que he sentido al ver a tres secretarios generales del PP entrar en la Audiencia Nacional entre gritos de "corruptos" y "chorizos". A Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas y María Dolores de Cospedal, juntos pero no revueltos, les contempla la historia de más de treinta años de centro-derecha español.

Por eso la pena: casi la mitad de España es del PP. Y la mayoría de la gente, desde luego, no es corrupta y sólo sabe de chorizo porque se lo come con pan a la hora de merendar.

Un partido que gobierna en la gran mayoría de pueblos y ciudades del país, en buena parte de las Comunidades Autónomas, en el Gobierno central apoyado por una mayoría absoluta parlamentaria, que tiene más de ochocientos mil militantes y sedes por todos los rincones de la piel de toro… no puede ver a sus máximos representantes haciendo el paseíllo hacia un tribunal entre insultos de la gente corriente. Lo que representan no se lo permite.

De ahí también mi convicción de que los máximos dirigentes actuales del PP han hecho las cosas mal hasta llegar a este desfile judicial agosteño con la cruz a cuestas.

No es lógico que una formación política que en 2011 arrasó en las urnas llevada en volandas por la ilusión de millones y millones de ciudadanos de toda la geografía española vea impasible cómo muta la opinión pública hasta el punto que los suyos más próximos se encogen de hombros abochornados por lo que leen y oyen de sus líderes.

He vuelto a releer el capítulo "Un sapo llamado Luis Bárcenas" del libro que escribí a finales de 2010: Cospedal, la reina de la Torre de Marfil. Además, todavía mantengo fresco el relato que escuché del Comité de Dirección del PP donde cayó la mancha que ha motivado en realidad este calvario judicial: el día que Mariano Rajoy transigió, para su desgracia, con volver a poner en nómina a su ex tesorero, apartado nueve meses antes de sus funciones en la sede central del partido por su imputación en el caso Gürtell.

El presidente del PP tuvo en su mano entonces cortar amarras definitivamente con Bárcenas, que había decidido incluso dejar su escaño en el Senado, pero prefirió seguir la línea de quienes defendían que "un partido serio no corta con su ex tesorero". Se equivocó, hizo caso a Arenas y arrastró detrás al PP.

En la sala de reunión de Génova 13, aquel lunes de abril de 2010, estuvieron el propio Rajoy (entonces líder de la oposición), Cospedal (secretaria general), Ana Mato, Javier Arenas y Esteban González Pons (vicesecretarios generales), Soraya Sáenz de Santamaría (portavoz en el Congreso), Pío García Escudero (portavoz en el Senado) y Jaime Mayor Oreja (portavoz en el parlamento europeo), también el asesor Pedro Arriola. Todo un pleno del sanedrín de mando popular para debatir la suerte del ex tesorero.

Por desgracia --más todavía viéndolo con la perspectiva del paso de los meses-- María Dolores de Cospedal se quedó sola, una vez más, en su defensa de que "por higiene" había que poner tierra por medio con Bárcenas y todo lo que desprendiese su tufillo: "Cueste lo que cueste", llegó a decir la número dos. Dio igual su oposición, el asunto ya se lo había "vendido" Arenas a Rajoy.

González Pons, Sáenz de Santamaría y García Escudero prefirieron callar esa mañana, pese a que la hoy vicepresidenta del Gobierno compartía la opinión con Cospedal de que "había que dar ejemplo".

En enero de 2013, casi dos años después, cuando se descubrió el fortunón suizo de Bárcenas, la secretaria general del PP podría haber sentenciado "ya os lo dije yo". Sin embargo, cerró su boca y continuó defendiendo al partido sin importarle pagar las consecuencias de haberse posicionado desde su llegada al despacho de la sede de la gaviota frente a la trama corrupta que durante años asoló el Partido Popular.

Otros fueron ese día en el Comité de Dirección los defensores del extesorero: Javier Arenas, Ana Mato, Jaime Mayor Oreja y Pedro Arriola se batieron a fondo con que "Luis es un hombre inocente, que cortó las amarras con los Gürtell y por eso sufre el acoso de quienes desean acabar contigo, Mariano". Desde fuera, también el ex secretario general, Francisco Álvarez Cascos –entonces todavía ilustre militante popular--, susurró lo mismo en el oído de Rajoy. Ahora, cada palo que aguante su vela.


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Pues menos mal que la Cospe se comió el sapo, que si le da un beso igual lo convierte en principe y otra carga pa la familia real jajajaja

Pa la familia reaalll?? será pa tos nosotr@s, no te digo!.