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18-01-12 10:08 #9457799
Por:No Registrado
Mensaje en una botella.


Querido lector,

Siento de verdad que tengas que leer estas líneas. Has llegado aquí porque estás desesperado, y porque necesitas entender. Entender qué es lo que ha pasado. Entender por qué tu vida se ha ido al garete, y por qué todo el mundo parece estar volviéndose loco. Probablemente aparte de una explicación buscas un consuelo, y quizá también una solución. Yo no podré darte ninguna de esas dos cosas, o quizá sí pero no de la manera que te imaginas. Y sin embargo soy la última cosa que te queda. Soy tu última esperanza. Y soy muy poca cosa en realidad.

Lo primero sería entender qué ha pasado. Por qué tu mundo se ha desmoronado. Sí, ya lo sabemos, la economía va mal, el paro aumenta, hay disturbios en la calle y cada vez más recortes y menos prestaciones por parte de las cada vez más inoperantes y vacías instituciones, pero eso es lo que los economistas llaman el "cuadro macroeconómico". Seamos sinceros, a ti lo que te preocupa es lo tuyo: qué va a ser de ti y de tu familia. El cuadro microeconómico. Y tienes razón; todas esas zarandajas llenas de siglas (PIB, IPC, IBEX35...) y de expresiones extrañas (tipos de interés, deuda soberana, hacer default o suspensión de pagos...) no tienen en realidad la más mínima importancia. Son nombres con los que la gente importante y los telediarios quieren cartografiar el desastre. Pero, en realidad, por más que llenen el telediario de repuntes, aversión al riesgo de los inversores, reducción del déficit, balanza de pagos o de otras cosas esotéricas lo cierto es que están como tú. No tienen ni idea de qué es lo que está pasando. Estamos todos en un barco que se hunde y el capitán está tan aterrado e impotente como nosotros. Así que lo primero y más justo es explicarte por qué está pasando lo que está pasando, con palabras sencillas, sin entrar en grandes explicaciones teóricas ni hacer indigestas ensaladas de datos.


Yo no puedo darte los detalles exactos de la evolución de las cosas porque no los tengo ni creo que se puedan tener, pero sí que te puedo dar las líneas generales de por dónde han ido e irán las cosas y, créeme, hasta ahora se están cumpliendo muy bien. En realidad, el curso general de los acontecimientos es muy simple. Es tan simple que los niños y los viejos lo entienden con dos o tres frases. El problema somos el resto de la población, los que estamos en la edad adulta y con la responsabilidad de hacernos cargo de la sociedad; y como asumo que tú estás ahí tendré que usar algo más que dos o tres frases. Unas cuantas más, de hecho.

La cosa es evidente, pero estamos educados para que el concepto sea inaceptable, así que como un ordenador que falla nos reiniciamos continuamente en busca de otra explicación, de algo que case con nuestros esquemas mentales. Porque la simple y llana verdad es inaceptable. Y esa simple y llana verdad es que el crecimiento, el crecimiento en general, ya sea de la economía, de la población, del bienestar, etc ya no es posible. No sólo ya no es posible, es que estamos condenados a decrecer durante un tiempo, durante una laaarga temporada. No por elección, no por conciencia y todas esas cosas que dicen los grupos ecologistas, no. Decrecemos porque no queda más remedio. A la fuerza. Por narices.


¿Alguna vez te planteaste por qué crecíamos? ¿Por qué la economía crecía -el PIB aumentaba cada año, decían? ¿Por qué la población crecía? ¿Por qué nuestro nivel de vida mejoraba? Todo esto pasaba porque teníamos muchos recursos; no sólo muchos, sino que cada año teníamos más. Hemos tenido más comida, más agua, más energía, más coches, más electrodomésticos, ... No sólo más, sino cada vez mejores, y han aparecido cosas nuevas y más maravillosas: ordenadores potentísimos que caben en una maleta, teléfonos inteligentes que van en nuestro bolsillo y nos indican en el mapa dónde estamos y a dónde vamos, medicamentos que curan males antes incurables, aviones que nos transportan de una a otra parte del mundo, tomates en invierno y naranjas en verano... Bien es verdad que una parte de la Humanidad, la mayoría de hecho, no ha tenido jamás acceso a tales maravillas, pero para los que hemos vivido aquí ha sido un tiempo glorioso. Un sueño de progreso continuo y rápido que ha durado muchas décadas, hasta el punto que casi ha desaparecido la memoria de un mundo pasado donde las cosas iban más lentamente y la vida era más difícil. Crecíamos, cada vez éramos más poderosos, la gente tenía trabajo, se compraban casas (a veces con piscina y todo), dos coches, varios ordenadores y se iba a la Rivera Maya en verano y a Praga por Semana Santa. Llego un momento en que pensamos que todo esto era fruto de nuestra inteligencia y nuestro esfuerzo, y pensamos que teníamos garantizada la continuidad de estas cosas, que teníamos derecho a ellas. Pero no prestamos atención a un detalle fundamental. Mientras nuestro progreso material se aceleraba también lo hacía nuestro consumo de materias primas, de todas las materias primas: petróleo, carbón, gas, uranio, hierro, cobre, aluminio, oro, plata, estaño, litio, cobalto, fosfatos... Porque nuestro progreso era material y se basaba en la materia; necesitábamos más materiales para construir cada vez más cosas, cada vez mejores. Estábamos tan seguros de que siempre iríamos a mejor que montamos un sistema económico y financiero basado en el crédito. Crédito viene del latin credere, creer; el que concede crédito cree que el que lo recibe podrá devolverlo; no sólo eso, sino que podrá devolver más de lo que recibe, que podrá abonar un interés. Es decir, que no sólo podrá generar la riqueza suficiente en el futuro, sino que además lo hará a un ritmo creciente, creciente de una manera muy rápida (los matemáticos dirían exponencial), un porcentaje cada año. El problema es que cuando la deuda ya es muy grande hasta un pequeño porcentaje implica incrementar en muchos millones la deuda total. Pero en fin, nuestro sistema económico ha funcionado así durante más de un siglo y de vez en cuando requiere hacer tabla rasa -las crisis-, se reinicia pero después vuelve a funcionar. Pero esta vez no. ¿Qué falló?


Fallaron los recursos. El planeta es finito; grande, pero finito, así que la cantidad de materiales que hay en él es finita. Este problema no es demasiado grave con respecto a los metales si se usan de manera que se puedan reciclar (aunque como nunca se puede reciclar al 100% siempre surgirían problemas en el muy largo plazo), pero es crítico con las materias energéticas porque se queman en su uso, se consumen y nunca más pueden volverse a utilizar: sólo quedan las cenizas. Así que tal manera de hacer las cosas sólo puede durar un tiempo, hasta que se acaben el petróleo, el gas, el carbón y el uranio que proporcionan más del 90% de toda la energía que se consume en el planeta Tierra. Así que a principios del siglo XXI, con reservas de estos combustibles para varias décadas, decían, teníamos que empezar a pensar verde y poco a poco irnos pasando a las energías renovables. Eso decían. Pero era mentira.

Por razones profundas que tienen sus raíces en la Geología y en la Física, resulta que no se puede extraer el petróleo, el carbón, el gas y el uranio a la velocidad que nos dé la gana. Bueno, sí que se puede, pero haciendo las cosas de manera tan brutal y gastando tanta energía que al final el combustible recuperado no nos daría tanta como la que hemos gastado, y entonces no tiene sentido hacer minas de ese tipo. Por tanto, si queremos ganar energía en la extracción, sacar más energía que la que empleamos en nuestras minas y perforadoras, hemos de aceptar que no siempre saldrá lo mismo, no siempre tendremos la misma cantidad de energía. Un geólogo muy reputado, un tal Marion King Hubbert, estudió esto en los años 50 del siglo pasado y llegó a una conclusión: cualquier pozo o mina sigue una cierta curva de producción; al principio se extrae poco cada año; después, va aumentando durante los años hasta llegar a su máximo o cenit; y después, inexorablemente, disminuye. Con más tecnología se puede mejorar la eficiencia y aumentar el ritmo de subida durante un tiempo, pero a costa de acelerar el ritmo de bajada después. El caso es que la producción de materias primas no es constante. Al principio sube y sube rápidamente, exponencialmente, al igual que los intereses de nuestras deudas, al igual que nuestro PIB. Pero tarde o temprano llega a su techo, a su máximo, a su cenit. Y malas noticias: aunque varía de unos minerales a otros, eso pasa típicamente cuando se ha extraído más o menos la mitad del recurso. A partir del cenit la producción va bajando, al principio muy poco a poco, hasta el punto de parece que la producción, simplemente, se ha estancado; pero después la caída se acelera y la producción decae muy rápido, exponencialmente. Y aunque nunca llega a desaparecer del todo, en la práctica al cabo de pocos años, pocas décadas a lo sumo, la producción es tan marginal que en la práctica no podemos contar con ella, sobre todo si queremos mantener lo que tenemos. Nuestra economía que debe crecer exponencialmente para poder pagar nuestras deudas que crecen exponencialmente.


Esto fue lo que pasó, querido lector. El cenit de producción del petróleo fue en 2005, el del carbón en 2011, el del uranio en 2015 y el del gas natural en 2025. Este blog está lleno de datos y referencias que avalan lo que digo, no tienes por qué tomar mi palabra por cierta. Compruébalo. Posiblemente cuando leas este artículo habrán pasado algunos años, y si la información está aún accesible podrás verificarlo. Quizá las fechas finales bailen de unos años, pero eso no cambia nada. Cuando yo escribí esto, el 25 de Agosto de 2011, las principales fuentes de energía del planeta estaban mostrando síntomas de agotamiento, de final de un ciclo. Del final del crecimiento.


A fin de cuentas, ¿no es dejar de crecer parte de un proceso natural? Cuando somos niños crecemos y crecemos hasta llegar a adultos, y ahí paramos de crecer. Y eso es lo sano y lo saludable; ¿qué pasaría si creciéramos sin cesar? Pues con nuestra sociedad pasa lo mismo; de hecho es análoga a un ser vivo. Al principio nos regíamos por las reglas del cowboy que sólo ve ante sí extensas praderas por recorrer y conquistar. Pero ahora somos muchos, somos 7.000 millones de habitantes en este planeta y sólo tocamos a un pañuelo de tierra cultivable, a un cuadrado de 40 o 50 metros de lado por persona en esta roca aislada en medio del espacio. Ya no podemos tener la economía del cowboy que no puede abarcar los límites con su vista, sino la de la nave espacial Tierra en la que todo se recicla y se regula para garantizar la supervivencia de sus tripulantes.


¿Lo hicimos? ¿Cambiamos del modo "verdes praderas" al de "nave espacial"? No, claro que no. Décadas de enseñanza económica en las grandes facultades no permitían que nuestros expertos económicos, los asesores de las grandes corporaciones y los Gobiernos, pudieran entender un concepto en el fondo tan sencillo y evidente. Encima, las grandes y complejas instituciones que hemos creado tienen mucha inercia y estaba, cómo olvidarlo, esas deudas que teníamos, esos créditos que se basaban en que creíamos que podríamos generar riqueza y, no sólo eso, crecer para poder pagar el interés. Así que desde que hacia 2005 se empezó a hacer patente que en nuestro gigantismo estábamos empezando a comprimirnos bajo la bóveda celeste del Planeta Tierra hemos estado trampeando y jugando a hacer algo mientras perdíamos el tiempo pretendiendo que lo ganábamos. En 2008 la compresión fue tan fuerte que el sistema hizo crack y por un momento se habló de refundar el capitalismo, de cambiar las reglas, de repensarlo todo; por un momento hubo miedo de que todo se hundiese y por eso se habló de cambiarlo todo. Pero la inercia mental, la imposibilidad de aceptar que no podamos seguir creciendo, la identificación falsa del crecimiento económico con el propio bienestar, hizo que al final creásemos más deuda para salir del hoyo de 2008. Es decir, creímos que en el futuro generaríamos más riqueza y la cogimos prestada del futuro para tapar los agujeros de hoy. Sin darnos cuenta que hicimos más grandes los agujeros del mañana.


Querido lector, si has llegado aquí posiblemente has perdido tu trabajo, o tienes miedo de perderlo próximamente. Si aún lo conservas prácticamente con seguridad te han reducido el sueldo; si ha pasado el tiempo incluso te lo habrán bajado varias veces mientras los precios de las cosas básicas subían. El caso es que no estás pasando un buen momento, y en tu familia las cosas no están mucho mejor. Cuando esto escribo, en Agosto de 2011, anticipo que este otoño será complicado, será un otoño negro: se aplicarán más recortes, veremos más caídas de las bolsas, la recesión de las grandes economías será inminente y habrá más tensión en las calles. Estamos esperando la nueva tormenta y el daño que dejará tras de sí. Para ti, querido lector, eso formará parte quizá de tu pasado, y tú ya sabrás cómo habrá acabado todo... si es que se puede decir que haya acabado nunca. Porque la realidad es que esta crisis económica no puede acabar; busca en el blog, lee los datos. No acabará hasta que no volvamos a encontrar un nuevo suelo firme donde asentarnos; de momento sólo podemos esperar caer y caer.


¿Quiero decir eso que no hay esperanza? No, por supuesto que no. Pero tenemos que comprender que tenemos que cambiar. Toda la sociedad ha de cambiar. Porque tenemos que organizarnos de otra manera, dejar de ver la cubierta de nuestra nave como la pradera inacabable que hace tiempo que dejó de ser. Habrá quien te diga que estamos abocados al apocalipsis y la destrucción total. No les hagas caso. Es el típico caso de profecía autocumplida: si creemos que todo se irá al garete entonces todo se irá al garete. Pero si comprendemos lo que pasa, si entendemos que el problema no es el partido A o B, ni el dirigente Fulanito o Menganito, sino la concepción misma del sistema económico, estamos a tiempo de revertir la situación. Esencialmente nuestro problema es de crédito, de creer en una determinada cosa. Muy bien, creamos otra, otra muy diferente.


Tenemos medios técnicos para proporcionar energía sin basarnos en combustibles fósiles y el uranio. No podremos producir tanta energía de manera sostenible (las grandes instalaciones industriales de hoy en día sólo pueden mantenerse gracias a los combustibles fósiles), seguramente a largo plazo no podremos producir ni el 10% de todo lo que consumimos hoy en día, pero probablemente eso es más que suficiente. Pero tenemos que prepararnos ordenadamente para ello, hemos de organizarnos.

Y antes de pensar en energía, pensemos en aquello que realmente necesitas tú y tu familia, querido lector. De momento agua, comida y dónde cobijarte. Tener un trabajo, un trabajo digno con el cual mantenerte y contribuir al mantenimiento propio y de tu comunidad. Y hablando de la comunidad y de tu propio interés en realidad, tenemos que mantener limpias nuestras calles y nuestra agua para evitar que proliferen las infecciones. Tenemos que ser capaces de producir medicamentos simples, como los antibióticos, para poder tratar las enfermedades más comunes; algunos los podremos derivar directamente de las plantas, como hacíamos antaño. Tenemos que preservar la energía en primer lugar para mecanizar el campo y aumentar su productividad, pero hemos de cultivar de manera sostenible, sin esquilmar los terrenos. Tenemos que organizar la producción de los bienes necesarios pero no malgastando nada, ni materiales ni energía. Hemos de mantener las casas calientes en invierno y frescas en verano pero sin atosigarlas con humos tóxicos. Hemos de enviar a nuestros hijos a las escuelas para que aprendan a vivir en un mundo diferente del actual, y a nuestros enfermos a hospitales lo más dignos y adecuados que podamos.


Tenemos mucho trabajo que hacer. Necesitamos muchas manos. Deja de lamentarte por lo que has perdido y trabaja por lo que necesitamos ganar entre todos.


Quizá te preguntes qué fue de mi en concreto. Si tuvimos suerte, quizá conseguimos, yo junto con otros locos que intentamos concienciar a la sociedad, que mucha gente, la suficiente, leyera y entendiera este mensaje, y actuara en consecuencia. Sé que es poco probable, pero como es lógico tenía que intentarlo: por eso envié este mensaje dentro de esa botella. Quizá no pudimos evitar que la degradación económica y societaria continuara, pero a pesar de ello yo tuve suerte, en este caso en singular, y pude adaptarme en mi entorno y sobrevivir. Quizá no y hace tiempo que estoy muerto; espero que no, la verdad, porque quiero conocer a mis nietos. En todo caso, poco importa lo que me pasó o pasará a mi. Ahora se trata de saber qué te pasará a ti, querido lector, y a tu familia. Sé valiente y escribe tu propia historia.


S.s.s.,
Antonio

2011/08/mensaje-en-una-botella.html


Primeros dos años de este blog (2010-2011) en formato de libro electrónico:

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20-01-12 20:58 #9478698 -> 9457799
Por:No Registrado
Antes de la ola
Antes de la ola

"Aquellos que están dispuestos a sacrificar su libertad por su seguridad no se merecen ni la una ni la otra". Benjamín Franklin.

Queridos lectores,

Uno de los fenómenos más intrigantes que vive a caballo entre la oceanografía y la geología es el de los tsunamis, principalmente los de origen sísmico. Un desplazamiento transversal de una falla en el fondo marino, con la enorme energía que libera, puede desplazar toda la masa de agua que tiene encima una distancia no muy grande, quizá 50 centímetros, puede que un metro. El problema es que el desplazamiento afecta a toda la columna de agua, que puede tener cuatro o más kilómetros de altura. La onda generada por la mera gravedad se propaga a velocidades de cientos de kilómetros por hora, en ocasiones -si el terremoto tiene lugar en aguas muy profundas- llegando casi a velocidades supersónicas. Cuando esta onda se acerca a la costa, la pendiente del suelo marino induce un efecto conocido como somerización (shoaling): la onda solitónica se rompe y se descompone en diversos paquetes, los cuales se propagan a velocidades mucho más pequeñas (algunos kilómetros por hora) pero por el agolpamiento del agua su altura crece y crece. Por eso es mucho más seguro esperar un tsunami en alta mar, donde la ola, de algunos centímetros, pasará sin hacer mayor mal, en tanto que en la costa su altura llegará tener varios metros, en algunos casos tantos como 15 (hay documentados casos históricos de tsunamis monstruo de hasta 50 metros de alto) y capaces de penetrar en tierra firme varios kilómetros, arrasándolo todo con su enorme potencia y presión. Justo antes de que la primera ola de un tsunami llegue a costa el agua del mar se retira rápidamente varios kilómetros, revelando un fondo rocoso de aspecto irreal. Algunas personas quedan fascinadas por el fenómeno y se quedan mirándolo embobadas sin entender que, si en aquel momento apretasen a correr tierra adentro, quizá consiguieran alejarse lo suficiente o ganar tierra lo suficientemente elevada como para sobrevivir; son esos pocos minutos vitales antes de la llegada de la primera ola. Otra cosa que la gente suele desconocer es que la primera ola no es casi nunca la mayor, y a veces sucede - como en el tsunami de Hawai del 1 de Abril (día anglosajón de los inocentes) de 1946- que la gente baja a la playa a ver qué ha pasado durante la media hora que pasa entre la primera y la segunda ola, aumentando horriblemente las bajas humanas cuando la segunda ola - que ésta sí suele ser la mayor - descarga toda su violencia sobre los pobres infelices.


Ayer la prima de riesgo de los bonos del Tesoro españoles respecto a los alemanas llegó, según nos dicen, a los 500 puntos básicos. Eso quiere decir que la rentabilidad que se da a estas emisiones de deuda españolas es un 5% mayor que a la de los títulos equivalentes germánicos. Como la información que dan los medios es siempre brutalmente incompleta y oscurantista, nunca tengo claro a qué se refieren exactamente: no sé si estamos hablando de bonos a un año, a cinco o a diez, o de todos a la vez. Entiendo además que este spread respecto a los títulos alemanes se está observando en el mercado secundario -es decir, los particulares que poseen deuda española la están vendiendo a otros particulares con un cierto descuento (porque evidentemente no pueden renegociar las condiciones expresadas en el título de deuda). Lo cual, si lo piensan un poco, es todavía más grave que que se le exija a España colocar su deuda con un mayor tipo de interés (cosa que ya pasa, pues la emisión de deuda suele seguir a la evolución del mercado secundario: España no puede conseguir dinero más barato de lo que percibe el mercado que se le tiene que cobrar). Es más grave porque, en suma, los tenedores de deuda española que la están vendiendo están aceptando cierto porcentaje de pérdidas (quizá no pérdidas reales, pero sí sobre sus expectativas de ganancia), y eso en suma quiere decir que la credibilidad de España como estado solvente está cayendo.


Pero, en fin, este no es un blog propiamente sobre economía y no tenemos por qué perdernos en estas cuestiones. Lo interesante del movimiento observado ayer es que la deuda española llega a los niveles que motivaron el "rescate" de Grecia o que forzaron un "cambio de Gobierno" en Italia la semana pasada. Aquí en España estamos a sólo dos días de una elecciones generales que todas las encuestas preconizan que ganará el conservador Partido Popular con una holgada mayoría absoluta; su líder, Mariano Rajoy, ya ha anticipado que se tendrán que tomar medidas adecuadas para intentar sanear las cuentas españolas, dando a entender que vendrán más recortes en prestaciones sociales y salarios que los que se han producido en el último año. Tampoco podría decir, por coherencia, otra cosa, ya que por ser diletante en la aplicación de tales medidas el primer ministro italiano Silvio Berlusconi fue fulminado por la mediáticamente denominada troika europea -yo pensaba que las troikas eran de tres, pero ahora he aprendido que se puede hacer con dos; de hecho sólo una basta - y se sobra (todos los sentidos de esta última frase, particularmente los más ariscos, son buscados deliberadamente: vivan las lenguas latinas).


Tenemos, pues, unas elecciones generales que cambiarán radicalmente el signo del partido gobernante, de socialista a conservador, en un país donde se percibe que la derecha es mejor gestora y que por tanto podrá capear mejor la difícil situación económica. En realidad da igual el resultado, porque después de ver lo que ha pasado en la fatuamente democrática Unión Europea durante las últimas semanas, con Grecia e Italia, queda claro que las decisiones no se toman en cada país, y mucho menos reside el poder en el pueblo soberano: nuestros nuevos gobernantes harán lo que se les diga, y punto. Tal situación conllevará una desilusión creciente del pueblo español con la ya muy desacreditada clase política, desilusión que se puede tornar ira cuando la nueva recesión que ahora comenzamos aumente los niveles de paro del 21,5% actual al 25 o 26% en un par de años. Y, sin embargo, lo único que estamos haciendo es seguir un camino conocido: el del colapso. Por cierto que, a propósito del colapso, Dimitri Orlov ha revisado recientemente su modelo de cinco fases de colapso (financiero, comercial, del estado, de la comunidad y de la familia), y su conclusión no puede ser más decepcionante: según él, parece que el gran empeño de los estados por detener el colapso financiero - que debería haberse expresado en toda su magnitud hace dos o tres años- causará que el colapso financiero sobrevenga al mismo tiempo que el comercial, y eventualmente que el del Estado, arrastrado éste por el peso descomunal de la deuda asumida en el rescate financiero. En suma, que su modelo todavía era demasiado gradual y suave comparado con el curso abrupto al que nos arrastra el BAU (Business as Usual). Una nueva muestra de que el descenso por el lado derecho de la curva de Hubbert estará dominado por los efectos no-lineales. Y los eventos actuales en Grecia apuntan a que, efectivamente, el colapso financiero se producirá al tiempo que el comercial: Grecia ha tenido que recurrir a Irán como su suministrador principal de petróleo (gracias, Ángel, por la referencia), ya que otros países no se fían de la solvencia griega. El descenso que nosotros los españoles empezamos, siguiendo el camino de griegos, irlandeses, portugueses e italianos nos llevará desde nuestro pretendido "Primer Mundo", al cual arrogantemente nos creíamos pertenecer por propio mérito, hacia el Segundo o el Tercero en el que hemos sumido sin importarnos un bledo al resto del planeta; y de poco nos servirá que hace un par de años nos codeáramos con los ricos y poderosos: éstos tienen ahora sus propias preocupaciones y les estorbamos en este momento.

Estos días hasta las elecciones son como el mar que se retira antes de la primera ola de un tsunami: hay una extraña e irreal calma mientras una sombra vaga y ominosa se forma en el horizonte. En realidad, si conocemos un poco de Historia y de cómo se ha practicado la economía en el siglo XX sabemos qué va a pasar en España. A partir del lunes se empezará a decir lo que ahora se calla: que es urgente tomar ya medidas para contener el gasto, que es intolerable que el déficit español se desvíe del objetivo (fijado para este año en el 6% y que podría llegar al 8%), etc. Es posible que el Gobierno socialista, en funciones hasta Enero cuando tomará posesión el nuevo Gobierno, se vea obligado a tomar ya algunas medidas drásticas, medidas que en todo caso adoptará el PP cuando entre: bajar de inmediato el sueldo a los trabajadores públicos -otra vez; quizá un 10% en esta ocasión-, recortar aún más en Sanidad, Educación y, ay, en Obra Pública -porque Alemania y Francia están muy sensibilizadas con esos aeropuertos muchimillonarios sin pasajeros y otras estúpidas infraestructuras infrautilizadas hechas durante la época dorada del ladrillo. Habrá, posiblemente, una subida del IVA y seguro una reducción generalizada de subvenciones y ayudas (en lo que a mí me toca, becas de investigación y proyectos). Todo esto llevará a una mayor contracción económica y más paro, con lo que se recaudarán menos impuestos y se tendrá que pagar más en subsidios - en algún momento se hablará de reducir el subsidio de desempleo y el salario mínimo. Y eso en un contexto donde los productos básicos subirán de precio y los no básicos bajarán mientras se liquida el stock, para después volver a subir. En suma, nos iremos haciendo más pobres, más pobres...

El sol se oscurece: la ola ya le tapa, ya la tenemos aquí. En algún sitio tenía que escribir algunas verdades en medio de tantas mentiras como se dicen. No son "rescates" lo que se les aplica a los países, son liquidaciones; no son "cambios de Gobierno por Gobiernos tecnocráticos", son golpes de Estado en el que se da las riendas al matón de nuestros acreedores, que se asegurará que sus patrones reciben su dinero aunque nosotros nos arruinemos; no es austeridad, es ruina creciente; no será orden publico sino represión; no será interés común sino particular; no será recuperar la senda del crecimiento sino adentrarse en la del empobrecimiento; no hay crecimiento sino el fin del crecimiento. Sólo nos queda el pobre consuelo de que estas olas acabarán llegando a Berlín y a Nueva York.

Ya llega el agua.

Salu2,
AMT


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