Chóvar - Castellon

Tenemos un país dividido y una falsa monarquía falsamente cohesionadora, sustentada por el heredero de un comisionista multimillonario a quien nadie pide rendir cuentas. Parece mentira que partidos como Podemos o Ciudadanos, que se autoinculpan de regeneradores, no lleven en el primer aliento de su discurso la abolición de esta ridiculez carísima y que lleva décadas degradando en el exterior la marca España, que es como llaman los horteras a nuestro maquillaje internacional.

Yo cada vez que escucho el discurso de un rey, siento que los vasallos somos incluso menos inteligentes que nuestros borbones, o que los entorchados de cualquier otra monarquía. Solo poseen el poder de la sangre heredada, ni siquiera el de la neurona heredada. Que, por cierto, habría que buscar en algún eslabón perdido de nuestra dinástica cadena.

Yo me bajo cuando mi histórico PSOE no cuestiona a estos gandules, o cuando mi naciente Podemos les otorga el paño caliente del silencio.
El referéndum sobre este grano en el culo de la democracia llamado monarquía sí que debe convertirse en la gran prioridad patriótica o nacional. Sobre todo por buen gusto. Cada vez que enciendo a las diez de la noche la televisión el 24-D y veo a estos señores dándome meapílicos e hipócritas consejos (que ellos nunca cumplen, ay, corrupción), se me mueren dos docenas de ganas de seguir siendo español y un montón de neuronas. Cristinita y Juan Carlos nunca existieron, Felipe VI. No puede haber buen vasallo cuando no existe buen señor que se acuerde de la presunta choriza de su hermana. Y este pobre niño rico hoy llamado rey es vasallo de su sangre.
Yo lo que quería, cuando Felipe VI pronunció su discurso de navidad, es saber si Cristinita e Iñaki están bien o están mal, que es preocupación que me tiene el intelecto subyugado. Jolín, pobres.

Que mania han cogido con que España se rompe. Bonita excusa pare que los ciudadanos ni puedan votar, ni puedan elegir, el modelo de Estado que a los ciudadanos nos convenga, quieren que sigamos tutelados por el pos-franquismo, que fueron precisamente ellos los que nos rompieron España en trozos que aun están algunos trozos en las cunetas. Aquello si fue la ruptura de Éspaña. Déjennos que nosotros la recompongamos al mismo tiempo que queremos recomponer la justicia no solo la judicial, sino la justicia social, que tan bien nos han roto. Se están comiendo las mollas con sus enormes privilegios,y al pueblo trabajador nos están dejando los huesos y las plumas de ésta España que segun ellos se rompe.

El día de Nochebuena Felipe Borbón se significó claramente con quien está. ¿Quién ha dicho que el rey debe ser árbitro?. No está para eso. Está para simbolizar a la Nación, al conjunto de ciudadanos que le mantenemos como símbolo de todos, de la unión de todos, de la continuidad de todos. Esto es lo que teóricamente marca la Constitución.
Pero en 1812 el grito de "¡viva la Nación, muera el Rey!" estaba muy claro: la Nación era contraria al Rey, era revolucionaria; y tanto fue así, que la monarquía solo se mantuvo cuando la figura del rey se supeditó a la Nación, y en forma de símbolo.
Pero en el discurso del miércoles,Felipe fue Rey, no fue Nación, estuvo con los políticos (y con ellos, con el Ibex 35 y la CEC), les conminó a que se entendieran, a que cedieran para seguir en el machito, les recordó el diálogo para evitar enfrentamientos y desuniones. La Nación (en el sentido decimonónico) no estuvo en el discurso: No estuvieron los parados, los jóvenes exiliados por la desigualdad, los trabajadores pobres, las mujeres muertas, los niños pobres, los pensionistas...y tampoco los corruptos que se llevan el dinero de la Nación, es decir el dinero de esos parados, jóvenes y trabajadores que, repito, son la Nación. Desde el Palacio Real, no el Nacional, un Borbón volvió a pedir ayuda a los privilegiados de su consejo (al Presidente de Gobierno lo nombrará el rey). Borbón piensa que hay que salvar como sea esto, es decir su trono, su estatus, su partida en los presupuestos. Si no fuera así, hubiera dicho otras cosas, que son muy fáciles de decir.
Fue un discurso muy propio del Rey, heredero de reyes y dictadores, no del Jefe del Estado, de la Nación. (Y menos aún, de Naciones)