Hoz de Anero - Cantabria

El Campeador
Era un día cualquiera, creo que soleado, de aquellos maravillosos veranos que pasábamos en Cantabria. Mi padre, mi tio Tano Mª jo y yo nos fuimos aquella mañana de excursión.
El plan era visitar un petrolero de la compañía C.A.M.P.S.A., el Campeador que paraba en Astillero. Tano trabajaba en él como radiotelegrafista y habían amarrado, por aquel entonces, unos días en Astillero. Recuerdo que salió en los periódicos el acontecimiento pues era tan grande que no pudo atracar en el puerto de Santander. El hecho coincidía con nuestro veraneo y Tano vino a pasar unos días a Hoz de Anero.
El año en que ocurrió esto no lo recuerdo. He tratado de buscar la noticia en internet, para localizarlo en el tiempo, pero no la he encontrado. En una página del navegador viene la historia de CAMPSA y el Campeador así como una foto de éste. Es curioso la cantidad de barcos que manejó la empresa y todos empezaban por camp. Podemos situarlo a principios de los 70.
No recuerdo de qué forma nos presentamos en el lugar pero me imagino que por tren. No se me olvida el impresionante barco y sobre todo su desproporcionada cubierta en comparación con las dependencias de trabajo que tampoco eran pequeñas. Visitar un barco es un privilegio que no todos pueden contar, aunque esté anclado. Imaginar sus travesías sobre todo en tormenta y vivirlas son cosas muy diferentes. En Madrid, el aficionado a esta materia no debe dejar de visitar el museo naval en Recoletos. Yo lo hice en su día y tiene una gran variedad de salas, cuadros y materiales con ello relacionado, incluso un camarote de los tiempos en que utilizaban velas. Había un grupo que iba con una guía y de repente tuvo que suspender la charla, pues una carraspera la había dejado sin voz. Volviendo a Astillero, en un momento dado, estábamos en el comedor que era también bar donde las mesas y las sillas estaban fijadas al suelo. Paseamos por la sala de maquinas, después subimos a la sala de control donde mi tío trabajaba como radiotelegrafista. Anduvimos por todas partes y al final aparcamos en el camarote o habitación de Tano, la cual era de uso individual, y creo recordar que tenía ducha. Del cajón de una mesita sacó un chocolate riquísimo.
De allí fuimos a un acogedor bar y sobre el mostrador nos comimos un esplendido menú.
Por la tarde volvimos a Hoz.

EL CAMPEADOR


Era un día soleado, de verano en Cantabria. Mi padre, mi tío Tano, mi hermana Mª José y yo nos fuimos de excursión.
Queríamos ver de cerca un petrolero de la compañía C.A.M.P.S.A., bautizado el Campeador. Tano trabajaba en él como radiotelegrafista y habían amarrado, por unos días, en Astillero. El acontecimiento salió en los periódicos, pues era tan grande que no pudo atracar en el puerto de Santander. En tales circunstancias vino a pasar ese descanso a Hoz de Anero, que era donde nosotros pasamos los períodos estivales.
El año exacto en que ocurrió esto no lo sé. He tratado de buscar la noticia en internet, para localizarlo en el tiempo, pero no la he encontrado. En una página del navegador viene la historia de la empresa en general y la del Campeador en particular, así como una foto del buque mercante. Es curioso la cantidad de barcos que barajó la compañía y todos ellos empezaban por “camp”. Podemos situarlo a principios de los años 70.
Nos presentamos en el lugar por tren. No se me olvida la impresionante cubierta y sobre todo su desproporción en comparación con las dependencias más altas que tampoco eran pequeñas. Observar el Campeador es un privilegio que no todos pueden sentir y contar, aunque esté anclado. Imaginar sus travesías sobre todo en plena tormenta y vivirlas son dos cosas muy diferentes.
En Madrid, el aficionado a estos menesteres puede acudir al museo naval en Recoletos. Yo lo hice en su día y hay que decir que tiene una gran variedad de espacios, cuadros y materiales relacionados con la marina. Incluso un camarote de los tiempos en que se utilizaban velas para navegar. Casualmente, en ese momento, había un grupo de visitantes que acompañaba a una mujer que era la guía de la galería. De repente tuvo que suspender la charla, pues una carraspera la había dejado sin voz.
De vuelta en nuestro itinerario, comenzamos la visita por la cantina, donde las mesas y las sillas estaban fijadas en el suelo. Paseamos por la sala de maquinas, toda ella llena de tubos y engranajes, después subimos al lugar desde donde se dirige la la nave y contemplamos el despacho de radiotelegrafía. Anduvimos por todas partes y al final aparcamos en la habitación del anfitrión, la cual tenía una cama, y creo recordar una ducha. Del cajón de la mesita sacó una tableta de chocolate del que saboreamos unas onzas de sabor exquisito.
Una vez acabado el programa, pateamos por los alrededores hasta dar con nuestros cuerpos y nuestras almas en una cafetería- bar de la ciudad, y con los platos sobre el mismo mostrador, y naturalmente sentados, dimos cuenta de un menú esplendido, al que Tano, ni corto ni perezoso, nos invitó a todos.
Por la tarde volvimos a Hoz.

Campeador, no seras por casualidad, el primo de aRturin Piñal

y compañia,soy Jose Ignacio el de Bilbao, el de la "casuca" el primo

de Alberto.

Si lo eres te mando un fuerte abrazo.

Este mensaje se lo mandé a mi hermano Fernando hace poco. Ahora lo publico en la web.
Cuando tenía unos 18 años solía juntarme con José Ignacio un primo de Alberto Frías de Bilbao, hijo de Gerardo y Mary, los que se quedaban en la casa de Caridad, antes que vosotros y hoy me parece que lleva un taxi. Habíamos cogido la costumbre de irnos hasta "La Cabaña de Jimi" que estaba situada en la fuente del francés justo al lado de "La Casa del Monte". En aquellas tardes soleadas del verano arrancábamos en alegre marcha y alegre conversación y un ratito a pie y otro andando nos acercábamos hasta Villaverde por la carretera que va por el Solegrario. Desde allí y una vez atravesado el bar del "Vasco" (Me acabo de tomar un té con zumo de pomelo que me ha quitado las penas. Te lo recomiendo para un determinado momento.) se tuerce a la izquierda y el camino se vuelve cuesta arriba lleno de curvas y sombras que dan los grandes árboles que circundan la carretera en todo su recorrido añejos como ella. Resultaba entretenido y al llegar nos sorprendía aquel paraje escondido y remoto, camuflado por la vegetación con sus cuevas y su embalse de agua fresca en la que yo me bañe alguna vez. En donde los novios iban en más de una ocasión a servir al amor. Y allí en mitad se levantaba en una construcción de madera una sencilla cabaña acogedora donde un chaval joven de barbas nos recibía la mayoría de las veces solo. Y allí encontrábamos nuestros gintonics fríos con hielo, con limón, burbujeantes, los más sabrosos del mundo. Luego dábamos media vuelta y del mismo modo y por el mismo camino regresábamos a casa.

Se me saltan las lagrimas,amigo Fidel,soy Jose Ignacio.

Que recuerdos,que tardes..........y que averias prepa-

bamos de vez en cuando, pero eramos !!!FELICES!!!