01-11-09 01:47 | #3705385 |
Por:No Registrado | |
REMITIDO DE UN LEBANIEGO La corrupción, extendida como una mancha de aceite, se ha apropiado de todo el sistema político ¡Es preciso adoptar medidas drásticas contra la corrupción! A todos los cantabros: Justo cuando la sociedad española está viviendo la crisis más grave de su historia, la clase política española está protagonizando decenas de casos de corrupción en todo el territorio. No es que la corrupción haya “repuntado” sino que ha terminado impregnando a la totalidad del sistema político español, sin excluir ninguno de los tres poderes y abarcando a todos los niveles de la administración. Ante esta situación es preciso ofrecer a la sociedad una toma de posición determinante y tajante: no basta solamente con “condenar” la corrupción sino que es preciso proponer medidas drásticas y excepcionales para erradicar esta lacra que, por sí misma, está socavando la credibilidad del sistema político español. La corrupción como fenómeno político El caso Malesa hace veinte años, el caso Gürtel hoy, el caso Banca Catalana hace veinticinco años, el caso Palau hoy, el caso BOE ayer y el caso Ejido hoy, entre otros cientos, no son meros accidentes en el panorama político español: son los síntomas de un fenómeno que impregna hasta el tuétano el sistema nacido en 1978. Es lo mismo, pero creo que suena mejor así. Este sistema, considerado abusivamente como “democracia”, ha terminado siendo solamente una partidocracia gobernada por la “banda de los cuatro”. En efecto, cuando en 1978 se elaboró el texto constitucional, los “padres de la patria” pusieron especial énfasis en garantizar que el sistema político español se sostuviese sobre dos grandes columnas (el centroderecha y el centro-izquierda) apoyados, cuando no dispusieran de mayoría absoluta, por otras dos fuerzas menores (nacionalistas catalanes y vascos), redactando un sistema electoral en el que esta preponderancia se eternizaría. Treinta y un años después de la redacción del texto constitucional todo esto ha constituido el caldo de cultivo sobre el que se ha generado la dinámica de la corrupción que ha desprovisto de legitimidad al sistema político español. En efecto, para mantener la preeminencia de la banda de los cuatro (PSOE, PP, PNV, CiU) fue preciso empobrecer la calidad democrática del sistema: las listas cerradas y bloqueadas, la ley d’Hondt, la santa alianza entre los grupos mediáticos y los partidos políticos, la ósmosis entre los tres poderes especialmente el sometimiento del poder judicial al poder ejecutivo, condujeron a que solamente terminaran contando cuatro fuerzas políticas que durante 31 años han hecho y deshecho a su antojo. Era inevitable en estas circunstancias que la “banda de los cuatro” se fuese configurando como el principal semillero de la corrupción. Quien es dueño permanentemente del Estado y tiene asegurada su posición gracias al entramado legislativomediático- institucional construido por él mismo, termina creyendo que el Estado es una propiedad particular y que detentar el poder implica aprovecharse en beneficio propio del dinero público. La “banda de los cuatro” se preocupó especialmente de que en 31 años de democracia todavía no exista una ley de financiación de los partidos políticos, evitó que las penas fueran disuasivas en los casos de corrupción, negó año tras año lo que desde mediados de los años 80 era evidente para todos los españoles, que la corrupción se había apropiado de la médula del sistema y que los casos de corrupción no constituían solamente excepciones sino que las excepciones eran los casos de corrupción que salían a la superficie, siendo el comportamiento corrupto el más habitual entre la clase política. Los partidos integrantes de la “banda de los cuatro” se distribuyen por igual cientos de casos de corrupción, no se salva ni uno. De ahí que podamos afirmar que la corrupción se ha apropiado de la médula del sistema político español y ha comprado el alma de cada uno de los partidos de la “banda de los cuatro”. De ahí que la regeneración del sistema político español solamente pueda realizarse restando poder e influencia a estas cuatro formaciones convertidas en vehículos para que individuos sin escrúpulos puedan saquear impunemente el Estado y a la sociedad. Por una definición de la corrupción La corrupción no es solamente el mal uso público del poder para obtener beneficios ilegítimos. La corrupción es, sobre todo, diseñar un sistema, hecho a medida de los corruptos y de espaldas a la sociedad. Esto es lo que se hizo en 1978 y lo que ha generado los lodos actuales. Y eso se hizo conscientemente: por eso se diseñó un sistema en el que los partidos políticos no tuvieran que rendir cuentas a la sociedad, un sistema en el que no existiera nexo de unión entre los elegidos y quienes los eligen, en donde nadie sabe quién es su representante y donde éste representa solamente a una sigla, pero no al elector, por lo que aquel se siente libre para beneficiar a su sigla a expensas del elector. De ahí que el sistema político español haya generado tráfico de influencias, financiación ilegal de los partidos, malversación, prevaricación, caciquismo, nepotismo y, todo ello, aureolado por una absoluta impunidad. Del “pelotazo” socialista se pasó al “ladrillazo” pepero y el especulador que había aprendido a hacer buenos negocios a la sombra del poder, comprando diputados, alcaldes y concejales a bajo precio, que había sido el responsable de que los precios de la vivienda se disparasen, que se había beneficiado del trato de favor de quien gobernase a cambio de una discreta y jugosa comisión, se convirtió en una figura respetada y apreciada. Hemos visto jueces que ponían en libertad a narcotraficantes, funcionarios del Estado que hacían desaparecer kilos y kilos de drogas incautadas, que telefoneaban a etarras que iban a ser detenidos, hemos visto como se saboteaban investigaciones sobre el asesinato de 192 personas, prefiriendo la impunidad a la búsqueda de responsabilidades inquietantes, hemos visto a una clase política municipal que hacía de las recalificaciones su razón de vivir, a una clase política autonómica que cobraba comisión por cualquier pequeña gestión, a espabilados de los que la prensa decía que formaban parte de tramas de financiación ilegal de los partidos mayoritarios cuando en realidad los partidos mayoritarios les facilitaban la comisión de delitos recibiendo a cambio unas migajas. Hemos visto como los grandes bancos condonaban las deudas ¿a quién ![]() partidos políticos, pero nadie nunca nos ha dicho a cambio de qué, aunque es fácilmente presumible. Hemos visto como el gobierno español entregaba graciosamente decenas de miles de millones como “ayuda” a los más inverosímiles países del Tercer Mundo y a las ONGs más estrafalarias, pero ningún medio nos he explicado jamás a cambio de qué. Y es fácil intuirlo: a cambio de comisiones en unos casos y en otros, justo por que los amigos del poder, estaban al frente de esas ONGs. ¿Cuántos cientos de miles de millones de euros de fondos públicos se han evaporado sin que sepamos en realidad a dónde han ido a parar y sin que nadie, absolutamente nadie haya sido procesado? Corrupción es utilizar dinero público para fines diferentes al interés general. Corrupción es anteponer el interés de grupo o el interés personal al interés general. Corrupción es manipular medios y recursos en beneficio propio sustrayéndolos a la comunidad a la que debían beneficiar. Corrupción es ocultar información sobre casos de corrupción. Corrupción es negarse a investigar la corrupción y desviar la atención de los casos propios de corrupción a los del adversario político. Corrupción es negarse a legislar contra la corrupción. Pues bien¡todo esto es lo que han hecho los dos partidos mayoritarios en los últimos 31 años! Lo contrario de la corrupción es la transparencia. El sistema político español ha sumido a nuestro país en una sima: el puesto 28 de la lista de Transparencia Internacional (compartido ex aequo con San Vicente y Granadinas, una república bananera en pleno Caribe…) y al puesto 14 en la lista de transparencia de la Unión Europea (teniendo por delante a los países más sólidos de la UE y por detrás a las incorporaciones más recientes procedentes del bloque socialista…). Lo insoportable de la corrupción actual No estamos en los años del felipismo en donde la “joven democracia española” suscitaba entusiasmos y esperanzas. Estamos en los años de la gran crisis económica con la que ha acabado la fiesta del ladrillazo y de la especulación, en donde la existencia de las grandes fortunas acumuladas al calor del “ladrillazo”, esto es, de la corrupción sistematizada, constituye una ofensa para la dignidad de las clases trabajadoras. Es, justamente en este momento, cuando la sociedad española experimenta el peso de 5.000.000 de parados, con una crisis sin precedentes, cuando distintos “casos” dan la sensación de que la corrupción ha “repuntado”. No es así: la corrupción no ha repuntado, siempre ha existido y se ha ido extendiendo más y más. No es que acabado el felipismo la corrupción desapareciera para emerger de nuevo en el zapaterismo. Si hoy parece que exista más corrupción es por razones muy concretas. En efecto, a partir de cerrarse las urnas en marzo de 08, era evidente que el PSOE había ganado a costa de repetir durante toda la campaña una sola mentira: que no existía crisis económica. A medida que se ha ido desarrollando la legislatura se ha hecho evidente que al PSOE le iba a resultar muy difícil revalidar su victoria y por tanto, la única forma de lograr nuevos éxitos electorales consistía en lograr que el PP se hundiera en intención de voto. Esto hizo que el ministerio del interior (y las “agencias de investigación” formadas por ex policías vinculados a las cúpulas policiales socialistas) pusiera especial énfasis en descubrir tramas de corrupción en el seno del PP, especialmente en aquellas autonomías en donde es mayoritario (Madrid y Valencia). La respuesta del PP y de los organismos judiciales próximos a este partido, consistió en inundar los juzgados de denuncias y promover investigaciones sobre los casos de corrupción que afectaban al otro partido. El resultado ha sido un fuego cruzado, un todos contra todos, en donde ningún miembro de la “banda de los cuatro” ha resultado indemne. Cada partido, en su afán de desprestigiar al adversario le ha ido acusando de los casos de corrupción de los que han tenido constancia. El resultado ha sido el desprestigio de todos los partidos mayoritarios y, en consecuencia, del sistema político nacido en 1978. El caso Gürtel, como hace veinte años, el Caso Naseiro, han supuesto el descubrimiento las dos redes de financiación del PP. Al igual que en los Casos Malesa, Filesa, Time Export, etc, que constituyeron tramas de financiación ilegal del PSOE… | |
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