Trebujena - Cadiz

Transcribo algunos de los titulares informativos que se han difundido estos días en relación con la muerte de la familia de Alcalá de Guadaíra:

"Tres miembros de una familia que se alimentaba de comida caducada mueren intoxicados".
"El matrimonio y la hija fallecidos en Alcalá de Guadaíra consumían comida caducada".
"Drama en Alcalá de Guadaíra: padre en paro, comida caducada y casa embargada".
"Mueren intoxicados una niña y sus padres, que se alimentaban de comida caducada". Etc, etc.

La única fuente que apoyaba estos titulares era un vecino que había dicho ante una cámara que el padre de esa familia estaba en paro y tenía que rebuscar en la basura. Y como esa información tenía morbo y sonaba verídica en estos tiempos de penalidades, casi todo el mundo se lanzó a repetirla. Nadie se preocupó de comprobarla, nadie se tomó la molestia de contrastar los datos, a nadie se le ocurrió llamar a un médico para preguntarle si un alimento caducado podía matar a tres miembros de una misma familia.

La I Guerra Mundial empezó por un hecho imprevisto: el asesinato de un archiduque en una remota ciudad balcánica.

Muchos historiadores sensatos dicen que la guerra se podría haber evitado con facilidad, si no fuera porque los periódicos y los políticos de toda Europa hicieron todo lo posible para encender los ánimos de la población y para imposibilitar cualquier negociación o cualquier clase de acuerdo.

Es decir, que esta guerra —que duró casi cinco años y causó millones de muertos— quizás se podría haber evitado de no mediar la histeria y el griterío irresponsables. Los políticos y los periodistas deberían reflexionar sobre ello. Todos nosotros también.