Trebujena - Cadiz

Más de la mitad de la factura que pagan los usuarios la componen costes ajenos a la generación, transporte y distribución de la energía eléctrica, que es lo que se vende:
- Impuestos.
- Primas a las energías renovables.
- Subvenciones al carbón.
- Anualidades del déficit acumulado de muchos años anteriores.

El sector simula funcionar en régimen de libre competencia y así, fácilmente, un grupo reducido de agentes económicos se puede poner de acuerdo para organizar subastas en las que el interés de los consumidores es el último criterio que se considera. Una de las consecuencias inexplicables de esta situación es que, cuando la demanda cae en picado, los precios aumenten como nunca, desafiando las leyes más elementales de la economía capitalista. Otra de las consecuencias —esta fácilmente explicable— es que dos empresas españolas del sector fueron la segunda y la tercera en beneficios de todo el continente europeo.

Otra causa de este desaguisado, típicamente nacional, es transferir a los hijos el pago de los desahogos financieros de los padres, que en eso consiste realmente la idea de engordar el déficit subvencionando las placas solares, los molinos de viento y las plantas generadoras, tan ecológicas, pero tan caras. Es el clásico "ya se pagará" con el que se tira con pólvora del rey, se vive por encima de las posibilidades y se endeuda a las generaciones venideras. Precisamente lo que más nos ha llevado al empobrecimiento colectivo que hoy padecemos.