San Roque - Cadiz

Chaves le mueve la silla a Zapatero
21:04 | 20 de febrero, 2010 Editorial


31 Comentarios Compartir Meneame del.icio.us Wikio Facebook Twitter Enviar Leer más tarde Imprimir
José Luis Rodríguez Zapatero junto a Manuel Chaves. / Chema Barroso


Si la labor de destrucción llevada a cabo por Zapatero afecta a toda la nación, nada tiene de sorprendente que amenace con dinamitar al propio PSOE. Desde hace meses, la constatación de que Zapatero es un lastre para el socialismo español no sólo ha abierto las puertas a la crítica al presidente en el seno del partido –e incluso en público–, sino que el mismo discurso antizapaterista surge con la fuerza de un fuego alimentado por tantos desdenes con que lo nutrió Zapatero: la purga masiva de la vieja guardia, la defenestración sin piedad de sus primeros compañeros de viaje –de Jesús Caldera a Jordi Sevilla– y, por último, aunque igualmente importante a efectos de partido, la serie de apuestas personales que se han revelado como desastres. Así, el protegido del zapaterismo en Madrid, Tomás Gómez, puede quedarse en menos del 30% de los votos, en lo que sería el peor resultado de los socialistas; en la Comunidad Valenciana, Jorge Alarte carece de todo relieve; en Canarias, Baleares y Galicia, el partido está roto y sin perspectivas de recomponerse; en Aragón, sólo avanza el PP; y en Castilla-La Mancha, Barreda ha arremetido contra el Gobierno, no en una sino en dos ocasiones, tras ver cómo las encuestas le dan la espalda en su comunidad. En Cataluña, el PSC que aupó a Zapatero a Ferraz y a La Moncloa, observa cómo el zapaterismo ayuda a sepultar el tripartito.

Sí, el PSOE está en pleno proceso de deconstrucción acelerada; sin embargo, donde esto se hace más evidente es en Andalucía. Y es que en esa región, bastión histórico del socialismo español, y granero de votos imprescindibles para toda victoria electoral, las encuestas dan como favorito al PP. Es un giro copernicano en la política española, y ha encendido todas las alarmas en el PSOE, de modo que Manuel Chaves, sacado a la fuerza de la Junta para ocupar un ministerio cuya única competencia consiste en mantenerle desactivado, está maniobrando para propiciar la caída de su inmemorial enemigo Zapatero. Chaves cuenta con el apoyo entusiasta del Grupo Prisa, que, con la vieja guardia, vivía mejor, y todavía puede hacer valer tanto su influencia en varias generaciones del socialismo español como su capacidad de mando en una federación andaluza del PSOE en la que Griñán, previsiblemente, perezca en su intento de ir por libre.

Sí cabe lamentar que los socialistas se movilicen no tanto por salvar a España como por salvar al PSOE de la ruina, ciertamente la operación responde a una necesidad: el Comité Federal le resulta a Zapatero cada vez más difícil, a pesar de estar formado por entusiastas del zapaterismo, y una mirada a la bancada socialista en el Congreso pone ante los ojos una mayoría de rictus de preocupación, cuando no de decepción. Por eso Rajoy, en el último debate, apuntó a donde más duele: a que los socialistas retiren su apoyo a un líder cada vez más minado. Y en esa misma línea de dar por hecho la deslegitimación del zapaterismo va la próxima pregunta de Sáenz de Santamaría en la sesión de control al Ejecutivo, evitando dirigirse a una capitidisminuida Fernández. Con todo, la operación política y mediática de Chaves cobra una luz más intensa al enfrentarla contra la última baza del zapaterismo: la movilización de un José Blanco que intenta pasar de dóberman a hombre de Estado. En realidad, el hecho de que Zapatero haya limitado su confianza a Blanco no hace sino confirmar el diagnóstico de que ya no le queda ningún otro fiel en el PSOE.