Comprobar y atribuir Comprobar y atribuir Publicado por Miguel Ángel Santos Guerra | 26 Febrero, 2011 Los hechos no explican por si solos las causas. En muchos discursos que pretenden analizar la realidad no se hace distinción entre dos partes que son claramente diferentes. Una cosa es comprobar lo que pasa y otra muy diferente explicar a qué se debe eso que pasa. Para comprobar hace falta rigor, ciertamente. Pero hace falta más rigor para atribuir causalidad con lógica y justicia. Los hechos, sometidos a tortura, acaban confesando lo que quiere quien los maneja. Vemos estos días con perplejidad e indignación cómo el señor Gadafi atribuye la revolución a los agentes que se le antojan. Voy a poner tres ejemplos, de los muchísimos que nos encontramos cada día, con los que espero dejar claro lo que quiero decir. Uno se refiere a la esfera política. Una cosa es comprobar el número de parados que existen en el país y otra muy diferente atribuir la causa de la existencia de la cifra. Puede haber discrepancias en la comprobación. En efecto, el cómputo de parados no es igual para unos que para otros. No sólo porque algunos quieran mentir intencionadamente sino porque los criterios del cómputo pueden ser diferentes para unos y para otros. Hay parados “oficiales” y parados “reales”. Hay trabajadores y trabajadoras de tiempo parcial y de tiempo completo. Hay personas en formación que unos cuentan como parados y otros como trabajadores… Qué duda cabe de que hay valoraciones diferentes, aunque se trate de una cifra tan objetiva como es el resultado de contar un número de personas. No es igual el número de parados para el gobierno que para la oposición. Habrá que explicar cuáles son los criterios utilizados para establecer el cómputo final y llegar a un acuerdo en la medición. Otra cosa muy diferente es la atribución de las causas. ¿Por qué es ese el número de parados que existe en el país? Es muy fácil que aquí cobren mucho peso las intenciones, los intereses, las trampas. Es tan fácil como injusto atribuir toda la responsabilidad a la política del gobierno. Incluso cuando se compara con la considerablemente menos elevada cantidad de otros países de nuestro entorno se me reconocerá que las circunstancias previas a la crisis económica no eran iguales en otros países que en el nuestro. He visto utilizar la cifra del paro como un arma arrojadiza hacia el gobierno tantas veces que me parece escandaloso. ¿Todo el paro es responsabilidad del gobierno, incluido el que ya existía antes de que estuviera en el poder? ¿No hay ninguna parte de la cifra que tenga su origen en la crisis mundial que también nos ha afectado? ¿No hay ninguna relación con el estallido de la burbuja inmobiliaria? Sorprende que con tanta ligereza como poco fundamento los partidos de la oposición lancen una y otra vez esa piedra a la cabeza de quien gobierna. Muchos de quienes escuchan las atribuciones se creen a pie juntillas esa simple (o mejor dicho, simplista) acusación porque les viene muy bien creer que las cosas son así. Voy a poner otro ejemplo extraído de la enseñanza. Una cosa es comprobar cuál es el nivel de aprendizaje de los alumnos y alumnas (cuestión de extraordinaria complejidad) y otra cosa es explicar por qué los alumnos y alumnas no han adquirido el conocimiento, la actitud o la competencia exigidos. El proceso de atribución puede ser manejado de forma interesada por los diferentes agentes del sistema. El profesorado puede decir que los alumnos son torpes, vagos y poco aplicados. Los alumnos que los profesores y profesoras son malos docentes y exigentes evaluadores. Los padres y madres que los profesores son malos y que los hijos no estudian. Recuerdo que en el excelente libro “Lo que hacen los mejores profesores universitarios”, de Ken Bain, se dice que estos profesores excepcionales “nunca atribuyen a sus alumnos las dificultades que encuentran en el aprendizaje”. Hacen una atribución causal exigente y comprometida. Eso les ayuda a ser mejores docentes. Tomaré el tercer ejemplo del ámbito deportivo. El resultado de un partido es claro e inamovible. Es decir, la comprobación es precisa. El resultado ha sido, por ejemplo, de tres a cero. El problema se encuentra en la atribución: ¿por qué ha sido ese el resultado? ¿Cómo explica el equipo perdedor la derrota? Vemos con frecuencia que los jugadores le echan la culpa al estado del terreno, el entrenador al árbitro y los espectadores a los integrantes del equipo. Nadie me negará que pueden darse en el proceso de atribución intereses que llevan a considerar causantes de los males a quienes nos exculpan. Es fácil convertir en responsables a quien nos conviene. El problema está en que, cuando se tergiversan o manipulan las causas es imposible encontrar las soluciones adecuadas. Cuando cada uno busca la explicación que le exculpa de cualquier responsabilidad hace que los demás tengan que cambiar para solucionar el problema. Pero, si nadie se considera responsable, ¿quién va a iniciar el cambio? En los tres ejemplos que he puesto se ve claramente no sólo la perversión del enfoque sino la inutilidad del mismo para conseguir mejoras. En el caso del paro el gobierno dirá que la herencia que le pasaron estaba envenenada y la oposición dirá que es el gobierno quien tiene que tomar medidas estructurales, eficaces y urgentes. En el caso del fracaso en el aprendizaje, los profesores dirán que los alumnos deben estudiar más, los alumnos y alumnas que los profesores tienen que explicar mejor y los padres que los profesores y los hijos tienen que dedicarse con más empeño a la enseñanza y el aprendizaje. En el caso de la derrota deportiva la exculpación hará que todo quede en manos de los demás, es decir en manos de nadie. En este tipo de atribuciones nadie queda comprometido con la mejora. Por una parte se castiga a los demás con las explicaciones y se realiza un eficaz lavado de manos para quedarse cómodamente instalado en la rutina. |