Jédula - Cadiz

Esta ecrita por el coordinador de la Ruta. (Que siva de homenage)
A la cual asistimos de Jedula:Joseba (er vasco), er Migue, er Palacio, er Cristino, er chani y su hermano Dani. Y ahora a por Montecoche.
Desde que la noche anterior a la del día de la 1ª RUTA DEL VINO DE JEREZ el Nazaret de 1ª división de Fútbol Sala perdió en Cádiz, cuando goleaba en el descanso, y luego al Betis le metieron un gol en el descuento, me temí lo peor.
En efecto, los malos augurios se confirmaron con la tormenta de las 5 de la mañana. Los caminos que la noche anterior estaban ciclables, a esa hora se pusieron canallas. Aún era de madrugada cuando hubo que reinventar 30 km. nuevos.
Y llegamos al Día Grande. Todos puntuales y dispuestos. Y, en el caso de los encargados del recorrido, atentos y pacientes para asimilar en un santiamén los nuevos puestos y misiones. De infarto, oye,
La primera noticia no podía ser peor: Rafita llama para decirme que la zona próxima a Sanlúcar estaba “impozible”. El parto empezaba a complicarse. Y, mientras tanto, las nubes con amenazas cada vez más serias de arrojarnos “chuzos de punta”. Agradecimos mucho, más que nunca, la alegría que nos transmitió el Guti en cuantito que llegó. El Guti, siempre igual, a dios gracias.
Pero aún faltaban dos sobresaltos más: la ambulancia que no llegaba y Desprotección Civil de Jerez tampoco. Eso nos hizo temer por un horario que debía ser riguroso, por los cortes de carreteras previstos por la Benemérita.
Emprendimos el tramo urbano con el apocalíptico panorama de unas calles desiertas en la festividad de la Vendimia. Hay que joderse. El paso por El Arenal, que habíamos previsto colmado de gente animosa como corresponde a una matinal dominguera, fue como el de un Campo Santo. Suerte que los 300 en bicis llenamos el centro de calor y de color.
Desde el inicio del tramo rural, el de las viñas, Rafa motero, Manolo Merca, Luis, Ambrosio, Serafín, Gonzalo y otros supieron tirar con maestría de un grupo compacto y expectante. Atrás íbamos algunos acompañando a los que ya iban con el gancho echao.
La improvisada vuelta a los cuarteles, primer desafío, creo que fue un acierto, al menos para los que pudimos verlos pasar a lo lejos, desde la autovía, como un reguero interminable de valientes y de valientas.
El encuentro en el primer cruce de autovía con la Guardia Civil fue como la soñada por cualquier gitano (dicho sea con todo el respeto), porque se portaron divinamente con nosotros. Antes Javi pirata ya se había encargado de “allanar el terreno” como algunos sabemos.
La situación tomaba buen color. Y mejoró cuando me confirmó mister Canyon, que podíamos evitar la zona inundable cruzando por otro lugar la carretera. Todo iba fenomenal. Tanto, que el tramo hasta la carretera de Rota me provocó una euforia, cuyas consecuencias pagaron pacientemente un grupo al que convertí durante un rato en víctima de una de mis “idas de olla” a costa de algunos relatos históricos y casi histéricos.
Esa satisfacción fue mayor al llegar donde estaban los inseparables de las rutas extremas: Dany y Jose. ¡Menudos son!. Allí se pasaron toda la mañana hasta que llegamos y, supongo, con tiempo suficiente como para encontrar la forma de cómo explicárles a sus santas la forma de combatir el frío en tan “raro” lugar al que llaman “La Orange”.
Al rato llegamos al avituallamiento. Fenomenal. Los desvelos de los otros inseparables (Pepe y Rafael) dieron sus frutos. Nos atendieron de lujo. Allí, hasta los geles de mister tunning (Adolfo) nos supieron a gloria. Pero la felicidad no podía ser total: Rafa motero había sufrido un batacazo con su moto, que no sé yo qué le dolió más: el palmito propio, o la carrocería de su Varadero.
A partir de ahí, un chaparrón matinal y criminal empezó a complicarnos el recorrido. Un autoinvitado malage, el barro, quiso poner durante 50 metros emoción en unos y desesperación en otros. Un compañero de er Guti, que, como tantos de Villamartín tiene una hartá de reír, atascado, maldecía las ruedas de tractor que había puesto. Los que optamos por las de barro pasamos algo mejor el atolladero. He de reconocer que fueron mejor ellas que ellos las que afrontaron con alegría la adversidad. ¿A que va ser verdad que son más fuertes que nosotros las del “sexo débil”.
Cuántas veces me acordé de Juan Lozano esmerándose en pintar las flechas con yeso en el suelo 48 horas antes.
Y mientras, imaginé al maño bajo la carpa de la meta alegrándose de su muela, ya sin juicio también.
Cuándo dios aprieta, ¿era que no ahoga o que no suelta?. Tal vez lo primero, porque un tramo posterior de vía de servicio nos sirvió para soltar pergañas a unos y para suplicar la retirada a otros. La cara de Josele era un poema mirando incrédulo el cambio siniestrado de su “pedazo de burra nueva”. Sabiamente, un grupito, ya cansado, tiró para meta. Más valía una retirada a tiempo,… que un plato de berza frío.
El resto afrontamos la subida a nuestro Anglirú jerezano: la Viña El Caribe. A ella llegamos tras padecer otros metros de barro “pegajozo”, que, al hacer adobe con las ramas recién cortadas para facilitar el paso, se convirtió en un corto, pero intenso, calvario. Casualidad que la carretera que pasa muy cerquita de allí lleva ese mismo nombre.
Ayudamos en la odisea lo que pudimos. Hasta vi a algunos acarrear con su bici y la de algún participante. Yo preferí ayudar a llevar la de una participanta. El libro de los gustos está en blanco.
A continuación, la bajada peligrosa de la viña se complicó con el barro en los frenos. Y tras ella imaginé una legión de mecánicos frotándose las manos mientras pensaban hacer en septiembre su agosto. Cómo sería la situación que improvisamos en Cantarrana un campo de bikeros damnificados, que fueron rescatados en diversas tandas por el coche escoba. Los últimos del grupo, hartos ya de estar hartos de cuestas y barro, fueron conducidos a meta. Todos, excepto un par de chavales que, a pesar de nuestra advertencia, decidieron tirar palante y, supongo, que al llegar a Jerez y preguntar por el campo de fútbol, los mandarían a Chapín, en lugar de al de la Juventud. A las tantas fueron recogidos por el coche escoba, culpándonos a otros de su temeridad. De nuevo: “hay gente pa to”.
Luego nos dirigimos al final del recorrido para ir recogiendo a los últimos y conducirlos a meta en pequeños grupitos. Como los últimos de Filipinas venían.
Por fin, al ver a las motos y coche que cerraban el grupo, experimentamos un profundo alivio, que se incrementó con el de la remolona ambulancia vacía y sin haber prestado ningún servicio. Misión cumplida, aunque con suspense y, por tanto, satisfacción general del MT Bike Jerez por el deber cumplido.
Ya en meta, D. Manué pletórico, el maño como pez en el agua, los comentarios por doquier, las anécdotas a docenas, los banderines que portaron nuestros buenos amigos moteros Rafa y Antonio deshilachados, los regalitos esperando, la berza en su punto, los chavales radiantes con sus trofeos, las mamás felices, los amigos de otros clubs haciendo de eso, de amigos, buenos amigos, y para colmo de dicha, SupermegaLuis con su polito. Parecía un niño con zapatos nuevos.
A la 1ª RUTA DEL VINO DE JEREZ no se le podía pedir más, porque hubo de todo. Y eso que el principal protagonista, el cielo, no quiso estar de nuestro lado. ¿Qué habremos hecho para merecer tan severo castigo?. Pero no nos ha importado. Como ya alguien dijo en el foro, hemos cumplido con el dicho de: “al mal tiempo… buenos resfriados”, que co…nes.

Gracias.