Carta de un hijo a un padre Hola, buenas a todos. Vuelvo por aquí con la intención de hacer extensible a todos los foreros, una carta preciosa, emotiva, escrita desde lo más profundo y recóndito del corazón triste e impotente de un hijo ante la pérdida de un padre. El padre, Salvador Ramírez, natural de El Bosque, un señor donde los haya, buena persona, amigable, formal… en fin,los que tuvimos la suerte de conocerle nos sentimos afortunados de haber compartido con él momentos distendidos de charla. Murió días pasados victima de esa terrible enfermedad innombrable. La carta apareció en la sección de “Cartas al Director “del Diario de Cádiz, y quiero compartirla con todos Vds. Luis Ramírez(Jerez) Cuando pensé en la posibilidad de escribir unas líneas que pudieran servirte de homenaje, la verdad es que no sabía por dónde empezar ni por dónde terminar, ya que necesitaría varias tiradas de este periódico para dejar constancia de tu grandeza, además de que faltarían adjetivos para describir a una persona con tu dimensión humana y profesional. Todo el dolor que he sentido con tu marcha y que he tenido durante todo el tiempo en que hemos estado luchando contra esa maldita enfermedad, se ha convertido de repente en un sentimiento de satisfacción y orgullo grandísimo, por haber tenido la suerte de ser tu hijo y por haber disfrutado de ti todo este tiempo. ¡No sabes qué satisfacción siento al decir que soy tu hijo! Gracias, papá, por haberme dejado la mayor herencia que se le puede dejar a un hijo: la educación que me has dado, que hace que me sienta orgulloso de cómo soy, y la seguridad de que pocas puertas me van a cerrar sabiendo que soy tu hijo. Desde que era un niño, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, lo tenía muy claro: ser ingeniero agrónomo, como mi padre. Entonces no tenía ni idea de lo que era esta profesión, pero lo que sí tenía claro es que quería ser como tú. Has sido el mejor padre, el mejor marido, el mejor hijo, el mejor hermano y por supuesto, el mejor amigo de tus amigos. Siempre dispuesto a ayudar a los demás, incluso a los que no se lo merecían. Ahí está la grandeza de las personas. Una grandeza que ha quedado patente en el momento más triste de mi vida, el día de tu entierro, y manifiesta por la cantidad de gente que te quiso acompañar hasta el último momento. Gente de todas las clases y puntos de España, porque si tenías algo que me encantaba es que tratabas a todas las personas por igual, sin hacer distinciones ninguna y dándole a todos su sitio. Profesionalmente has sido el número uno, y no lo digo yo que soy tu hijo, sino todas las personas que a lo largo de mi vida me han hablado de ti. Nos has querido de una manera sobrenatural. Incluso en los peores momentos de tu enfermedad, tu obsesión y tu pena era el sufrimiento que decías nos estabas haciendo pasar, por encima de preocuparte por ti. Y esto fue hasta última hora, donde esperaste el único momento en que salí de la habitación, para dejarnos. No se me olvidarán nunca tus palabras cuando ya no podías casi hablar, para decirme "yo sí que te quiero con locura, hijo mío", cuando me acercaba a tu oído para decirte que te adoraba. Pienso que lo que somos en la vida tiene su eco en la eternidad, y en este sentido estoy seguro de que estarás de los primeros al lado de Dios, velando por todos nosotros para que siempre estemos bien. Al lado de ese Cristo de la Salud, al que tanto le recé por ti. Cuando me toque irme de aquí, iré sin miedo, porque sé que me estarás esperando con los brazos abiertos, para volver a decirme que me quieres con locura. Un fuerte abrazo y que sepas que yo sí que te he querido siempre con locura.
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