BUCÓLICAS A LA ENCINA EXTREMEÑA Entre valles y colinas desde la vega al otero, alzan su porte altanero nuestras hermosas encinas. Su fronda es majestuosa, su tronco, recio y viril, primoroso su perfil y su sombra, lujuriosa. Centinelas legendarias de nuestros campos amigos, son los más fieles testigos de sus vidas centenarias. Sus leñas, por excelencia, calientan nuestros hogares, sus calores singulares alegran nuestra existencia. En sus ramas poderosas, torcidas y poco suaves, anidan diversas aves alegres y primorosas. Las tórtolas y alcaudones, cernícalos y milanos, palomas y rabilargos, los mirlos y los pinzones. Su hojarasca bienhechora que cada año renueva, a nuestros suelos les lleva su acción fertilizadora. Desde los tiempos pretéritos bellotas de corte airoso, son alimento famoso de nuestros cerdos ibéricos. Es la reina indiscutible de nuestra flora extremeña, y sin su aporte de leña la vida sería imposible. Por eso los extremeños le debemos reverencia, defendiendo su existencia pacenses y cacereños. Y por ello todos, cual guerreros, defendemos a nuestro árbol sagrado, con todo el cariño y sumo agrado, aunque luego nos llamen belloteros. Mayo/2001 mcf. |