he encontrado esto esto y me ha llamado la atención Alcalde de Zorita (Cáceres) en la II República mercedes diaz cancho Enviar mensaje Descargar archivo ALCALDE DEL PARTIDO SOCIALISTA DE ZORITA DURANTE LA II REPÚBLICA BLAS DÍAZ CIUDAD ROMANCE A LOS CAMPESINOS DE ZORITA (RAFAEL ALBERTI) Campesinos de Zorita Fueron a los encinares A coger esas bellotas Que ni los cerdos ya pacen Los llevaba el hambre Con tres civiles, Juan Gómez Llegó a las dos de la tarde Un tiro arranco tres ayes Se les prometen los campos Y al campo van a matarles Promesa cumplida en sangre A un obrero malherido Se lo llevan por las calles Todas las puertas se abren Zorita entera en la plaza Gritando, protesta en balde El que no trabaja no es nadie Los propietarios del pueblo Por más guardia civil salen Llegan fusiles y sables Sin aviso, rompen fuego Tirando a dar y no al aire Zorita entero lo sabe Niños, mujeres y hombres Heridos de muerte caen Cumplen las autoridades Se les prometen las tierras Y en tierra van a dejarles Promesa pagada en sangre ¡Campesinos extremeños Seguid lo que ya otros hacen Cadena en la lucha Y unidos, senda adelante! El episodio más trágico que vivió mi abuelo. Siendo alcalde él, había dado permiso para que los campesinos de Zorita pudieran recoger las bellotas para poder alimentarse, en un año de hambruna, pero la dueña de los campos llamó a la guardia civil y cuando mi abuelo se enteró ya los habían matado. Rafael Alberti pasó por allí, poco tiempo después y realizó este poema, que yo creo que mi abuelo Blas, nunca llegó a conocer. Su vida estuvo marcada por ese cargo político y todo lo que conllevó aquello. Fue un gran alcalde, que hizo mucha obra pública durante ese tiempo: La Casa del Pueblo (recuerda mi padre que las rejas de la casa del pueblo las pagó el), las escuelas Nuevas, el Cementerio Nuevo, el Corral del Concejo y la Fuente de los Socialistas. Durante su mandato como alcalde y durante la guerra hizo unas votaciones populares para decidir si continuaban unas monjas dando clases (Sor Refugio, Sor Sagrario, Sor Angélica y Sor Benita) Cuando estalló la guerra estaba llevando fanegas de trigo a Villanueva, para pagar la casa del Pueblo, le requisaron el carro y la carga y el camino de vuelta lo tuvo que hacer andando. Durante la Guerra Civil mi abuelo estuvo preso casi todo el tiempo en Trujillo. Mi padre Francisco y mi tía Margarita, que era dos niños (8 y 11 años), iban a visitarlo y a llevarle algunas cosas, el trayecto lo hacían la mayoría de las veces a pie (28 km) Al acabar la guerra estuvieron tres años en el pueblo, pero como estaban marcados por rojos, nadie les daba trabajo y tuvieron que ir a trabajar a una finca llamada Almansa (termino de Alías) que estaba regentada por unos frailes. Estuvo allí aproximadamente 20 años, con su familia. Luego se vino a vivir a Madrid (Vallecas), donde murió, un año antes que Franco. La estirpe socialista, no se acabó con él, hoy yo su nieta, soy concejala del Partido Socialista de un pueblo de la Comunidad de Madrid (Navalcarnero) En el año 2006, fui a visitar a la alcaldesa socialista de Zorita, Dª Esperanza Tenón Fernández, para pedirle que se pusiera en valor el nombre de mi abuelo, y que por lo menos una calle o una placa recordaran al último alcalde democrático antes de la dictadura. Todavía, aún hoy, sigo esperando. Su casa, en Zorita, está ahora en manos de hijos de Falangistas, porque le quitaron todas sus posesiones, y se las subastaron, sin el menor atisbo de legalidad. Todo lo que yo aprendí de mi abuelo fue aquello que, a toda mi familia nos ha forjado en nuestros ideales de justicia y libertad. Todos los 1º de mayo durante la dictadura, nos juntábamos en su casa de Vallecas y cantábamos la Internacional, todavía recuerdo mi abuela, regañándonos, por si había alguien nos pudiera oír y se fuera de la lengua, pero mi abuelo decía que le importaba una mierda, que tenía que reunir en torno a su casa, aunque fuera una vez al año, a toda su familia y explicarnos lo que significada la democracia y todo lo que esta suponía. No pudo haber una injusticia más grande que la de morirse un año antes que el dictador, porque quería volver a su pueblo y quería volver a intentar que este país volviera a sentir los aires, que el respiró en su juventud. Muchas veces pienso qué hubiera sido de mi familia, si no hubiera llegado la guerra, si mis padres hubieran podido vivir sin ser hijos de rojos y por lo tanto de los perdedores. Mi abuelo vivió sus últimos años siendo pipero, con una pequeña maletita que colocaba en una silla en la esquina de su calle, siendo querido por todos sus vecinos y acompañado de nosotros, sus hijos/as y sus nietos/as. No encuentro en la actualidad a personas y familias que lo den todo por unos ideales. ¿De qué pasta estaban hechos aquellas mujeres y aquellos hombres, que sacrificaron sus vidas, sus familias y sus haciendas por unos principios y por unos ideales? Me gustaría ponerme en la piel de mi abuelo y que me pudiera contar ¿por qué no se cambió de chaqueta, durante aquellos años? ¿Qué le movía a dar esos pasos en política, en esos momentos tan tumultuosos? Me gustaría que todos/as nosotros/as tuviéramos un poquito de aquel espíritu de entrega y lucha que ellos tuvieron, solo pretendían dejarnos un futuro mejor a las siguientes generaciones, entonces, nosotros ¿cómo malgastamos todo ese capital y no somos tan generosos? No quiero ni pensar el grado de sufrimiento que tenía, durante 40 años, cada vez que miraba mi abuelo las penurias, así como los desprecios de los vencedores hacia él mismo y hacia su familia. No me lo puedo ni imaginar cómo tendría que tener el corazón roto, por la amargura de una guerra y las injusticias que sufrió. Su vida y su simiente no han caído en saco roto, hoy estamos todos aquí disfrutando de una democracia que nuestros mayores se hubieran merecido, tanto como nosotros o más. Yo todavía cuento a mis hijos, todo lo que recuerdo de su abuelo y abuela, porque aquel hombre tuvo una gran mujer, mi abuela Valentina, que entre otras cosas era una buena cazadora, que al empezar la guerra, hizo destrozar su escopeta de caza, e hizo con el cañón un fuelle para avivar el fuego, porque dijo que con aquel arma, no se iba a matar a ningún hombre, cuando alguien viniera a requisar las armas. Sus gestos eran de personas, que les quedaba el orgullo de haber peleado por lo que creían, que nada ni nadie les iba a ver con la cabeza agachada, que no había maldad suficiente en su país, para que ellos envenenaran a sus familias, jamás alimentaron nuestro odio, solo ponían en valor sus ilusiones, que la dictadura tenía que acabar y que querían que sus descendientes estuvieran preparados, para cuando llegara el momento. Es muy difícil y a la vez muy generoso por su parte hacernos ver el futuro y no pensar en revanchas. Uno de los momentos más dramáticos de mi vida, fue la muerte de mi abuelo, ese momento, según me contaron mis padres (yo tenía unos 13 años), fue desgarrador para mí, exploté en un llanto doloroso, que no había forma de consolar, parecía un dolor que me traspasaba, era intenso y tan duradero, que mis propios padres estaban asustados. No sé por qué lo sentí más que los demás, pero hoy y ahora puedo deciros, que no hay día que no me acuerde de él y en los momentos en los que mis avatares políticos me han llenado de sin sabores, yo he hablado y hablo con mi abuelo y le pregunto, ¿Qué harías tu en mi situación? , y entro en una especie de reflexión, que yo muchas veces me extraño de las conclusiones a las que llego, estoy segura que me hecha una manita y me dice por dónde, sobre todo, por dónde no tengo que ir. En algunas ocasiones, le recrimino que sea tan purista en nuestros análisis y no me deje llevar por el oportunismo, pero la verdad es que me encuentro mucho mejor si sigo, lo que me parece ser sus indicaciones. Yo creo que no son alucinaciones, ni nada parecido, yo más bien creo, que es la impronta, que su ejemplo me ha dejado. Y en su recuerdo, en su honor y el de tantos y tantos hombres y mujeres que pagaron muy caro el mantenimiento de sus ideales, he escrito este relato, desde las entrañas, que está mucho más profundo que el corazón Gracias queridísimo abuelo. Enero 2010 Mercedes Díaz Cancho |