A quien corresponda...continuación La pedantería es una forma de expresión adscrita casi exclusivamente al tipo humano intelectual o que pretende serlo. El pedante usa de una expresión afectada, aun cuando no toda afectación del lenguaje es pedantesca. Lo es solamente aquélla que revela una cierta intención: la de hacer gala del talento, de la sabiduría o la erudición. El pedante aprovecha toda ocasión para exhibir ante grandes o pequeños auditorios sus prodigiosas cualidades. A decir verdad, una de las características de la auténtica pedantería es la inoportunidad, pues sus más conspicuos representantes son precisamente aquellos sujetos que siempre desentonan, que sientan cátedra en todas partes. Los vemos hablar de cosas profundas en medio de una conversación familiar, citar nombres famosos o sentencias célebres en los lugares o circunstancias en que menos viene a cuento. En una palabra, el pedante choca siempre a los demás, por su falta de tacto y discreción. Bajo el aspecto del trato, el pedante corresponde, sin duda, a la especie numerosa de los inadaptados. El gesto de la pedantería tiene, sin duda, la intención manifiesta de afirmar una superioridad ante los demás, pero con un acento agresivo o con un aire de desprecio. El pedante parece decir "aquí yo soy el único que vale, ustedes son unos .mbéc.l.s". Pero la pedantería no engaña a nadie y los demás se percatan de la falsedad de sus pretensiones. En vez de lograr el reconocimiento y la admiración, el pedante no hace más que despertar antipatía y enemistad. Los efectos que obtiene son precisamente antisociales. Por lo general, los pedantes son grandes individualistas, incapaces de comprender los valores ajenos y renuentes a todo esfuerzo en cooperación. Lo que no impide que a veces logren reunir círculos de admiradores, ingenuos o ignorantes, que se dejan sorprender por sus palabras. Porque lo trágico es que la pedantería necesita siempre del público, como no puede haber teatro sin espectadores. La Pedantería, por Samuel Ramos ( fragmento) |