poesía RECUERDOS Y AÑORANZAS RECUERDOS Y AÑORANZAS Añoro como en mi infancia, que ya muy lejana está con esta memoria rancia las fiestas de “La Velá”. Y también la juventud, que nos llegó sin demora sin dinero y con salud pero siempre soñadora.. Un constante deambular, niños, jóvenes, mayores, en su raudo caminar a pesar de los calores. . Ver pasar por la mañana muy ufano al zagalillo con su pantalón de pana y su boina con rabillo. Al merchán y al ganadero con larga blusa, temprano, un elegante sombrero y su bastón de la mano. Desfilando hacia el rodeo en sus bestias, los gitanos con su raro parloteo y sus varas de avellano. A la moza placentera con su falda bien cumplida mover la recia cadera orgullosa y presumida. Al mozo muy bien plantado con su traje de buen paño que ha tenido bien guardado durante el resto del año. A las maduras señoras con vestidos de una pieza sus medias a todas horas y el pañuelo a la cabeza. Los niños que van gritando entre el ruido de cohetes y a sus padres demandando toda clase de juguetes. Un desfile interminable de toda clase de gentes en convivencia agradable contentos y sonrientes. Aquellos recios calores del ardiente mes de Agosto en que copiosos sudores nos incitaban al “mosto”. Caramelos, cacahuetes, los confites y el turrón y los modestos juguetes de hojalata o de cartón. Helados de nata fina de la rústica heladera y polos con anilina colores de la bandera. Farolillos de colores, guirnaldas y gallardetes lucían sus esplendores al estallar los cohetes. Aquel derroche de luces, de jolgorio y alegría, y los ricos altramuces nuestro pan de cada día. Ir a tirar al pichón con la escopeta de flecha al palomo del jaulón que asomaba la cabeza Una especie de cadalso que sería una cosa seria pues se dice, eres más falso que una escopeta de feria. Los tratos de los gitanos en el cordel de Merinas, entre calés y paisanos urdiendo tretas muy finas. Juventud de platas y oros, siempre jugando su baza al asistir a los toros en nuestra bonita plaza. Las terrazas de los bares, de limpieza primorosa con ponches tan singulares como el vino y gaseosa. Una alternancia sencilla con limonada o refrescos de aquella zarzaparrilla de tintes dieciochescos. Montar en Los Caballitos disfrutando a todas horas las mozas y los mocitos girando en las Las Voladoras Con la tripa bien vacía o al menos muy poco llena de melón y de sandía y a danzar en La Verbena Los bailes todos los días, nuestra mayor ilusión, con sonoras melodías de trompeta y saxofón. Que toda la concurrencia con cariño e ilusión aplaudía la competencia del Galga y el Comadrón. Y nada de baile suelto, unos y otras se arrimaban pescando en río revuelto hasta donde les dejaban. Todo estaba controlado la vigilancia era dura, porque todo era pecado según nos decía el cura. Si aquellos padres de antaño levantaran la cabeza al ver las cosas de ogaño se quedarían de una pieza. Ir al baile del tío Ovidio, y pasar allí dos horas espectáculo que envidio el de “Las Animadoras”. Chicas ligeras de ropa, picantes y seductoras, que junto al café y la copa resultaban tentadoras. Aquel concurso de feos muy ocurrente artificio que ganó uno de Trujillo que era más feo que “Picio” Con las resacas a cuestas, empezaban nuestros males al finalizar las fiestas con fuegos artificiales. Con diversos coloridos, subiendo raudos al cielo y tremendos estampidos que hacían temblar el suelo. Entre bombazo y bombazo que aplaudía el personal sobre todo al zambombazo que era la traca final. Terminaba “La Velá” otra más para la historia sin ninguna novedad y aquí pena y después gloria. Era una dicha completa, de unos tiempos que huelgan pues como dijo el poeta es posible que no vuelvan. Agosto 2007 MCF.
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