Zarza la Mayor - Caceres

Fafa. Es decir, María Fátima, saca unos vasos y nos sirve un oporto exquisito. «Es de mi familia. Mi abuela materna es la propietaria de las bodegas Ramos Pinto». Hemos llegado a Salvaterra do Extremo a la hora de comer, pero es imposible comer. En la churrasquería de Elías, la señora parece asustada. «No, no puedo encender la parrilla para prepararles un poco de pollo o de bacalao». Como insistimos: «Un pedazo de queso, algo de embutido», la señora se esconde en el lavabo.
Es extraño este pueblo. La mañana de niebla colabora en la extrañeza. En la plaza, media docena de personas aguardan algo. «Esperamos un cadáver», informan añadiendo inquietud a la escena. Resulta que hoy llegan de Lisboa los restos de Francisco Serra, benefactor de Salvaterra. «Tenía contactos en Lisboa y consiguió la carretera que lleva a la frontera. Se acabó hace ocho años», informa Fafa. Después se apiada del hambriento y nos invita a conocer su casa y a tomar un plato de sopa.
Estamos en Salvaterra do Extremo, un pueblecito portugués fronterizo que desde el año pasado está unido a España por un puente que oficialmente no existe y cruza el río Eljas para llegar al pueblo cacereño de Zarza la Mayor. Visitamos una de las zonas menos pobladas de la Península Ibérica. Comparemos: la comarca menos habitada de España está en Soria: 9 habitantes por kilómetro cuadrado, los mismos que tiene el municipio de Zarza la Mayor. Lo de Salvaterra es más espectacular: dos habitantes y medio por cada kilómetro cuadrado.
Para llegar a este pueblo neblinoso, misterioso y bello, donde la gente espera cadáveres en la plaza, hemos circulado por una carretera no indicada y hemos cruzado un puente que no existe. Es la Raya hipano-lusa, la frontera más pobre y fascinante de la vieja Unión Europea, un espacio que están descubriendo los medios de comunicación germánicos, los mismos que quedaron prendados de Canarias, Mallorca o Finisterre. Este mes de marzo, la radio televisión pública de Suiza dedica programas semanales de una hora ('Le dromedaire') a la Raya extremeña.
Fafa nos ha llevado a su 'Casa dos lagartos', una vieja mansión medieval restaurada con dos lagartos de piedra sobre el arco de la puerta. A la entrada, una tinaja con el símbolo de los antiguos cristianos. En cada piso, un detalle, una antigüedad bellísima, una puerta gótica, una ventana renacentista. Fafa es hija de un rico terrateniente de la zona. Sus hermanos son ingenieros. Ella ha trabajado en Londres. Después fue la responsable de las boutiques de café Nicola en Portugal. Acaba de tomar una decisión tajante: lo ha dejado todo y se ha venido a Salvaterra, de donde es oriunda la familia. «Me dedico a las ovejas y a los alcornoques. Mi padre me dice que me estoy empobreciendo alegremente».
Fafa viste chambergo recio, gasta sombrero de ala ancha que no se quita ni dentro de casa, lleva botas de caña alta. Nos enseña el pueblo: la iglesia matriz de retablo magnífico, el rollo o 'pelourinho' manuelino frente a la cámara municipal, las casas nobles... Otra copita de oporto sublime y de nuevo a la plaza, a esperar el cadáver del benefactor, que no acaba de llegar desde Lisboa.
Las carreteras de la zona son estrechas y llenas de curvas. La que baja al río es una pista de tres kilómetros, bien asfaltada, que desciende entre olivares, encinares y arroyos. Y abajo, en el río, la frontera y el puente. Ni en el lado de Zarza ni en el de Salvaterra hay indicaciones con la leyenda España o Portugal. En el puente tampoco hay paneles de color azul que señalen el cambio de país. Estamos en la transfrontera ilegal.

Un paso muy original

La carretera que viene de Zarza es de la Diputación. Se coge a la izquierda, en la salida del pueblo hacia Moraleja, y no hay cartel informativo de ningún tipo. Son cuatro kilómetros variados: acabados y sin acabar, pintados y sin pintar... Pero se puede circular cómodamente hasta llegar al original paso fronterizo número 16 de la Raya. Quizás más original aún que la frontera Blade Runner de Cedillo o el micropuente internacional de La Codosera.
Se trata de un azud. En el futuro habrá un puente, sí, pero por ahora, lo que hay es un pequeño embalse con seis desagües y un puentecillo por donde solo cabe un coche. Si llueve mucho, el agua rebasa el puente y no se puede pasar. En la orilla lusa del Eljas hay un merendero, un molino, bancos, mesas, casetas de madera, barbacoas, sanitarios... El lugar es precioso, con el río encajonándose y el castillo en lo alto. Además, aquí se cogía oro: un ciudadano polaco tiene aún la concesión del aurífero fluvial.
Un cartel oficial deja claro que aquello no es un puente, sino una remodelación y acondicionamiento de la orilla, eufemismo divertido para torear la burocracia y certificar una vez más que en Extremadura, el Alentejo y la Beira, la frontera nunca existió.
El paso número 16 de la Raya tiene su tráfico: pasan tractores, cruzan furgonetas de reparto. En estos días de invierno no se ven turistas, sino vehículos de trabajadores que se mueven entre una y otra orilla: restauradores españoles que reparan retablos lusos, albañiles portugueses que trabajan en Extremadura, familias de compras, jóvenes de fiesta
La falta de señalización es un problema: asciendes desde el puente, llegas a la carretera comarcal y ningún cartel te orienta hacia Salvaterra o hacia Monfortinho. Escoges al tuntún, pero hay que tirar hacia la izquierda. Salvaterra es un pueblo de callejas estrechas y casas antiguas bien conservadas, como en casi todos los pueblos portugueses. Aquí, afortunadamente, el dinero y la cultura llegan de la mano y no hay destrozos urbanísticos palpables.
Abundan las naranjas y los limones y en las puertas se anuncia la venta de miel. Este pueblo fue hasta hace nada un enclave de contrabandistas de gran importancia. Fafa conserva en su casa argollas corredizas con las que los macuteros cruzaban los ríos Eljas y Alagón deslizándose por una cuerda tendida entre las dos orillas. En la capilla de la Misericordia estuvo el hospital de los templarios y de ese pasado de guerreros y contrabandistas le ha quedado al pueblo un poso belicoso que se manifiesta en la plaza, aguardando el cadáver del benefactor Francisco Serra.
«Es que el alcalde de Idanha- a-Nova ha querido siempre apropiarse del mérito de la carretera a la frontera, a pesar de que fue conseguida por la presión del pueblo y por las relaciones de nuestro benefactor», reivindican al tiempo que desvelan las claves políticas de esta espera tan extraña: toda una mañana de niebla y frío aguardando un cadáver en una plaza de un pueblo perdido.
Salvaterra do Extremo tuvo fortaleza y cuartel para defenderse y atacar a sus belicosos vecinos de Zarza. Además, los nativos tienen fama de taimados e indomables desde que en 1655 acabaron con una tropa española tras atraerla hasta el pueblo con el ardid de que iban a entregar la plaza sin combatir. El alcalde de Idanha debería tener más cuidado con los 203 habitantes de esta aldea que no olvida su pasado glorioso: hasta 1855 Salvaterra fue ayuntamiento, en esa fecha se convirtió en una de las 31 freguesías de Idanha-a-Nova.
Enfrente, Zarza la Mayor, un pueblo con glorioso pasado y presente expectante... Zarza vivió tiempos de prosperidad tras las guerras de independencia portuguesas. Sobre todo a partir de 1749, cuando se instala en el pueblo la Real Compañía de Comercio y Fábricas de Extremadura, que entre 1750 y 1770 convierte Zarza la Mayor en la aduana con más movimiento de Extremadura.
Hoy, Zarza cuenta con algo más de 1.500 habitantes y encara el futuro con ilusión. Por un lado está la nueva carretera hacia la frontera, que algún día será oficial y contará con un puente en condiciones que la una con Salvaterra. Por otro, se prepara para recibir la nueva autovía que llega desde Navalmoral y Plasencia a través de Coria. Esa carretera de gran capacidad entrará en Portugal por el municipio zarceño, camino de Castelo Branco y Lisboa.
A partir de su inauguración, el camino más corto entre Madrid y Lisboa no pasará por Cáceres ni por Badajoz, sino por Zarza la Mayor. ¿Volverá a ser Zarza un pueblo próspero y vivo que irradie riqueza como ya sucedió durante el siglo XVIII, cuando era la aduana más importante de la Raya?
Mientras llega el futuro, se puede disfrutar de un presente de puentes de cuento, carreteras fantasmas, ríos con oro, señoras elegantes que te invitan a su propio vino de Oporto, comitivas que esperan cadáveres entre la niebla y cocineras que se esconden en el baño para no hacer de comer. Todo ello en un país que nunca se acaba y se hace narrativa mágica entre Zarza y Salvaterra.

pena de Autovia,lo lejos que se nos fue.

Magnífico relato que escribió J.R. Alonso de la Torre para el Diario Hoy.

MIGUEL 43 .HOLA .
CREO QUE CON LA NUEVA AUTOVIA (CUANDO SE CONSTRUYA) POCO INTERES HABRA PARA HACER UN PUENTE QUE CRUCE LA RIVERA Y ENLACE CON PORTUGAL POR LA CARRETERA RECIEN CONSTRUIDA DESDE ZARZA. ALGUIEN SABE SI EN PORTUGAL HAY ALGUNA CARRETERA EN PROYECTO PARA ENLAZAR CON LA DE ZARZA