Zarza la Mayor - Caceres

El puente que puso Portugal al lado de casa

Estaban a casi medio centenar de kilómetros y desde hace un año quedan a salto de mata. Zarza la Mayor, al oeste de la provincia, y Salvaterra do Extremo, una diminuta aldea portuguesa de apenas 200 habitantes, están más cerca que nunca. En mayo del año pasado se hizo realidad un sueño que se había convertido en una reivindicación de primer orden para el anterior alcalde zarceño. «No tenía sentido que para ir a ver a nuestros vecinos tuviésemos que dar un rodeo de 40 kilómetros. He luchado por esta causa desde antes incluso de ser alcalde», rememora Juan Gregorio Montero, que en junio pasado traspasó su sillón en la alcaldía a Esther Gutiérrez. «El puente nos ha acercado a Portugal un poco más», sostiene la joven regidora, que comparte el cargo en el Consistorio con el de diputada de Turismo.
Zarza y Salvaterra andan por estas fechas de aniversario. La convivencia transfronteriza que ambas poblaciones celebran hoy reunirá a cerca de un millar de vecinos. Es una tradición que viene de atrás, pero esta vez tiene un tono aún más festivo que de costumbre. Un pequeño y original paso sobre el río Eljas ha puesto Portugal al lado de casa. A tres kilómetros y 800 metros exactamente. Si usted andaba por Zarza la Mayor, Acehúche o Ceclavín, por las inmediaciones del noroeste cacereño, y le picaba la curiosidad con la gastronomía o las esencias de la naturaleza en el país vecino, hasta hace un año, sólo tenía una opción: desplazarse primero hasta Piedras Albas y cruzar a continuación la frontera con dirección hasta Segura, ya en Portugal. De allí a Salvaterra aún le quedaban otros cuantos kilómetros.
Si elegía la 'alternativa norte' tocaba coger la Ex-117 hacia Moraleja, desviarse en el cruce de Termas de Monfortinho y volver de nuevo en dirección sur, ya en territorio luso, por una carretera sinuosa y apenas transitada hasta llegar a Salvaterra. En resumen, todo un rodeo. O un par de rodeos, cualquiera que fuese la ruta elegida. El pasado es eso. Y el presente es un puente con seis enormes desagües de forma cónica y una modesta barandilla metálica de color rojo. No caben dos coches a la vez, pero tampoco supone eso mayor problema. Es un paraje natural de máxima calma y sosiego absoluto, en el que sólo se escucha el rumor del agua del Eljas y el cántico de los pájaros. En lugar perfecto para desintoxicarse del tumulto urbano.
Una placa rememora una fecha que ha quedado grabada: 5 de mayo de 2007. Desde entonces el puente existe, y éste se presenta como «el sueño de dos pueblos vecinos» hecho realidad. La secretaria de Estado de Transportes de Portugal, reza la placa, no faltó al acto de inauguración oficial, lo que refleja el valor que se concede a esta infraestructura. Apenas media hora de asueto y observación en un entorno idílico permite comprobar que entran más coches en Zarza de los que apuntan a Salvaterra desde terreno nacional. La vieja reivindicación pone las dos localidades a una distancia de siete kilómetros, apenas 10 minutos de viaje. A tiro de piedra casi, con el castillo de Peñafiel en el horizonte.

Riqueza turística

«Ésta zona tiene una enorme riqueza natural y turística», reflexiona Juan Gregorio Montero, que durante seis años ha trabajado para conseguir salvar trabas burocráticas. «La financiación del puente ha corrido a cargo de la parte portuguesa», subraya Esther Gutiérrez. La alcaldesa pone énfasis en la nueva carretera que comunica la Ex-117 con Portugal y que, recuerda, ya cuenta con dotación presupuestaria por parte de Diputación para quedar concluida tanto en su señalización como en su asfaltado.
Circular por ella ya es perfectamente posible. En poco tiempo la zona ha dado un cambio. Los caminos se han transformado en una pista amplia, directa hacia la frontera portuguesa, que aparece ante los ojos del viajero en unos pocos minutos. Sin embargo, el ex alcalde Montero aclara: «Esta piscina natural que tenemos y el puente que nos permite tener más cerca Portugal es un paso provisional, con el tiempo habrá que plantear hacer una infraestructura más dotada».
La parte portuguesa cuenta con un terreno acondicionado que puede ser utilizado como zona de descanso. Un cartel de advertencia pone sobre aviso al visitante: se recomienda no utilizar el puente en caso de crecida del río, y es que si el agua comienza a subir no parece difícil que pueda sobrepasar esa plataforma de paso.
«Mi madre siempre comenta si tenemos familia aquí o allá. También tenemos familiares en Salvaterra. Somos dos poblaciones muy cercanas y unidas», señala Esther Gutiérrez. El Ayuntamiento quiere acondicionar unos alojamientos rurales en la zona. Las estimaciones que se hacen en el Ayuntamiento indican que unas 400 personas ya se han inscrito para la convivencia de hoy aunque habrá «al menos otros tantas que irán por libre».
A las 11 de la mañana comienzan las actividades, con comida y barra libre por cuatro euros. Cochinillo, fiambres, gazpacho... «Se pasa una buena jornada de campo. Es una tradición ya», sugiere la diputada de Turismo y alcaldesa. La fiesta está servida. Más fiesta que nunca, más cerca de Portugal que nunca.

Una aldea indómita que fue terror de los portugueses

“Vaiase ao diabo a Zarza, ¿onde está Zarza? En toda miña vida oí nomear esta Zarza e agora tudo é Zarza”. Esta frase, pronunciada por un general portugués en 1645, resume lo que supuso el pueblo cacereño de Zarza la Mayor para el ejército lusitano durante el transcurso de su denominada Guerra da Restauraçao, conflicto militar mediante el cual Portugal busco, y consiguió, su independencia de España, después de haber estado anexionado a la corona castellana desde el año 1580.
Entre 1640 y 1668, la en otros tiempos llamada villa de La Zarza, se convirtió en un reducto inexpugnable, que llegó a ser sitiado por un ejército de 5.000 portugueses en junio de 1665; sin embargo de aquella longeva guerra no sólo queda el recuerdo de eso.
Fueron muchos los años precedentes en los cuales los rebeldes se sintieron incapaces de doblegar a una partida de 130 zarceños, soldados de caballería que, sin experiencia militar y únicamente con el valor y el gran conocimiento del terreno, se habían convertido en el terror de la provincia portuguesa de la Beira Baixa.
Todo había tenido sus inicios en 1644, cuando la explosión del polvorín del pueblo, situado en una torre aneja a la iglesia parroquial, dejó muertos bajos sus escombros a 300 vecinos y empujó a los varones supervivientes a convertirse en soldados para intentar, así, defender sus haciendas y bienes. Y lo consiguieron.
Durante 20 años los zarceños dominaron el territorio cercano a la Raya. Pueblos y aldeas limítrofes como Penha García, Monsanto, Idanha, Zibreira, Penamacor, Tuloes y, especialmente, Salvaterra do Extremo, sufrieron los rigores de las correrías de aquellos que fueron gloriosamente conocidos como Los Montados de La Zarza. En la memoria popular quedaron grabadas acciones heroicas como la del capitán Polán, que el solo, sin ayuda de nadie, hizo frente a un grupo de 23 portugueses, logrando acabar con la vida de varios de ellos y sustraerles algunos caballos.
Los zarceños también dejaron impronta de valentía más allá de sus proximidades. Así, durante los cercos que los portugueses sometieron a ciudades fortificadas de la importancia de Coria, Olivenza, Valencia de Alcántara, y un largo etcétera, estuvieron presentes, en su defensa, compañías de soldados naturales de La Zarza.Consta en los anales militares la astucia del peón de artillería Juan Martín Garrido, el temple del alférez Martos, el deber cumplido del cabo Cid…, y un larga nómina que pudiera referir.
Hasta 1665 duro el envite. Hasta esa fatídica fecha no fueron capaces los portugueses de conquistar definitivamente Zarza la Mayor, que ya había soportado tres sítios anteriores. Eso sí, obtener la victoria les costó nada menos que invertir seis días de asedio continuado, incluyendo avances generales de tropa de infantería y lanzamiento de proyectiles.
Los vecinos que sobrevivieron a la batalla fueron desterrados de su pueblo, esparciéndose por los lugares vecinos: Ceclavín, Alcántara, Coria… Regresaron al pueblo tres años más tarde, en 1668, al acabar la guerra. Y no hubo venganza, los lazos de unión que antes de desatarse las hostilidades existieron entre zarceños y portugueses, sobre todo con los oriundos de Salvaterra do Extremo, se retomaron con naturalidad, como si nada hubiera pasado. Y es que ambas poblaciones estaban condenadas a entenderse, no eran una sin la otra. Pese a que los avatares de la historia repitieron en diversas ocasiones el enfrentamiento, siempre después, alcanzada la paz y la calma, volvieron los lazos de amistad, imperecederos y tan intensos.
Hoy, los tiempos modernos nos traen una nueva oportunidad de enlazar, más aún si cabe, esa entrañable unión entre Zarza y Salvaterra. Un puente sobre el Eljas, directo al corazón de los vecinos de un lado y otro de la Raya.
Saludos desde este lado de la orilla.
Juan Antonio Caro del Corral