Zarza la Mayor - Caceres

AMORES VENCIDOS

Querida silla de enfrente:
Después de tanto ajetreo estos últimos días nos hemos quedado solos. Aunque será por poco tiempo. Anoche estuvieron hablando los hermanos sobre la herencia, y creo que han acordado separarnos esta misma tarde.
Los echo de menos. A los hermanos no. A ellos, ya sabes. Dirás que tan sólo hace dos semanas que faltan, pero los añoro tanto porque tengo la certeza de que ya no volverán.
Sobre todo durante estos días tan lluviosos. No he dejado de recordarlos ni un momento. Principalmente a él, porque las tardes de lluvia eran sus preferidas. Esas tardes le encantaba arrellanarse sobre mí armado con sus gafas azules de leer, las del cordoncito dorado, un buen libro entre las manos y unas cuantas horas por delante.
Qué jóvenes e impulsivos eran cuando nos trajeron a casa por primera vez. ¿Lo recuerdas?
Si tuviera la posibilidad de hacerlo, seguro que me sonrojaba hasta los muelles recordando las veces que se amaron entre mis brazos por aquella época. Los susurros que deslizaron en las cercanías de mi piel. El ímpetu con que se abrazaban acurrucados contra mi respaldo. Y el sosiego con que reposaban después durante largos minutos, hasta que sus respiraciones recuperaban el ritmo normal. Era agradable notar el peso de los dos juntos, y soportarlo sobre mí aquellos ratos.
Yo no quería que dejara de sonar la música, aquellas baladas tan románticas que él ponía en el tocadiscos, porque por entonces les gustaba hacerse el amor así, acunados por las mismas canciones con que se habían conocido y enamorado en la discoteca del pueblo.
Pero el disco dejaba de girar cuando más relajados estaban, y era como la señal para separarse.
Aunque algunos días repetían varias veces seguidas, tú lo sabes.
Estoy convencido de que el niño mayor lo encargaron una de aquellas veces.
Sobre ti no podían hacerlo. Tienes que reconocer que eres bastante incómoda para ciertos menesteres, aunque para otros no. Por ejemplo, siempre fuiste la preferida de ella para descansar. Por sus problemas de espalda. No podía soportar asientos en los que se hundiera, porque luego le costaba un esfuerzo tremendo incorporarse, y el dolor de espalda le salía hasta por la cara, y tenía que apretar los dientes con toda la fuerza que era capaz de hacer para no soltar un grito cada vez que se levantaba.
También te utilizaba para doblar la ropa. Entraba de la parcela con la colada seca y llena de sol en los brazos. La depositaba sobre tu asiento e iba doblando prenda a prenda con el cariño y el mimo con que hacía siempre las cosas de casa. El comedor se llenaba enseguida de perfume a suavizante. Cómo me gustaba aquella fragancia, aquel olor a luz, a ropa limpia soleada y recién recogida.
¿Recuerdas cuando lo llamaba a él para que la ayudara, y se ponían a doblar las sábanas entre los dos? Seguro que te acuerdas, porque lo han estado haciendo hasta última hora. Era conmovedor ver cómo se afanaban estos últimos meses. A ella se le escapaban las puntas de su lado de la sábana hasta tres y cuatro veces seguidas. No quería reconocerlo, pero sus dedos habían perdido casi todo el tacto por el temblor de las manos.
Aunque hacías como que no te dabas cuenta, estoy convencido de que sufrías igual que sufría yo cuando veías con cuánta paciencia se agachaba él una vez tras otra para recoger la sábana del suelo y ponerle de nuevo a ella las puntas entre los dedos, mientras la regañaba porque seguía sin encontrar tiempo para hacer los ejercicios que el médico le había prescrito.
Sí. La regañaba. Acuérdate. La regañaba a menudo y casi por cualquier cosa. Utilizó ese truco durante años para que ella no se viniera abajo, para mantenerla activa. Porque ella siempre fue de la clase de personas que necesitan ánimo continuamente, y, después de probar muchas otras, esa fue la mejor fórmula que él encontró para alentarla. Y los resultados quedaron bien a la vista: a pesar de sus padecimientos, la mantuvo a flote durante muchos años. Tú sabes igual que yo que si él no se hubiera hecho el fuerte...
Qué diferentes han sido estos últimos años. ¿No te parece?
Al principio el comedor se llenaba de gemidos a cualquier hora. Aprovechaban todos los momentos que tenían para estar juntos y solos.
Luego, cuando llegaron los niños, los gemidos se convirtieron en gritos y, con el paso del tiempo, los gritos se transformaron en escándalo. Ella se ponía de los nervios muchas veces. Los críos subían y bajaban a todas partes. El niño me desmembraba para hacer guerra de cojines contra su hermana, decía. Y cuando ella oía llorar a la muchacha entraba y los castigaba a los dos. Los sentaba en el suelo, uno en cada rincón mirando hacia la pared, mientras me recomponía de nuevo para cuando él llegara.
Pero también hay que tener presente que los niños aprendieron a leer y a escribir aquí, sobre nosotros. Aunque no me atrevo a decir si esos ratos de estudio contribuyeron a que nos tomaran cariño, o a todo lo contrario. Ya sabes cómo son los críos.
Sin embargo, si lo piensas bien, coincidirás conmigo en que hemos sido elementos importantes en sus vidas. Me refiero a la vida de los padres. De hecho, sería imposible contar el número de horas que han pasado aquí con nosotros. Nos han confiado sus secretos, muchas de sus conversaciones más íntimas, sin que nuestra presencia los incomodara nunca. Y también estábamos aquí cuando disfrutaban sus mejores ratos y cuando compartían sus peores momentos.
¿Te acuerdas las veces que aquellas tardes de lectura entraba ella en el comedor para preguntarle a él cualquier cosa, o encargarle que hiciera esto o lo otro? Yo creo que sólo lo hacía para no pasar tanto rato seguido sin verlo. ¡Pero cómo se ponía él! No le gustaba nada que lo interrumpieran tan a menudo mientras estaba leyendo. Porque, decía, disponía de muy poco tiempo para tanto como había que leer.
Pero ella no le hacía caso. Al momento ya estaba allí otra vez, plantada delante de él para recordarle que el seto estaba sin regar, o que al día siguiente le tocaba barrer y fregar la cochera sin falta, que estaba hecha una porquería. Y enseguida regresaba a sus quehaceres inacabables con el cepillo en la mano y el trapo de sacudir el polvo colgado del cinturón de la bata rosa, perseguida por las protestas de él porque le había hecho perder la página.
Te contaré un secreto: desde que ella se fue él no volvió a leer. Le sobraba todo, y en lugar de seguir metiendo palabras en su cabeza, se dedicó a sacarlas. Todas las noches de las tres semanas que pasó sin ella, las empleó en escribir. He llegado a pensar que dedicó tantos años a la lectura con el único propósito de adquirir la preparación necesaria por si llegaban aquellas noches.
Se sentaba sobre mí y escribía y escribía sin parar. Poesías.
No quería dormir. Cuando no le quedaba más remedio, se recostaba unas pocas horas por la mañana y cerraba los ojos, pero apenas descabezaba un duermevela ligero y siempre inquieto. Porque estaba convencido de que vendrían pronto a buscarlo –como así fue–, y quería que lo encontraran. Por eso los últimos días sólo salió del comedor lo imprescindible.
Pues bien: durante esas noches llenó un cuaderno de poemas. Pero nadie lo ha visto. Únicamente yo sé que existe esa libreta. Y ahora también tú. Se la llevó con él porque, al fin y al cabo, lo que escribió lo escribió sólo para ella.
En fin, que, como a partir de esta noche tú estarás con la familia de la hija, y yo con la del hijo, y lo más probable es que nunca volvamos a coincidir en un mismo comedor, lo que pretendía era despedirme de ti. Y mira por dónde voy ya...
No sé si tendremos ocasión de conocer otra historia semejante, aunque me inclino a creer que no. Por eso, antes de que lleguen para separarnos, quiero que sepas que agradezco profundamente tu compañía a lo largo de todos estos años, y que es para mí motivo de satisfacción y de orgullo haber compartido contigo una historia irrepetible.
Con cariño y respeto,
El sillón bajo la ventana.
Saludos a los zarceños de buena voluntad.
Luciano Montero

solo puedo decirte que eres genial,gracias. luis.

Y yo sólo puedo decirte que eres el mejor, sin duda. Un besazo.

Hola Luciano, gracias por este relato tan lleno de sentimientos, dos veces lo leí, la primera me sorprendió y la segunda me cautivo, Luciano otra vez gracias y espero y deseo seguir leyendo cosas tan buenas como las que tu escribes.
Saludos.
Pedro

AMIGO LUCIANO:

Una vez más mes sorprendes con tus relatos tan maravillosos. Sigue así, por que esa es la mejor manera de mostrar a todos la utilidad de este foro. Aquí si merece la pena echar un ratito, del que por cierto después te sientes cojonudamente. Animo a todos los que utilizan este foro, para mostrar lo bueno de la vida y lo mejor del pueblo.
Lo demás, aunque por fortuna exista libertad de expresión es PATRAÑA. Un saludo para los que como tú: ( Juana Clavero , Mari de Ponferrada , Pedro Gabriel , Juan Antonio , Rufino , Luís, Vicente Prieto , Pablo Prior y todos los que resaltan lo bueno y desprecian lo malo).
Esto os lo dice alguien que tuvo el honor de ser alcalde del mejor pueblo de España. Ojala hubiese conocido este foro en mi etapa como alcalde . Os aseguro que hubiese aprendido mucho de todos vosotros.

COMO DICE LUCIANO Y MUY BIEN DICHO :
UN SALUDO PARA TODOS LOS ZARCEÑOS DE BUENA VOLUNTAD.
JUAN GREGORIO MONTERO.

¿De dónde te viene tanta inspiración?
Yo no te entiendo mucho, pero se vé un gran fondo.

Oiga Vd. señor ex: ¿tan ocupado estás que no dispones de cinco minutos para participar más en este foro? No son más de cinco minutos los que hay que dedicarle a esto.
Si lees y no escribes, por que tu sabes hacerlo, eres un pedazo de comodón o un egoista.
Un abrazo para ti y los tuyos.
RUFINO

Todos estamos de visita en este momento y lugur:
Solo estamos de paso.
Hemos venido a observar;aprender;crecer;amar y volver a casa.

Dicho aborigen Australiano.

Por eso me gusta este foro por que hay gente que trasmite en sus escritos sentimientos, vivencias cotidianas y la importancia de amar
y ser amado,como en este pequeño relato escrito por Luciano

Feliz día de Sªn Valentin
Saludos de una Zarceña en pomferrada

Luciano, extraordinario relato.
El titulo me ha sorprendido porque entiendo que San Valentín es una inventiva.
Los sentimientos afectivos, los sentimientos amorosos, no solo tienen que manifestarse un solo día y como prueba de ello con regalos. Para mí, los sentimientos se tienen que manifestar todos los días del año y de miles de maneras diferentes. Saber querer, sentirte querido es un aprendizaje que vamos aprendiendo un poquito cada día. No solo deberíamos manifestar nuestros quereles a las personas, si no también a los objetos, a las cosas que nos rodean, esto tú con ese arte que tienes para plasmar sobre el papel vivencias, sentimientos y emociones lo expresas extraordinariamente en este relato. Sigue escribiendo y ensañándonos que podemos querer también las cosas que nos rodean. Sabemos del espolio que las personas estamos haciendo a este planeta. Relatos como este crean conciencia para salvaguardar lo que tenemos. Besos juana
PD. Me he enamorado de los sillones.

Te echamos de menos, Luciano. Hace días que no te paseas por el foro.
No te habrá pasado nada¿verdad?.
Seguimos esperando tus bonitos relatos, llenos de sentimientos.
un saludo para todos.

Gracias por tu interés, amig@ desconocido. Pero no, no me ha pasado nada. Bicho malo nunca muere, jajaja.
Agradezco el interés que despierta en unos pocos mis humildes relatos. Insisto: no son más que el fruto de dedicar unos ratos a practicar uno de mis entretenimientos, el de escribir. No va más allá. Pero, qué duda cabe, me satisface mucho que a algunos les gusten y me alegra saber que disfrutan leyéndoos.
Dicho esto, conviene indicar que no quiero aburrir al personal. Hay gente a la que le gusta leer; hay gente a la que no le gusta nada, personas que cuando ven una "larga parrafada" en un foro como éste exclaman "bufff, qué largo, cualquiera se pone a leer todo eso...". Y están en su derecho. También hay que entenderlos.
En fin, que sólo quería agradecer las muestras de cariño que me dispensáis algunos de vosotros; lo dicho, gracias. (Y seguiré, de vez en cuando, por supuesto)
Un saludo a todos los zarceños de buena voluntad.
Luciano Monero