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Villanueva de la Sierra - Caceres

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España > Caceres > Villanueva de la Sierra
19-11-11 16:04 #9143966
Por:izquierdo

Lydia, la amiga de la Virgen.
Lydia la amiga de la Virgen.

Hace muchos lustros que estos hechos acaecieron.
Unos dirán que es un cuento, una mentira, una burla, un sueño, todo mera fantasía de éste novel y atrevido aprendiz de escritor… Cada cual puede idear, imaginar y pensar lo que quiera.
Dejo al libre albedrio y voluntad del amable e inteligente lector, la posibilidad de sacar sus propias conclusiones sobre tan enrevesado tema. ¡Allá cada cual!
Muchas veces pensé plasmarlos sobre papel, pero siempre desistí. Demasiadas patatas para tan poca carne, por lo complicado que era, me decía.
Yo conocí muy de cerca a esta mujer Lydia, mi abuela, y más de una vez de su boca escuché ésta y otras muchas fantásticas historias. ¡ Estoy seguro de que ella, la seguirá muy atenta desde el cielo!
Unos dirán que es un cuento, una mentira, una burla, un sueño, todo mera fantasía de éste aprendiz de escritor… Cada cual puede idear, imaginar y pensar lo que quiera.
Dejo al libre albedrio y voluntad del amable e inteligente lector, la posibilidad de sacar sus propias conclusiones sobre tan enrevesado tema. ¡Allá cada cual!

***

Erase una vez …

Así comenzaban una y otra en las largas noches del invierno, los viejos cuentos, historias y leyendas, que nos contaban en las largas noches del invierno nuestros abuelos, padres o vecinos. Acurrucados en derredor de la lumbre, arropados por los pliegues de la vieja saya de la abuela o sentado en la rodilla sobre los desgastados y sobados pantalones de pana del abuelo, escuchábamos absortos los intrigantes relatos. A nuestro frente, la lumbre del hogar se mostraba acogedora, mientras contemplábamos un poco asustados las hechiceras y seductoras llamas, que se bamboleaban de un lado a otros, cambiando mil veces de colores y nuestra infantil imaginación volaba hacia otros mundos.

Era una noche cerrada y obscura, de los mil demonios, fantasmal y negra como la boca de un lobo. A estas tempranas horas de la noche, todo es soledad, silencio y miedo.

Un viento desatado, huracanado y rebelde, cual corcel salvaje desbocado, barría con ahínco y furor los tejados y las calles del adormecido y solitario pueblo.

De cuando en cuando, se ve el destello fantasmal y eléctrico del rayo, preludio y anticipo de la inminente tormenta, que ilumina brevemente el lugar, dejando ver por un momento las paredes blancas y encaladas del Ayuntamiento. En su torre central, la más alta, se encastra la caja circular y la esfera del infatigable reloj, colocado en el año de gracia de 1920 (*), cuya maquinaria y engranaje se protege y cobija bajo los techos y paredes de una estrecha dependencia. Coronando el tejado y enfrentado al viento se levanta un coqueto campanario, formado por dos columnas de hierro de cuyo soporte central pende la pesada campana con su inseparable badajo.

Unos segundos más tarde llega el ensordecedor y atronador rugido de la cercana tormenta que acobarda y sobrecoge los ya maltrechos ánimos de la asusta y pobre gente.

Lydia es una mujer joven, no más de treinta años, aunque por su aspecto descuidado y un tanto abandonado, parece tener más de cincuenta. Mirada dulce y apacible, abandonada y perdida en la profundidad e inmensidad del mar azul que son sus ojos.

Sus modos y maneras son amables, de porte afectuoso, sincero y amigable. Es de hablar breve y pausado, voz queda susurrante y parca en las palabras.

La casa donde habita es pequeña, fría, sin luz. Un largo y angosto pasillo la atraviesa de este a oeste. Es tan estrecha que con los dos brazos en cruz, cimbreándose (balanceándose) de un lado a otro, llegas a tocar con las yemas de los dedos, sus rugosas e irregulares paredes de peñas que rezuman hasta en verano humedad.

El anochecer se presenta tempranero y las horas de negrura y tedio son sobrecogedoras y extremadamente largas.

L sempiterna, larga y agotadora jornada de trabajo, no ha hecho más que comenzar. Lla afanosa mujer, escasa de peso y pequeña de estatura, sale a la calle con el barreño de zinc al cuadril, lleno de ropa sucia y la tejuela y lavadero en la otra mano. Baja de inmediato la empinada cuesta y camina presurosa por las solitarias calles y estrechos callejones, atraviesa la solitaria plazuela de la Fuente del Palacio, y el arroyo de Cagancha, dirigiéndose con paso firme y decidido hasta el cercano arroyo de los Mártires.

A la vuelta, la noche está preñada de negra soledad. Sólo los tenues y ambarinos puntos de luz, bastante alejados entre sí, que desprenden las bombillas que jalonan el lugar, sirven de guía para impedir caer o resbalar y acabar dando de bruces contra los rollos de rio de las empedradas calles.

Los dos muchachones, Juan y Félix han ordeñado las cabras, llenado los pesebres de paja y grano a los burros y apartado los cabritos en el chivitero.

Como de costumbre la cena es rápida, ligera, frugal, más bien escasa. Un único barco de sopa de tomates del que comen todos, unas aceitunas para acompañar, dos cucharás de leche migá, quizás unas tajas de marrana y,… ¡a tros menesteres!

Manda a los hijos a la cama, que duermen en las trojes, a teja vana, sobre unos jergones de paja tirados por el suelo y retoma la tarea cotidiana de fregar los cacharros.

Se encuentra tan cansada y abatida, que apenas tiene ánimos y fuerzas suficientes para levantar el peso de la artesa, con los tres kilos de harina que ha puesto en ella, y colocarla en la mesa. Se llega hasta la lumbre, coge el pote con el agua hirviendo, vuelve y vierte el contenido sobre el montón blanco harina, que ha dispuesto y moldeado en el centro de la artesa a modo de volcán, comenzando a remover y trabajar la masa.

El hombre de la casa aún no ha llegado. ¡Quizás sea mejor así!
Llegará como suele hacerlo tarde, con dos vasos de más y ella tendrá que aguantar impertérrita, sumisa y callada, todas sus impertinencias, malos tratos y reproches como de costumbre sin rechistar palabra.

No es un mal compañero y marido, ni mal trabajador, pero eso sí, es poco afectuoso y un tanto desconsiderado; empedernido fumador, serio, pobre de poco carácter y el poco que le queda, lo tiene dirigido y controlado por la voluntad y el parecer de las cuatro pérfidas y egoístas hermanas solteras que le azuzan y pinchan de continuo, sobre todo la pequeña, la soberbiosa y lúntriga Miguela que le reprocha de continuo su muy mala cabeza a la hora de casar.

Sumida en estas reflexiones, de pronto escucha unos quedos sollozoss y gipeos que llegan hasta allí. Son los lloros del pequeño de los hijos Miguel, de apenas los dos años, que asustado y desvelado sin duda por los ruidos y fragor de tan magna tempestad no es capaz de conciliar el sueño.

Abandona la tarea y sube con rapidez y presteza la escalera. Se acurrucada a su lado, lo coge y mece entre sus brazos, acaricia y tranquiliza acogiendo su pequeña y morena cabeza entre sus cálidos senos, hasta tal punto, que los dos se quedan plácidamente dormidos mientras la sonriente madre desgrana con pasmosa lentitud los versos de una canción:

“Cuando la noche se cierne
y se acuesta en los tejados
se oye el sollozo de un niño
acunado entre unos brazos.

Es momento de silencio,
de negruras y fantasmas,
de pensamientos malignos
que nos embargan el alma.

No llores mi niño bueno,
musita una voz callada,
que las tinieblas y el miedo
darán paso en pocas horas
al amanecer y al alba.”

Los maullidos y ruidos procedentes de los próximos tejados la despiertan asustada. Sin dudas será la cuotidiana y conocida pelea y trifulca de gatos en celos.

No sabe como se ha podido quedar traspuesta. En el reloj de la plaza dan las nueve. Es muy tarde. Baja corriendo, a trompicones los seis peldaños de escalera y al entrar en la cocina se queda estupefacta.

Sorprendida contempla, como una joven figura de mujer, más o menos de su edad, envuelta en un misterioso halo de luz, entre blanco-verde y azulado, camina de acá para allá mientras se afana con inusitada diligencia y presteza en sacar con prontitud del viejo horno, hecho de adobe y tierra, la media docena de hogazas de pan ya crujientes y horneadas.

Súbitamente la obscuridad y el silencio se apoderan del lugar y la extraña escena y milagrosa aparición se desvanecen.

***

Con el paso de los meses, la difícil situación de maltrato familiar y la ya de por si mala vida y existencia de Lydia empeoró.

¡Cuántas veces ha rondado por su ofuscada cabeza la pertinaz y peregrina idea de abandonar cuanto antes este mundo!

¡Si no hubiera sido por sus hijos tan pequeños, cualquier día habría sido capaz de perpetrar una bardina colgándose de un olivo o tirándose de cabeza a un pozo!

¡Jesús todo misericordioso, y su santa madre María, hubieran sido capaz de perdonarla, sin la menor duda y no le hubieran cerrado las puertas del cielo!

***

Una tarde en el mes de julio, en plena canícula estival y después de una larga y acalorada discusión, donde fue humillada y vejada en presencia del marido por las rencorosas e insidiosas cuñadas, tomó la fatal determinación de desaparecer. Los hijos ya mayores y tenían las mañas y capacidad adecuadas para defenderse y afrontar la vida y tomar sus propias decisiones.

Con los ojos vidriosos, llenos de lágrimas y la congoja en el alma, abrió la puerta, salió de casa con la cabeza baja y serena.

¡Estaba decidida a acabar con su desgraciada vida, sea de la forma que fuera!

Cruzó el Lejío, dejando a un lado, su izquierda, la laguna, pasó el camino del Escape, atravesó las solitarias eras y se paró pensativa bajo la sombra acogedora de la higuera y las tapias.

Una pequeña fuente de aguas frescas y cristalinas mana en el lugar, alimentada con las sobrantes aguas del pozo que está al otro lado, en el huerto. Lydia recapacita y medita, instantes antes de retomar el camino y cruzar el arroyo de las Eras.

Un sol de justicia, abrasador, plomizo y seco recalienta los solitarios, secos y polvorientos caminos, mientras de fondo se escucha el concierto interminable y machacón de las ociosas chicharras.

Cierra los ojos, y al abrirlos descubre con extrañeza que una mujer no muy joven, morena, ojos castaños, tez suave, envuelta en capa gris, camina a su costado sin levantar la más mínima pizca de polvo, que alza la voz y de dice:

“Lydia, hija mía, no cometas semejante escarnio y agravio ante Dios. En tu dolor y resignación está la salvación, felicidad, el futuro y el porvenir de tus hijos. Piensa en mi hijo Jesús, que murió crucificado y a pesar de las muchas infamias, maltratos y burlas que sufrió, fue capaz de perdonar.”

Estas fueron sus últimas y escuetas palabras.

Una inesperada ráfaga de fuerte viento se levanta y se lleva envuelta en torbellino hacia lo alto la imagen incorpórea, etérea, sutil y sobrenatural de la celestial criatura.

La alterada y nerviosa mujer continúa con su camino hasta llegar al huerto después de atravesar el rústico y primitivo puente para evitar las aguas del arroyo de Santa María.

Ha llegado la tarde y el sol camina poco a poco hacia su ocaso. La sombra alargada del esbelto y frondoso naranjo plantado hace ya años junto al pozo se refleja sobre la superficie clara y reposada de sus aguas.

Subida en lo alto del brocal, la desgraciada y desconsolada mujer reza. Sus débiles piernas ya cansadas tiemblan y están a punto de sucumbir.
Unas gruesas gotas de sudor y lágrimas se deslizan y resbalan por los sinuosos surcos de su cara que al caer y chocar contra la tranquila y cristalina superficie del agua del pozo levantan unas diminutas y trasparentes pompas de cristal, que se elevan hacia el cielo y de pronto estallan, convirtiéndose como por embrujo y encanto en una alegre bandada de blancas palomas.

¿Tendrá esto algún significado misterioso?¿Qué quiero esto decir?, se pregunta azarosa y asustada.

Una alegre y renovada sonrisa se dibuja en su rostro y nuevas ilusiones y esperanzas de vivir cobran vida en su interior.

Lydia, más tranquila, elige la decisión de vivir y toma el camino de regreso a casa.

Un incontenible griterío y batir de alas se barrunta en los aledaños de los huertos que se ubican a lo largo y ancho del arroyo. Al mirar al frente, la motivada y nueva mujer, ve elevarse sobre el horizonte un ingente tropel de abejarucos que anidan en los matorrales y terraplenes cercanos.

De repente, como si fuera un milagro, un inmenso y luminoso arco iris se dibuja de manera inesperada en lo más alto del cielo.

***

Han pasado casi ochenta inviernos. Apostada en el sol, buscando el cobijo y el calor que desprenden las paredes de San Juan, la anciana mujer Lydia, de cabellos níveos, marcadas y profundas arrugas en su cara, saca de su faldriquera un “higo paso” que lleva con disimulo y muy despacio hasta su desdentada y desdibujada boca.

¿ Dónde estará la dulce y celestial Señora, que tantas veces la sacó de apuros y ayudo?

Su mirada permanece perdida, llena de nostalgia, fija al frente mientras contempla el paso inexorable y continuo de las nubes, que de cuando en cuando paran y descargan su lluvia en la cima de la Sierra de Dios, llenando de vida los bosques, campos y olivares de ésta Villanueva de la Sierra, nuestra tierra.

Saludos a los amigos del foro.

(*) Para saber más sobre el reloj, consultar la obra,” Villanueva en un presente histórico” pág. 221,de nuestro paisano, historiador y maestro. D. Angel Paule Rubio.
Puntos:
19-11-11 16:54 #9144189 -> 9143966
Por:tizona1969

RE: Lydia, la amiga de la Virgen.
yo conoci aesa dulce y afable mujer y tamvien parte de esas historias
yo pienso que si aigen merece ser santa esa es ella''
Lidia tambien conoci asus maltratadoras y maltratador pero cuando ablavas con ella era tan dulce te sentias tambien asu lado que era como estar con un angel (((gracias por tu relato yo si locreo))ella misma me lo conto;;;
Puntos:
19-11-11 17:34 #9144376 -> 9144189
Por:VETON3

RE: Lydia, la amiga de la Virgen.
Me encanta la historia amigo Izquierdo,tengo mucho respeto a lo que nos cuentan nuestros mayores y comprendo el pesar de su abuela.

Sobre el tema de las apariciones tendria mucho que comentar pero principalmente creo que influye sobremanera la sugestion y las propias creencias.
Siendo un descreido total me pregunto el porque de las desapariciones de las apariciones en la edad contemporanea,ahora que cualquier pastorcillo posee un movil de ultima generacion con camara de varios megapixeles,me pregunto tambien donde estaban cuando el otro dia un padre-por llamarlo de alguna manera-decapito a uno de sus hijos delante del otro de cinco años.
Cuando hablo sobre estas cosas no es mi intencion hacer daño a los creyentes de esta u otra religion,sino solamente manifestar mis puntos de vista.
Creo en un dios y en un demonio dentro de cada uno de nosotros,creo en un cielo y en un infierno,pero estan aqui,rodeandonos cada dia.

Una vez tocaron en timbre de mi casa unos Testigos de Jehova y les pregunte que donde estaban los dioses cuando un marido-por llamarlo de alguna manera-apuñala a su esposa siendo participes de esta escena sus hijos.

-dios permite el sufrimiento-afirmaron.

-Cuando le veais le decis que a mi no me gusta-les dije.


Saludos


Veton
Puntos:
20-11-11 09:46 #9147336 -> 9144376
Por:DELCAFETERO

RE: Lydia, la amiga de la Virgen.
Bonita narración la del MAESTRO Izquierdo (GRACIAS) y magestuosa contestación del locuaz y genuino vetón, a sus amigos, los testigos de jehova.
Saludos cordiales del Cafetero.
Puntos:
19-11-11 18:07 #9144537 -> 9144189
Por:tizona1969

RE: Lydia, la amiga de la Virgen.
Mi muy estimado Sr Izquierdo, de nuevo usted nos deleita con otra vella historia de nuestro querido pueblo y de nuestros ancestros. De nuevo tengo que agradecerle el grato y emotivo rato que me ha hecho usted pasar, a mi y a todos seguramente.
He de contarle a usted una cosa al respecto de esta historia que sin duda le emocionara, como mi madre le ha indicado a usted en su mensaje(yo utilizo su alias para escribir de vez en cuando aqui)conocio a su abuela. quiero que sepa que yo ya conocia esta historia y estos hechos, pues mi madre hace mucho tiempo me los relato con gran dulzura y admiracion hacia su abuela Lidia, me los relato tal y cual usted los ha contado y me los relato como ejemplo de bondad y teson y amor de una buena mujer y mejor madre y con una gran admiracion y respeto hacia su persona, de tal modo que no lo habia olvidado, y hoy usted me sorprende con ello.
De nuevo quiero agradecerle que nos regale sus recuerdos de manera tan grata y amena.

Un saludo y un abrazo con todos mis respetos

Pd:Quedo impaciente de nuevos relatos y gracias.

Rocio (la de "tio" Pio y "tia" Antonia)
Puntos:
03-12-11 23:34 #9235781 -> 9144537
Por:terrahuer

RE: Lydia, la amiga de la Virgen.
Hace mucho tiempo que no entro en el foro, y mira por donde repasando los mensaje entre otros me encuentro con este maravilloso relato.
Yo conocí a esta mujer que la recuerdo tal y como tu la describes, he reconocido el pasillo de la casa que tu describes, me ha hecho recordar las vece que he entrado en esa casa, sita en la barrera, me viene a la memoria las veces que he visto a tu abuela ( tía Lidia como la llamábamos todos y a tu abuelo tío mesio)entrar y salir de la casa. para mi ha sido un regalo entrar esta noche en el foro pues recuerdo a tus padres y tus tíos con los que nos una y une una gran amistada y cariño.
Referente a las apariciones, pues si fueron verdad o no creo que poco importa, yo me quedo con que fue algo,con lo que ella vivió y le ayudo a sobrellevar, la dura vida que le toco vivir. Le sirvió para seguir viviendo, le ayudo a criar a sus hijos, a querer y perdonar a su marido, que siendo una buena persona estaba dominado como tu bien dices por las dominantas, de las canetas. Quien no las ha conocido no sabe como eran. Con el pasar de los años creo que él era una víctima de sus hermanas, y su refugio el vino, su válvula de escape tu abuela. Circunstancias de la vida, que a quien no le toca no sabe lo que es.
El pasaje del pozo que tan bellamente as descrito, creo que es suficiente revelación de que algo debió ver en el agua,en el aire, o sabe Dios don que le hizo cambiar y volver a su vida a su casa y a sus hijos.No era lo mejor, pero tampoco lo peor.
Para mi es suficiente, y bendita sea tía Lidia, que si vio o no a la virgen poco importa a ella le ayudo y es suficiente.
Un abrazo muy cariño, amigo Mesio y familia.
Siempre recordare a tu hermano Miguelin.
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