¡¡¡Qué poco cuesta hacer felices a los demás!!! Nuestros hermanos portugueses se fueron ayer eufóricos a la cama. No era para menos, acababan de machacar a la campeona del mundo. Aunque, tal como jugó ayer, cuesta creer que lo fuera. Los nuestros, con el seleccionador a la cabeza, parecían espectadores, en butaca preferencial, del vendaval portugués, y sin intención ni ganas de apaciguarlo. Nuestro seleccionador y nuestros jugadores deberían entender que un prestigio que ha costado casi cien años ganarlo no se puede dilapidar alegremente en unos meses. Es cierto que últimamente han tenido demasiados homenajes, recepciones, premios y demás saraos, y que esto les puede haber desconcentrado un poco, aparte de que siempre se baja el pistón cuando se ha ganado todo. Jugadores que en sus equipos están haciendo una gran temporada, en la selección parecen ahora inexpertos juveniles, y eso es imperdonable, pues además de ser profesionales muy bien pagados, están defendiendo a su país. Pero para eso está el entrenador, para mantener la motivación, para no permitir que se relajen. Si hoy se habla de Mourinho como el mejor entrenador del mundo, aparte de por sus dotes tácticas, es porque es un motivador nato. Del Bosque, aparte de sus muchas carencias tácticas, como motivador no es una maravilla. Recuerdo aún esa última liga con el Madrid, en la que en la recta final desperdició un montón de puntos de ventaja, dejando que a sus galácticos les asaltara una extraña modorra y no tuvo capacidad de motivación para hacerlos ganar un campeonato que tenían ya casi en las vitrinas del club. Lo de Argentina se pudo tomar como un borrón, un error que no debía volver a ocurrir si se aprendía de la lección. Pero lo de ayer ha sido excesivo. Y eso que el árbitro nos echó una manita anulando un gol legal a Cristiano (más bien un golazo), y que Piqué sacó debajo de los palos un disparo que ya entraba, si no es así, el resultado podía haber sido de escándalo. Hoy en día, cualquier selección desea ganar a la campeona, es un orgullo para cualquier equipo. Pero si encima es Argentina, que desea resarcirse de su pronta eliminación en el mundial, o Portugal, que aún tiene clavada la espina de su derrota ante España, su motivación es mayor aún. Argentina no entiende de partidos amistosos, sale a morder, por lo que, para mantener el prestigio que tanto ha costado ganar, hay que redoblar la concentración, y sacar el equipo de gala. Pero Del Bosque sacó un equipo plagado de suplentes, y lo pagamos con una goleada. Ayer contra Portugal, Del Bosque demostró su nula capacidad de reacción cuando las cosas se ponen feas, como ya conocíamos de su etapa en el Madrid, y su escaso dominio táctico. Los portugueses nos masacraban con sus rápidos contraataques, pero el seleccionador se limitó a contemplar la sangría sin poner solución. Y no sólo eso, sino que en el inicio de la segunda parte descabezó por completo al equipo, quitando a Xavi, a Iniesta y a Xabi Alonso, la materia gris, cuando más se necesitaban las ideas para abrir la defensa lusa y la posesión para evitar rápidos contraataques, y así pasó, que el resto de jugadores deambularon por el campo como pollos sin cabeza, a merced de los portugueses, que hasta parecían el Brasil del año 70. Ya dije en los momentos buenos que Del Bosque nunca me ha parecido un gran entrenador, por lo que lo puedo volver a decir ahora sin temor a que me llamen oportunista. Como persona se merece una matrícula de honor, no le hay más bueno, pero como entrenador no llega al aprobado. Lo dicho, una pena que el prestigio que tanto ha costado ganar lo estemos dilapidando alegremente. Alguno me dirá que son partidos amistosos, pero eso no es excusa, los campeones están obligados a no hacer el ridículo, sobre todo cuando ya debiéramos tener la lección aprendida por lo ocurrido en Argentina. Al menos nos queda el consuelo de haber hecho felices por un día a nuestros vecinos, que falta les hace también. Saludos Castaño |