El viejo olivo del huerto. El viejo olivo rumía sus recuerdos, su pasado, mientras espera tranquilo, que la amiga Parca llegue y se lo lleve a su lado. Decrépito y arrugado, centenario,medio muerto, el anciano olivo espera impaciente y sosegado que las aguas otoñales lleguen tempranas hogaño hasta el rincón olvidado en que se encuentra en el huerto. Aguantó mil tempestades, el granizo, las heladas, las lluvias y las tormentas, el carámbano y rocío la canícula en verano, los vendavales y nieves, el aguacero y el frío. Fue acogedor, bondadoso, agradecido y honrado, nunca falso o cicatero, dando sus frutos al amo y su calor al hogar que lo cuidó con esmero. Cobijó entre sus hojas los nidos de linateros, a los buhos y los tordos, al cuclillo y abubilla, gateoritos y peliscos, a tórtolas y almiroches que expectantes de escondían, cuando al caer de la tarde, taciturnos y cansados, posados sobres sus ramas esperan pasar la noche. Aguantó los soniquetes monótonos y estridentes de las “ gargantes chicharras” que pasaron el verano hasta consumir si vida sin dejar de dar la murga con su incesante tabarra. Sobre el polvoriento suelo y entre las peñas creció, ese tocón que hace años, al acabar el invierno sobre la hoya cavada con sudor, a pico y pala, un niño, Martín, plantó. ( A mis paisanos, los sufridos jornaleros, que en estos días se afanan en el dura tarea y trabajo del verdeo). |