Hay días en los que uno se levanta abotargado de tanta madrugada, ajeno a que durante la noche el reloj de la vida ha seguido contando sus minutos, y sale al mundo creyendo que va a vivir un día insípido, común, rutinario, donde los dramas los darán por la tele o impresos en manoseados periódicos pringosos de bar de desayuno durante el café del descanso de media mañana, y con los ojos puestos en la espuma que da vueltas tras la cuchara, se evade por un momento pensando en una situación, una vida diferente, más amable. Y el pronóstico del día se cumple, y te crees que la noche llegará en esa laxitud previsible, porca miséria.
Pero llega la tarde, y gente que no forma parte de tu rutina diaria te avisa de que hoy no es un día cualquiera. Hoy has perdido a alguien, el mundo ha perdido a alguien. Y era alguien bueno.
Y el día de pronto se torna gigantesco, como el dolor. Sentir el dolor de toda una familia cambia el color de un día, y tu familia te quería tantísimo y yo los quiero tanto a ellos que hasta aquí ha llegado el dolor, y no veas como duele.
Eras joven todavía, y un buen tipo, un luchador. Eras un tío guay.
Y seguramente el mundo ignore que le faltas, pero créeme, has dejado un hueco complicado de llenar, y muchos te van a echar de menos. No te vamos a olvidar.
Tu madre, que tiene un corazón que no le cabe en el pecho y menudo pecho, ese corazón tan grande y tan bueno que hoy está partido a mi me rompe, así es que donde estés, cuídala. Y al resto de la familia también, cuídalos a todos, que el mundo necesita gente como ellos, gente como tú.
Hoy es un día triste porque se ha muerto una buena persona.
Amigo Paco, descansa en paz
