Torrecilla de los Ángeles - Caceres

Torrecilla no es el mismo
que mi niñez conociera,
hoy en nada se parece
y yá nada de ello queda.

A la luz de los candiles
y los faroles de aceite,
nos podiamos ver las caras
cada vez que uno se acerque.

Ni tan siquiera un reloj
que nos marcara las horas,
y saber a ciencia cierta
cuándo la gente despierta,

La mejor calle del Pueblo
es la que estaba enrrollada,
porque las demás tenian
mucho barro y mucha agua.

El corral junto a la casa
con los animales dentro,
despedian tal olor
que no parecia de incienso.

Mas no te quiero decir
cuando llegaba un entierro,
las cosas que habia que oir
que verlo para creerlo.

continuará....

jacintoP.

En las noches del invierno
que resultaran tan largas,
se iba a casa del vecino
y se asaban las castañas.

Por las mañanas temprano
tal vez con frio y con agua,
se daba suelta a las cabras
y se llevan a la plaza.

En los años de sequia
cuando el agua nos faltaba,
en el pilar de la Plaza
largas colas se formaban.

Por el dia de San Juan,
se sorteaban las eras,
sabiendo cada vecino
donde colocar el trillo.

Dos escuelas conocimos
una para cada sexo,
sin poder pensar jamás
lo que aprenden hoy del sexo.



jacintoP.

En éste Pueblo,mi Pueblo,
que Torrecilla se llama,
yó pasé mi juventud
hasta el dia en que me casaba.

De recuerdos muchos tengo
de aquellos años felices,
donde tan solo se piensa
en vivir y divertirse.

Amigos lo fueron todos,
todos de mi misma edad,
aunque no faltó tampoco
alguno con años más.

Los domingos por la tarde
como era de costumbre,
al café me dirigia
que con jugar la partida
con ello me entretenia.

Con el paso de las horas
y el caer de aquellas tardes,
a la Plaza me marchaba
que éra donde estaba el baile.

Al son de bombo y platillos,
de acordeón o clarinete,
aquél salón se llenaba
de toda clase de gente.

Se comenzaba a bailar,
se cortaban las parejas,
se empezaba a disfrutar
con aquella que se acerca.

De todas clases las hubo,
unas más y otras menos,
pero si que a todas ellas
se las tenia respeto.

La entrada no la cobraban
ni nadie te lo impedia,
pero llegaba tia Herminia
que también nos conocia,
a pedirte dos pesetas
y a bailar cuanto querias.

En los ratos de descanso,
a la barra te acercabas
para tomar unos tintos
que tio Jesús despachaba.

Aquél Jesús de tia Herminia,
aquél Jesús recordado,
aquél que más que Jesús
tuviera cosas de un Santo.



jacintoP.

solo puedo decir k me encanta.............